Bien mirada, esta guerra por parte de Moscú es una versión monstruosamente ampliada de las purgas ucranianas de la década de 1970 (Operación Bloque, como se conocía en los archivos de la KGB): mismo lenguaje, mismas técnicas. La única diferencia es la escala. Aquellas purgas eran selectivas y poco ostentosas, mientras que en la actualidad cada uno de los miles de cohetes rusos que han impactado hasta ahora en nuestras ciudades aúlla el mismo mensaje —“¡Habla en humano!”— en el tono más alto posible. Los ucranianos responden con la frase gloriosa de los defensores de la Isla de las Serpientes. Sobreviviremos a la Federación Rusa, así como sobrevivimos a la Unión Soviética.
Pero no todas las naciones que una vez estuvieron bajo las garras de Moscú tuvieron tanta suerte. Por eso nuestro Parlamento, 30 años después, reconoció a Ichkeria. Hemos estado allí: sabemos cómo es que te condenen a desaparecer como nación, sin que el resto del mundo te haga caso.
Y la misma historia se repite. El reclutamiento desproporcionalmente numeroso entre las minorías étnicas de Rusia en 2022, una forma de purga étnica de regiones potencialmente amotinadas, no fue ni la mitad de debatido que la difícil situación de los oficinistas moscovitas que huyen al extranjero. Las protestas de las mujeres contra la movilización en Daguestán y Sajá también recibieron titulares reveladores en los medios internacionales como manifestaciones en Rusia.
Con un suspiro, recuerdo que así se habló de Chernóbil en 1986, como una catástrofe nuclear en Rusia. Gracias, pero no. Nunca más, por favor; la era del imperialismo ha terminado. Si pudiera encontrarse algún resultado positivo en los 12 meses de esta horrible guerra —en decenas de miles de personas asesinadas, violadas y mutiladas, en millones de vidas arruinadas, en el mejor suelo negro de la tierra sembrado de minas, en innumerables tesoros del patrimonio cultural convertidos en escombros— sería que los ucranianos hemos demostrado, todos juntos en un esfuerzo unido de resistencia, que las vidas no rusas importan.
Es una buena noticia, porque eso no ocurría antes, desde luego no en el último siglo. Les da a todos los que hablan en humano, sin comillas, esperanza para el futuro.
Oksana Zabuzhko es autora de muchos libros, entre ellos The Longest Book Tour, de reciente publicación.