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Ellos encontraron a los niños

Rostros del rescate más famoso de Colombia, las lecciones del Titán y más para tu fin de semana.


Los cuatro hombres estaban agotados, habían dormido tres semanas en la densa selva amazónica colombiana. Mientras subían por una colina, a eso de las 2:00 p. m. del 9 de junio, uno de ellos escuchó un llanto muy tenue. Los habían encontrado.

Quizás conoces la noticia: un avión se desplomó en la selva, los tres adultos abordo murieron, pero los cuatro jóvenes pasajeros —de 13, 9, 4 y un año— desaparecieron. Entonces, el gobierno de Colombia desplegó una operación nacional de búsqueda y rescate por ese territorio hostil. Después, la buena noticia recorrió el mundo: tras 40 días, los niños fueron hallados con vida.

Menos conocida es la historia de los rescatistas, miembros de la Guardia Indígena. Nuestras colegas Genevieve Glatsky y Julie Turkewitz escribieron esa historia. Genevieve y la fotógrafa Nathalia Angarita viajaron a Puerto Leguízamo, en el extremo sur de Colombia, para reunirse con cuatro hombres que fueron clave para encontrar a los niños.

Su reportaje es iluminador: las vidas de los rescatistas —Nicolás Ordóñez, Eliecer Muñoz, Dairo Kumariteke y Edwin Manchola— son, de muchos modos, el reflejo de los desafíos de la Colombia actual.

Para conocer más sobre esta historia y estos hombres, le hice unas preguntas a Genevieve.

Patricia: ¿Qué nuevos detalles descubriste al hablar con los guardias indígenas?

Genevieve: Fue interesante descubrir cuánto había influido en sus vidas el conflicto armado y lo mucho que había impactado en su decisión de unirse a la búsqueda. Nicolás Ordóñez, el primero en ver a los niños, tiene solo 27 años y fue miembro infantil de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ordóñez se unió por precariedad económica. Tiempo después fue capturado y entonces entró en un programa de reintegración gubernamental. Durante tres años fue al psicólogo, tomó clases e hizo servicio comunitario, y eso lo inspiró a hacer un cambio en su vida. Me contó que mientras estaba en las FARC, su madre encendía una vela todos los días para pedir por su regreso sano y salvo, y que ella hizo lo mismo cuando fue a la selva a buscar a los niños.

El conflicto armado trastocó la vida de Eliecer Muñoz, otro de los rescatistas, de manera diferente. Un grupo armado desapareció a su hermano y su padre, y nunca llegó a saber qué fue de ellos. Así que la operación de búsqueda fue muy personal para él.

P: La Guardia Indígena no era un grupo muy conocido de Colombia, pero ahora está al centro de una de las mayores noticias del país. ¿Cuál es su origen?

La versión actual de la guardia inició hace unos 20 años en respuesta al conflicto armado, era una forma de proteger los territorios de distintos pueblos indígenas tanto de los grupos armados, las compañías petroleras como, a veces, incluso del ejército. Pero la guardia es en realidad un colectivo de muchas guardias de comunidades de todo el país que patrullan sus tierras. Es algo así como una fuerza policial local, solo que no portan armas.

En Puerto Leguízamo comprendí lo profundamente espirituales que son los integrantes de la guardia. Nathalia, la fotógrafa que me acompañó, y yo estuvimos en varias ceremonias y rituales para conocerlos mejor, antes incluso de preguntarles específicamente sobre el rescate. Muchos rituales involucran mambe, un polvo verde que es un estimulante ligero hecho de hojas de coca y ambil, una pasta de tabaco. Son sustancias sagradas para el pueblo murui muina, del que forman parte los cuatro rescatistas.

P: ¿Llegaste a alguna suerte de conclusión mientras escribían un reportaje que vincula la historia moderna del país y las biografías de estos hombres?

G: Fue poético y hermoso ver cómo todas estas historias se entretejían. Un ex niño soldado cargó en la espalda a una niña de más o menos la misma edad en la que él fue reclutado por la guerrilla hasta ponerla a salvo, y lo hizo junto a alguien que había perdido a sus familiares a manos de un grupo armado. Y en las labores de búsqueda ellos tuvieron el apoyo del ejército, una institución que tiene su propia relación espinosa con el conflicto armado y con las comunidades indígenas. Así que me di cuenta de que además de ser una historia sobre la supervivencia, también tenía un relato más grande de redención personal y de reconciliación en Colombia.

El martes les pedimos que nos contaran de la banda sonora de su adolescencia, sobre los grupos, cantantes y canciones que los acompañaron en el confuso tránsito a la adultez. Las respuestas recorrieron géneros y latitudes bastante diversos, desde la banda australiana de rock INXS al cantante español Julio Iglesias. Aquí seleccionamos algunos de sus mensajes, editados por claridad y espacio.

  • “Una de mis hermanas mayores siempre escuchaba a Luis Miguel, y quedé prendido de su música. Siempre he sido un romántico empedernido, estaba enamorado de la vida y su canción ‘Amante del amor’ me ponía feliz”. —Edgar Javier Blancas González, Tlalnepantla de Baz, Estado de México, México.

  • “Cada vez que llegaba a la escuela veía un grafiti en la pared con parte de la letra de ‘Summertime Sadness’ de Lana Del Rey. Ver las palabras que más disfrutaba escuchar me hacía sentir parte de algo”. —Valentina Banchero, La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

  • “‘No creo’ de Shakira era un refugio. Mis padres se acababan de separar, vivía con mis abuelos, mis tías, mis primos, mis hermanos, los perros y el colegio, pero yo me refugiaba en el amor. Me enamoré de una chica del cole cuando teníamos 13 años y escuchaba todas las tardes, después de clases, su disco ¿Dónde están los ladrones? La canción que más me gustaba era esa. Yo tampoco creía. Solo creía en ese amor”. —Gonzalo Silva Infante, Lima, Perú.

  • “‘Vogue’ de Madonna me hacía sentir libre, con infinitas posibilidades y parte de una comunidad”. —Juan Iglesias, Colima, México.

  • “Mi banda favorita fue y sigue siendo Guns N’ Roses. En sus letras encontré el sentimiento de ira, amor, desamor y redención por el cual pasamos los adolescentes y experimenté la catarsis en la voz de Axl Rose. La letra de su canción ‘Dead Horse’ dice: ‘A veces siento como si estuviera pateando un caballo muerto’; alguien por fin sentía lo mismo que yo, no era la única que sentía frustración, ira y tensión emocional”. —María Bascaran, Venezuela.

Elda Cantú y Sabrina Duque producen y editan este boletín.


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