Una pregunta sencilla pero alarmante ha dominado en las elecciones de Brasil: ¿el presidente Jair Bolsonaro aceptará los resultados?
Desde hace meses, Bolsonaro ha lanzado ataques en contra de las máquinas para el voto electrónico de Brasil con el argumento de que son fraudulentas, a pesar de no haber pruebas creíbles de eso. Ha sugerido que disputará cualquier derrota con signos de fraude. También incluyó al ejército brasileño en su disputa y le dijo a decenas de millones de seguidores que se preparen para la pelea.
“De ser necesario, iremos a la guerra”, dijo en un discurso reciente.
Una de las democracias más grandes del mundo se está preparando para la posibilidad de que su presidente se niegue a dejar el poder debido a acusaciones de fraude, que podrían ser difíciles de desmentir.
Sin embargo, según entrevistas con decenas de funcionarios del gobierno de Bolsonaro, generales del ejército, jueces federales, autoridades electorales, miembros del Congreso y diplomáticos extranjeros, la gente en el poder se siente segura de que, aunque Bolsonaro pueda impugnar los resultados de las elecciones en la segunda vuelta, carece del apoyo institucional para lograr dar un golpe de Estado.
En cambio, a los funcionarios les preocupa el daño perdurable a las instituciones democráticas y la violencia en las calles. Las encuestas muestran que tres cuartas partes de los seguidores de Bolsonaro confían “poco” o nada en el sistema electoral.
“Va a haber una guerra civil”, dijo Kátia de Lima, dependienta de tienda de 47 años, en un mitin a favor de Bolsonaro este mes. “Y las fuerzas armadas van a estar de nuestro lado”.
Previo a las votaciones del domingo, Bolsonaro siguió cuestionando la seguridad de las máquinas de votación al decir “es una pregunta que ha estado creciendo constantemente, con más y más gente que duda”.
Él y sus aliados también han empezado a alegar “fraude” en otros aspectos, al acusar al jefe de las elecciones de censurar injustamente los puntos de vista conservadores en internet y denunciar que su oponente, Luiz Inácio Lula da Silva, recibió mucho más tiempo al aire en las estaciones de radio, al que violaría las reglas electorales.
“Esto es muy serio, es fraude. Interfiere con los resultados de las elecciones”, le dijo a la prensa el miércoles. “Otra vez soy una víctima”.
Pero el viernes, en una entrevista después del último debate, Bolsonaro cambió de tenor. Se le preguntó directamente si aceptaría los resultados de la votación, sin importar el resultado.
“No hay duda”, dijo. “Quien sea que consiga más votos, se la lleva. Eso es democracia”.
En el pasado ha hecho comentarios similares y luego vuelto a alegar fraude.