Este texto forma parte de una serie que explora el mundo a través de los libros. Les hemos pedido a algunos de nuestros escritores favoritos que recomienden lecturas que te ayuden a conocer sus ciudades, desde Estocolmo hasta Ciudad de México, El Cairo y más allá. En este enlace puedes explorar toda la serie.
En 2004, el escritor español Álvaro Pombo llegó a Ciudad de México. Él había escrito una novela que ocurría durante las guerras mexicanas del siglo XX y decía que quería conocer el presente del país que había estudiado en libros.
Se instaló en un hotel del centro y salió a caminar. Vio los coloridos murales en Palacio Nacional, los danzantes aztecas afuera de la Catedral, las ruinas del Templo Mayor y las calaveras que aludían a los sacrificios humanos. Luego recorrió un mercado callejero que ofrecía un barroco surtido de frutas, animales y productos chinos. Compró un cortaúñas que de inmediato se deshizo entre sus dedos, respiró el aire cargado de chiles y especias, vio a personas que parecían haber salido de un cuadro de Frida Kahlo, oyó el estruendo de una trompeta y decidió regresar a su hotel.
Abrumado por la intrincada realidad, tomó el teléfono y me llamó a mi casa.
“México es demasiado complejo para entenderlo a simple vista”, me dijo, “necesita ser leído”.
¿Qué clásicos explican Ciudad de México?
Comencemos en el siglo XVI. Ya anciano, el soldado Bernal Díaz del Castillo escribió su Historia verdadera de la Conquista de Nueva España para ganar con la pluma las recompensas que no le había dado la espada. El narrador carece de vocabulario para describir una civilización desconocida y opta por un punto de vista marcado por el desconcierto, demostrando que se puede narrar con pasión lo que no se entiende.
En el siglo XVII, sor Juana Inés de la Cruz fue la principal autora de la lengua castellana. Sus Obras completas revelan a una poeta interesada en la astronomía, la teología, la gastronomía, los sueños, la vida urbana y las injustas diferencias de género. “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”, escribe en un poema. Sor Juana entró al convento de las monjas jerónimas porque era su única opción para ejercer su vocación intelectual. Sin embargo, se vio sometida a la censura y tuvo que guardar silencio en sus últimos años. Testigo de las inundaciones de la ciudad lacustre, escribió que el agua que cubría las calles en realidad era un bautismo. Su poesía fue un torrente similar.
En el siglo XX, nuestra cultura practicó un deporte extremo: definir lo que significa ser mexicano. Un destacado ejemplo de esa indagación es El laberinto de la soledad, de Octavio Paz. Publicado en 1950, este ensayo perdura por sus imaginativas asociaciones y su prosa musical, pero es cuestionado por antropólogos e historiadores que consideran que su definición de lo “mexicano” es maniquea y artificiosa. Lo mismo se puede decir de La región más transparente, la novela de 1958 en la que Carlos Fuentes convierte a Ciudad de México en protagonista de la trama. La capital tenía entonces alrededor de cinco millones de habitantes y aún podía someterse a un retrato de conjunto. Hoy en día, se necesitaría una asamblea de escritores para captar un territorio metropolitano que tiene entre 20 y 23 millones de habitantes, nuestro “margen de error” es del tamaño de una ciudad europea. Aunque el coro de voces coloquiales que Fuentes incluye en su novela ha envejecido, se trata de una obra fundacional sobre la capital mexicana.
¿Qué han dicho los escritores que han visitado la ciudad?
Jack Kerouac le envió una carta a su amigo William S. Burroughs preguntando si era peligroso viajar a México. Burroughs, que ya vivía en el país, respondió con autorizada contundencia: “No te preocupes: los mexicanos solo matan a sus amigos”.
Numerosos extranjeros se han beneficiado de la peculiar hospitalidad mexicana, donde el infierno se mezcla con el paraíso. Cerca de la capital, en Cuernavaca, Malcolm Lowry encontró los delirios que le permitieron escribir una poderosa saga de la mente: Bajo el volcán. Por su parte, D. H. Lawrence atestiguó en las calles de la capital el momento en que los ídolos aztecas eran desenterrados como emisarios de otro tiempo. Su novela mexicana, La serpiente emplumada, es inferior a sus cuentos y a El amante de Lady Chatterley, pero ofrece un impactante registro de la forma en que un pasado milenario influye en el presente.
En Los detectives salvajes, Roberto Bolaño, que tenía raíces profundas en Ciudad de México, sugiere que no hay mayor acto poético que la vida misma, pero para llegar a una iluminación hay que vivir de otra manera. Sus poetas son investigadores secretos de la experiencia: detectives salvajes, sin duda.
Describir México a ritmo de carretera no ha dejado de ser una tentación literaria. Cuando el expresidente Donald Trump anunciaba que los mexicanos eran una amenaza para Estados Unidos, Paul Theroux —el decano de la literatura de viajes— decidió conocer al supuesto enemigo. Después de haber abordado los principales trenes del planeta, Theroux recorrió México en coche hasta llegar al Chiapas de los zapatistas. El resultado fue En la llanura de las serpientes, una brillante bitácora de viaje.
