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Xi Jinping cede un poco. Pero no lo suficiente

En abril de 1976, una protesta popular contra los dirigentes de mano dura los llevó a remover a uno de los reformadores, Deng Xiaoping. En 1978 y 1979, los pedidos en el “muro de la democracia”, que clamaban por una mayor libertad, llevaron al encarcelamiento de activistas como Wei Jingsheng. En 1986, las protestas estudiantiles por una mayor liberalización derivaron en la remoción de Hu Yaobang, líder del Partido Comunista que favorecía la apertura.

Después, el movimiento democrático de Tiananmén de 1989 fue un llamado profundo por una mayor libertad, y el resultado fue una masacre, sentencias de prisión prolongadas y el ascenso de funcionarios de línea dura que han hecho que la nación sea menos libre.

Por lo tanto, se siente como un hito histórico que Xi se haya visto obligado a ceder ante las protestas. Pero la flexibilización puede resultar costosa.

Xi manejó la pandemia con destreza durante un tiempo, y redujo la mortalidad por covid a niveles que casi cualquier país envidiaría. Sin embargo, cuando las vacunas estuvieron disponibles, Xi no se adaptó bien. No importó desde Occidente las vacunas de ARNm, más efectivas, y no promovió lo suficiente la vacunación y las dosis de refuerzo para las personas más vulnerables y la gente de mayor edad. Mantuvo la política de confinamientos mucho más tiempo del que era sostenible, en parte por la dificultad clásica que enfrentan los dictadores al considerar las opiniones de las personas, que pueden ir a la cárcel por decir lo que piensan.

El efecto es que cualquier flexibilización expedita de las reglas de covid hoy, sin primero aumentar las tasas de vacunación entre las personas mayores, puede provocar que cientos de miles de chinos mueran a causa de la covid. Eso será responsabilidad de Xi.

Una de las grandes paradojas de China es que, en muchos frentes, es una maquinaria administrativa con una asombrosa habilidad para corregir el rumbo. Ha gestionado el desarrollo de infraestructura y mejoras educativas que son extraordinarias: hoy, la esperanza de vida de un niño nacido en Pekín es más alta que la de un niño nacido en Washington, D.C. Sin embargo, los líderes chinos a menudo han tenido problemas para autocorregirse en el ámbito ideológico.

El resultado: los gobernantes autoritarios de China han visto surgir una clase media urbana educada que aspira a una mayor participación, pero la “China Popular” se niega a permitir que lo hagan.

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