[The New York Times tiene cobertura en vivo de la situación en Rusia en inglés. Lee aquí]
Los lineamientos de un acuerdo que al parecer calmó una crisis de seguridad rusa en rápida evolución comenzaban a perfilarse la noche del sábado, cuando el Kremlin anunció que un líder mercenario ruso, que durante casi 24 horas encabezó una rebelión armada contra los líderes militares del país, huiría a Bielorrusia y sus combatientes no enfrentarían repercusiones.
El anuncio coronó uno de los días más agitados en los más de 23 años del gobierno del presidente Vladimir Putin de Rusia y sucedió posteriormente a una aparente intervención del líder de la vecina Bielorrusia, quien se involucró para negociar una solución a la crisis directamente con el jefe de la compañía militar privada Wagner, Yevgeny Prigozhin, quien lideraba la revuelta.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo a la prensa que bajo un acuerdo negociado por Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia, Prigozhin se dirigiría a Bielorrusia y el caso penal en su contra por organizar una insurrección armada sería desestimado.
A los combatientes de Wagner que no participaron en la insurrección, según Peskov, se les dará la opción de firmar contratos con el Ministerio de Defensa de Rusia, y el resto no enfrentará ningún enjuiciamiento, considerando sus “actos heroicos en el frente de guerra”.
“Había un objetivo superior: evitar el derramamiento de sangre, la confrontación interna, evitar los enfrentamientos con consecuencias impredecibles”, afirmó Peskov. “Fue en nombre de estos objetivos que se realizaron estos esfuerzos de mediación de Lukashenko, y el presidente Putin tomó las decisiones correspondientes”.
En una declaración de audio más temprano en la noche, Prigozhin anunció que sus tropas que marchaban hacia Moscú detendrían el avance y se darían la vuelta. Sus fuerzas, que se habían apoderado del cuartel general del distrito militar del sur en Rostov del Don, también parecían estar abandonando el lugar, según imágenes compartidas en las redes sociales.
En un breve discurso el sábado por la mañana, Putin había calificado el motín como un acto de traición por parte de personas que estaban dándole “una puñalada en la espalda a nuestro país y a nuestro pueblo”.
Tras arremeter el viernes contra el ejército ruso por su manejo de la guerra en Ucrania, Prigozhin tomó el control de Rostov temprano en la mañana del sábado y comenzó a movilizar sus convoyes militares armados hacia la capital rusa. Putin, a su vez, se apresuró a reunir fuerzas de seguridad en el suroeste de Rusia y en Moscú.
La situación cambió rápidamente el sábado por la noche cuando la presidencia de Lukashenko, a través de un comunicado, anunció que Prigozhin había aceptado la propuesta del líder bielorruso de “detener el movimiento de personas armadas de la compañía Wagner”. En una declaración de audio publicada en Telegram poco después, Prigozhin afirmó que estaba “dando la vuelta” para evitar el derramamiento de sangre ruso y “saliendo en la dirección opuesta a los campamentos de acuerdo con el plan”.
Peskov, el vocero del Kremlin, dijo que el líder de Bielorrusia, que hace mucho conoce personalmente a Prigozhin, se había ofrecido para fungir de mediador y que Putin había accedido.
“Estamos agradecidos con el presidente por sus esfuerzos”, dijo Peskov.
Esto son los acontecimientos más recientes:
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Las críticas constantes del temperamental jefe de Wagner al liderazgo militar de Moscú estallaron en una confrontación abierta el viernes cuando acusó al ejército ruso de atacar a sus fuerzas y prometió tomar represalias. Las autoridades rusas dijeron que acusaban a Prigozhin de “organizar una rebelión armada” contra el presidente ruso. En un mensaje de audio el sábado, Prigozhin rechazó las acusaciones de traición y dijo que sus fuerzas eran “patriotas de nuestra madre patria”.
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Apparátchiks del Kremlin, gobernadores regionales, legisladores y otros funcionarios declararon su lealtad a Putin, y prácticamente todos predijeron que el presidente ruso prevalecería. Ninguna figura central se puso públicamente del lado de Prigozhin.
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Los funcionarios estadounidenses dijeron que estaban observando la situación de cerca, pero no quisieron decir nada públicamente que pudiera darle a Putin motivos para culpar a Occidente por la conmoción.