¿Qué libros reflejan el presente?
En Temporada de huracanes, Fernanda Melchor se ocupa de la violencia que devasta el país y que ha dejado cifras de guerra civil. De acuerdo con Reporteros sin Fronteras, México es el país más peligroso para ejercer el periodismo. Melchor demuestra que las noticias más terribles solo se pueden dar en una novela.
Valeria Luiselli reconstruye el microcosmos de un barrio obrero en Historia de mis dientes. Escrita originalmente para acompañar una exposición en una galería de arte contemporáneo ubicada en una zona industrial, esta novela traza el mapa de un suburbio degradado y lo reinventa a través de habitantes imaginarios.
Durante la segunda mitad del siglo XX, Carlos Monsiváis operó como un cronista incansable, la agencia de prensa de una sola persona que se ocupaba de todos los territorios de la realidad. Apocalipstick reúne sus mejores trabajos. Una de sus obsesiones fue entender la irresistible imantación que ejerce Ciudad de México. La contaminación y la inseguridad no impiden que la gente siga llegando a un sitio cargado de energía. Un aforismo de Monsiváis resume la pasión de pertenecer al laberinto urbano: “La peor pesadilla es la que nos excluye”.
Con ese ánimo escribí El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México. Producto de 25 años de escritura, este libro procura recrear un sitio que a pesar de su aparente deshumanización no deja de ser un entrañable lugar de residencia. En la última página señalo: “Eres del lugar donde recoges la basura”. Es fácil estar orgulloso de las glorias y los palacios de una ciudad; lo decisivo es estar dispuesto a encargarse de sus desperdicios.
No es casual que el rostro más genuino de los chilangos —los habitantes de Ciudad de México— haya aparecido después de los terremotos. En los sismos de 1985 y 2017 nos convertimos en rescatistas, demostrando que los escombros y las ruinas eran nuestros.
En Nada, nadie: las voces del temblor, Elena Poniatowska recupera los testimonios de quienes sobrevivieron al terremoto de 1985 con la misma fuerza con que en La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral recoge las voces de quienes sobrevivieron a la matanza del 2 de octubre de 1968, cuando policías y militares abrieron fuego contra estudiantes desarmados en la plaza de Tlatelolco. En ambas crónicas confirma que en México el heroísmo es un asunto de la vida diaria.
¿La ciudad puede sentirse como una parte del cuerpo para quienes vivimos aquí? ¿Hay libros que lo reflejen?
En 1977, Fernando del Paso escribió una novela enciclopédica ubicada en el centro de la capital: Palinuro de México. El protagonista es un estudiante de medicina asesinado durante el movimiento estudiantil de 1968. A medida que aprende anatomía, encuentra sugerentes asociaciones con el otro cuerpo que lo rodea, Ciudad de México.
Esta apropiación orgánica del paisaje urbano tiene expresión reciente en El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel. La protagonista vive en Villa Olímpica, unidad habitacional construida para los atletas de las Olimpiadas de 1968 que se transformó en recinto de exiliados chilenos y argentinos. La narradora vive exiliada en su propio cuerpo y establece una inquietante correlación entre su vacilante identidad y un barrio de gente inadaptada.
En Las mutaciones, Jorge Comensal agrega humor a esta tendencia literaria. El protagonista es un abogado que pierde el habla a causa de un cáncer de lengua. Un loro se convierte en su confidente. El hombre que litigaba en tribunales se ve silenciado por su cuerpo y depende de otra especie para expresarse.
¿Qué librerías visitar?
Al sur de la ciudad, la inmensa Librería Gandhi, que acaba de cumplir medio siglo, ha sido la universidad alterna de varias generaciones. En el centro, la calle de Donceles es sede de librerías de viejo donde el azar y la curiosidad producen hallazgos milagrosos.
Lista de lectura de Juan Villoro
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Historia verdadera de la Conquista de Nueva España, Bernal Díaz del Castillo
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Obras completas, sor Juana Inés de la Cruz
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El laberinto de la soledad, Octavio Paz
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La región más transparente, Carlos Fuentes
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Bajo el volcán, Malcolm Lowry
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La serpiente emplumada, D. H. Lawrence
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Los detectives salvajes, Roberto Bolaño
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En la llanura de las serpientes, Paul Theroux
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Temporada de huracanes, Fernanda Melchor
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Historia de mis dientes, Valeria Luiselli
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Apocalipstick, Carlos Monsiváis
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El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México, Juan Villoro
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Nada, nadie y La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska
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Palinuro de México, Fernando del Paso
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El cuerpo en que nací, Guadalupe Nettel
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Las mutaciones, Jorge Comensal
La reconocida obra de Juan Villoro cruza géneros e incluye Arrecife, una novela distópica sobre el turismo que está siendo adaptada para la televisión, y El libro salvaje, sobre un libro que se niega a ser leído, que ha sido traducido a más de 10 idiomas y está siendo adaptada al cine por el actor y director Gael García Bernal.