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Cómo prepararse para la próxima pandemia

A fines del año pasado, participé en un ejercicio pensado para ver qué sucedería si el mundo estuviera ante una nueva enfermedad que se propagara con rapidez, sin ninguna advertencia.

El ejercicio se llevó a cabo en varias reuniones organizadas por el consejo consultivo de la Organización Mundial de la Salud, en respuesta a una nueva pandemia de consecuencias serias, un riesgo que la OMS llama “enfermedad X”.

Entre quienes participaron en el ejercicio había ministros de salud y altos funcionarios de salud pública de nueve países. La urgencia de los acontecimientos los obligó a tomar decisiones políticas difíciles en poco tiempo y con información escasa. Cada decisión tenía consecuencias enormes para la sociedad y para el curso de la pandemia. Así fue en los primeros días de la covid. También será así en otras pandemias.

Algunos de los líderes internacionales de salud pública más inteligentes y experimentados tenían opiniones divergentes, a veces opuestas, sobre muchas cuestiones fundamentales de la respuesta. ¿Deben suspenderse los viajes en los primeros días? ¿Se deben cerrar las escuelas en los primeros países afectados? Si una futura pandemia tiene una tasa de letalidad mucho más alta que la de la covid o si afecta gravemente a los niños, ¿los países deben tomar medidas diferentes, más fuertes y más rápidas para contenerla? Los principales expertos aún no se ponen de acuerdo.

Estas serán decisiones difíciles que los líderes tendrán que tomar. Y por eso es esencial anticiparlas y estar preparados con antelación, a fin de contar con un amplio consenso cuando sea preciso.

Durante el punto máximo de contagios de la ola provocada por la variante ómicron en enero de 2022, los líderes del Congreso estadounidense de todo el espectro político se sentían frustrados por la necesidad de transformar la respuesta del país a la pandemia. “No podemos permitir que esto vuelva a ocurrir”, se escuchaba con frecuencia.

Pero un año después, y tras tres años desde que se declaró la pandemia, esa determinación colectiva ha menguado. La promesa de prepararse para pandemias de maneras innovadoras y más ambiciosas se desvaneció pronto.

Sin importar lo terrible que haya sido la covid —sigue siendo una de las principales causas de muerte en Estados Unidos— no es el peor de los casos. Hay virus con tasas de letalidad que duplican, multiplican por 10 o incluso superan la de la covid, como la influenza H5N1 (gripe aviar), el nipah y el ébola. Por fortuna, esos virus no han desarrollado la capacidad eficaz de propagación respiratoria de un humano a otro. Lo que preocupa es si una nueva cepa vírica con mayor letalidad desarrollará también la capacidad de propagarse rápidamente entre las personas. En el mundo hay una preocupación cada vez mayor por la propagación del H5N1 en los animales, una evolución que los gobiernos deben seguir y para la que deben prepararse, y que, con mayor motivo, debería impulsar esfuerzos de preparación nuevos y vigorosos ante una pandemia.

El mundo necesita estar listo para la próxima enfermedad X, una que pueda causar riesgos catastróficos globales. Esto es lo que haría falta para compilar todo lo que hemos aprendido de la covid y transformar nuestra manera de estar preparados.

Varios países denominan a este compromiso la “misión de los cien días”, en referencia a la cantidad de días que deberían necesitarse para desarrollar una vacuna segura y efectiva, después de secuenciar un nuevo virus que podría ocasionar una pandemia. Esto requeriría una investigación seria de los gobiernos y una colaboración estrecha con las empresas que fabrican las vacunas en el sector privado para establecer procesos mucho más rápidos en la investigación y el desarrollo, los ensayos clínicos, la revisión regulatoria y más. Requeriría más inversión en tecnologías como el ARN mensajero (ARNm), que podrían usarse para una gran variedad de amenazas de enfermedades X. En este momento, una buena parte del financiamiento gubernamental para ayudar a desarrollar vacunas y medicamentos para la pandemia es para patógenos existentes y conocidos, en lugar de para prepararnos para futuros desconocidos.

Mientras las pruebas de diagnóstico no estén disponibles de manera generalizada, las autoridades y la gente no tendrán información suficiente que las prepare para una futura pandemia. Ahora sabemos que necesitamos que existan contratos entre el gobierno federal y la industria de diagnósticos que puedan aplicarse con rapidez, porque no tenemos tiempo para iniciar negociaciones complejas en una crisis.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos necesita una vía clara y establecida para aprobar de manera urgente las nuevas pruebas durante una crisis. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) deben estar preparados para proporcionar orientación clínica diagnóstica inmediata y las aseguradoras médicas y los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid deben estar preparados para dar una cobertura rápida y completa de las pruebas. Las farmacias, los consultorios médicos y los centros comunitarios deben estar preparados para administrar pruebas lo más pronto posible.

Imaginemos que en las primeras semanas de la covid todo el mundo hubiera podido hacerse una prueba gratuita con facilidad en uno de los miles de centros disponibles. Esa debería ser la expectativa para el futuro.

