Puede que las expectativas sociales tengan algo que ver. Por ejemplo, hay estudios que han demostrado que las mujeres sienten la presión de mantener la casa limpia y se sienten juzgadas si no lo hacen. Por su parte, a los hombres suele elogiárseles por actividades cotidianas como limpiar la casa o llevar a un hijo a una cita médica.
El trabajo no remunerado en sí no es problemático, según la investigación. Más bien, es todo lo que conlleva: si entra en conflicto con las responsabilidades de alguien más, como el trabajo remunerado, y si es lo que alguien quiere hacer.
Los científicos sociales nombraron por primera vez estos problemas hace más de medio siglo, y desde entonces se han agudizado, ya que cada vez más mujeres han asumido un trabajo remunerado. El término “tensión de roles”, acuñado en 1960 por el sociólogo William J. Goode, describe lo que ocurre cuando los múltiples roles de una persona interfieren con su rendimiento en otros: cuando las largas horas de trabajo doméstico no remunerado hacen que la gente se sienta menos capaz de hacer su trabajo remunerado, o viceversa.
La “pobreza de tiempo” —un término que los científicos sociales utilizan para describir el hecho de no tener suficiente tiempo para trabajar o realizar actividades recreativas— afecta en especial a las mujeres con demandas de cuidado y a personas con trabajos sin flexibilidad y mal remunerados. La pobreza de tiempo contribuye a declives en la salud mental y también dificulta hacer cosas que mejoran la salud como hacer ejercicio, dormir o cultivar amistades. Un estudio encontró que aunque es cada vez más probable que las parejas heterosexuales compartan la responsabilidad del trabajo remunerado y el que no lo es, los hombres tienen mucho más tiempo de ocio los fines de semana mientras las mujeres realizan más labores del hogar.
En algunos casos, se encontró que los padres que renunciaron al trabajo remunerado para cuidar de los hijos se sienten más contentos con sus labores no remuneradas, pero no siempre es así. Depende de qué tanto coincide con lo que querían hacer o si sienten que en realidad no tuvieron muchas alternativas al momento de elegir.
“No está claro que realizar una mayor cantidad o una mayor proporción de trabajo doméstico no remunerado se asocie negativamente con la salud física o mental per se”, dijo Daniel L. Carlson, sociólogo de la Universidad de Utah, que estudia el tema. “Las madres que tienen la responsabilidad mayoritaria de esas tareas, pero que también son muy convencionales en sus roles de género, no están en conflicto con esa responsabilidad. Pero en el caso de las mujeres que creen más en la igualdad, tener esas responsabilidades conlleva una salud mental más deficiente”.
De ahí se derivan en parte las identidades discordantes, explicó: “Quiero ser esta persona, pero no lo soy”.