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Medio mundo tiene clítoris, ¿por qué los médicos no lo estudian?

La ginecología, por su parte, se centra mucho más en la fertilidad y la prevención de enfermedades. “No hacemos un gran trabajo al hablar del sexo desde una perspectiva basada en el placer”, dijo Frances Grimstad, ginecóloga del Hospital Infantil de Boston. “Hablamos de ello desde el punto de vista de la prevención. Intentamos prevenir las infecciones de transmisión sexual”, dijo. “Intentamos prevenir el embarazo, a no ser que estés intentando quedarte embarazada. No hablamos del placer sexual”.

Helen O’Connell, la primera uróloga australiana, recordó que en su propia capacitación médica, el clítoris apenas hacía una breve aparición. En la edición de 1985 del libro de texto médico que estudió, Anatomía de Last, un corte transversal de la pelvis femenina omitía por completo el clítoris, y se describían aspectos de los genitales femeninos como “poco desarrollados” y un “fracaso” de la formación genital masculina. Las descripciones del pene se prolongaban durante páginas. Para ella, este desprecio médico generalizado ayudaba a explicar por qué sus compañeros de urología trabajaban para preservar los nervios del pene durante las cirugías de próstata, pero no durante las cirugías pélvicas en las mujeres.

O’Connell se propuso investigar la anatomía del clítoris en su totalidad mediante microdisección y resonancia magnética. En 2005, publicó un estudio exhaustivo que demostraba que el nudo externo del clítoris —la parte que se puede ver y tocar— era solo la punta del iceberg, equivalente al glande del pene. El órgano completo se extendía muy por debajo de la superficie y comprendía dos bulbos en forma de gota, dos brazos y un eje.

Al no apreciar esta anatomía, advirtió, los cirujanos que trabajan en esta región corren el riesgo de dañar los sensibles nervios responsables del placer y el orgasmo, que recorren la parte superior del eje. En procedimientos como las cirugías de malla pélvica o las cirugías uretrales, “se trabaja en un campo minado; siempre es necesario pensar qué hay debajo, qué es lo que no podemos ver y qué podríamos alterar”, afirmó O’Connell.

Cada vez son más las mujeres que hablan de las lesiones que sufrieron en esta zona durante procedimientos rutinarios. Una de ellas es Julie, una oficinista de 44 años de Essex, al este de Londres, que perdió su capacidad de sentir orgasmos en 2012 tras una operación de cadera mínimamente invasiva para tratar un dolor de espalda. Compartió su historia en el periódico The Telegraph el año pasado, con solo su nombre de pila para evitar la discriminación de futuros empleadores.

Durante una llamada de Zoom en enero, Julie describió cómo despertó de la anestesia con un dolor punzante alrededor del clítoris. Su cirujano le dijo que era solo un hematoma y que desaparecería. Meses después, descubrió que ya no podía tener orgasmos. Cuando lo intentaba, era como si: “literalmente alguien hubiera desconectado un enchufe. Todo estaba muerto”.

Le tomó dos años de búsquedas en internet darse cuenta de que un poste cilíndrico ubicado entre las piernas durante la operación quizá había aplastado los nervios del clítoris. Se sabe que el uso de este dispositivo, llamado poste perineal, provoca daños en los nervios, pero esto no se mencionó en su formulario de consentimiento.

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