Nuestro suministro nacional de equipos de protección personal, o EPP, era demasiado escaso en los primeros meses de la pandemia de covid, sobre todo en lo que respecta a los cubrebocas. Necesitamos un enfoque mucho más sólido y resistente. La cadena de suministro estadounidense sigue siendo muy vulnerable a las afectaciones porque dependemos de muchos productos de un solo uso que están hechos con componentes de todo el mundo, productos que bastantes países van a buscar al mismo tiempo.

Debemos estar en una posición en la cual el personal sanitario y todos los trabajadores esenciales puedan obtener cubrebocas de muy alta calidad de inmediato. Esto significa cambiar al menos una parte sustancial de nuestro suministro nacional de cubrebocas de alta filtración de los desechables de un solo uso a respiradores reutilizables que puedan usarse varias veces y de forma segura.

Así como esperamos que salga agua limpia de nuestras llaves, deberíamos tener aire más limpio circulando en nuestros edificios. La mejora de los filtros, el aumento de la entrada de aire exterior y las nuevas tecnologías para reducir la carga de patógenos deberían formar parte del plan: estas medidas son fundamentales para futuras pandemias y para reducir el número de víctimas de los virus en general. El gobierno de Biden puso fondos a disposición de las escuelas para que aumentaran la ventilación, pero muchas escuelas no han invertido en esto. El gobierno también inició un esfuerzo para mejorar el aire que circula en los edificios de todo el país, pero la mayor parte de la implementación de ese plan depende de actores locales, propietarios y operadores de edificios y de que haya mejores códigos de construcción.

Todavía no está clara cuál fue la causa de la pandemia de covid y para resolver esa incertidumbre se necesitarían datos e información nuevos. Pero incluso sin saber cuál fue la causa inmediata de la covid, debemos tomar medidas a niveles nacional e internacional para operar los laboratorios con virus letales y contagiosos de la forma más segura posible.

Necesitamos una supervisión gubernamental fuerte de ese tipo de trabajo, con un esquema que equilibre los beneficios propuestos con los principales riesgos. En estos momentos, la Casa Blanca y los Institutos Nacionales de Salud están revisando estas políticas y hay muchos cambios importantes que, de adoptarse, harían que la política y la práctica estadounidenses sean mucho más seguras y eficaces en estas cuestiones.

Estos esfuerzos forman parte de un conjunto más amplio de acciones y programas necesarios para evitar que sucesos accidentales o deliberados desencadenen grandes epidemias y pandemias. Ese trabajo debería incluir requisitos para controlar o prevenir la síntesis en laboratorio de virus mortales o desaparecidos; una fuerte capacidad nacional para atribuir un nuevo patógeno a su origen; el compromiso de apoyar la Convención sobre Armas Biológicas, el tratado internacional que prohíbe las armas biológicas y de toxinas, así como un vigoroso escrutinio y supervisión de la práctica de extraer de ecosistemas remotos virus que puedan tener potencial pandémico y que nunca hayan sido introducidos en personas o estudiados en un laboratorio.

Como principal organismo estadounidense de salud pública, los CDC tienen responsabilidades esenciales en materia de preparación y respuesta ante pandemias. Sin embargo, la pandemia puso de manifiesto muchos de sus retos, incluidos los primeros errores en las pruebas, la complicada orientación pública y la incapacidad para recopilar algunos datos clave que los líderes nacionales y el público necesitaban. La agencia requiere nuevas facultades para recopilar datos con urgencia, nuevas habilidades para contratar, retener y reclutar talentos, así como una nueva capacidad para desplegar personal y financiamiento a las organizaciones de salud pública estatales y locales de todo el país que necesitarán esa ayuda.

Los CDC también necesitan operar con rapidez cuando hay una crisis, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. En la actualidad, su presupuesto se divide en alrededor de 160 programas que no pueden modificarse durante las pandemias, esto debe cambiar. Algunos cambios están bajo el control de este organismo; otros requerirán soluciones legislativas (como darle más autoridad y fondos).

Estos no son los únicos esfuerzos necesarios —también necesitamos una mayor capacidad de salud pública local, un mayor apoyo a las organizaciones comunitarias que trabajan en la atención a la población y más— pero son un comienzo fundamental. Y se avecinan oportunidades para actuar en consecuencia.

La petición presupuestaria del gobierno de Biden solicita fondos para la preparación ante una pandemia y el Congreso debería adoptarla. El Congreso también tiene la oportunidad de reautorizar este año la ley de preparación ante pandemias y todo tipo de peligros y podría reforzar, entre otras muchas capacidades clave, a la Administración para la Preparación y Respuesta Estratégicas en su labor de desarrollo y distribución de vacunas y de refuerzo de la cadena de suministro.

La covid puso de manifiesto una increíble determinación, ingenio científico, perseverancia individual y comunitaria e innovación. Pero aun así, millones de personas murieron, muchos millones más enfermaron y las sociedades sufrieron un retroceso terrible en Estados Unidos y en todo el mundo. Es probable que en el futuro nos enfrentemos a amenazas pandémicas similares o peores. Tenemos que aprovechar el tiempo que tenemos ahora para prepararnos lo mayor posible y protegernos de los desafíos que puedan surgir de nuevo sin previo aviso.

Tom Inglesby es director del Centro Johns Hopkins para la Seguridad Sanitaria.

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