Matisse se transformó a sí mismo al transformar su trabajo y pasarse al collage. Asistido por sus ayudantes, aplicaba pintura al papel, y después recortaba y disponía las piezas para producir obras muy variadas: desde las pequeñas hasta las casi gigantes, y desde las abstractas y las simbólicas hasta las figurativas. Matisse las llamaba “gouaches découpées”, o “guaches recortados”, por el tipo de pintura que utilizaba. Las consideraba la culminación de su vida artística: “Solo lo que he creado después de la enfermedad constituye mi verdadero yo: libre, liberado”. Las nuevas limitaciones de su cuerpo se convirtieron en una oportunidad para la renovación. Con pintura, tijeras y papel, dibujó, esculpió y construyó un nuevo yo.
Aquí tenemos una lección sobre qué significa cuidar el cuerpo, habitar el que tenemos, y no solo con aceptación y amor, como bien se nos recomienda a menudo. Es una lección aprendida cuando vivimos a través de nuestro cuerpo como vehículos de belleza, como conductos a la participación de lo estético. Es una lección aprendida cuando inducimos una apertura estética radical a nuestro cuerpo, a lo que este puede hacer y producir a medida que el tiempo y el azar obran en nosotros una inevitable transformación.
De nuestro cuerpo emana mucho de lo que somos: a través de nuestra voz, la compostura, la vestimenta, los tatuajes, los piercings, la indumentaria, el maquillaje, el peinado, el calzado, las gafas, las canciones, los libros, los trucos de patinaje y las cicatrices. Así es como nos comunicamos y nos proyectamos al mundo, en, dentro y con otros cuerpos bellos.
Hace poco añadí una nueva cicatriz a mi colección, justo debajo de la que tengo en la mejilla. Mientras mi hijo pequeño estaba en la unidad de cuidados intensivos a causa de una fiebre misteriosa, obtuve los resultados de una imagen por resonancia magnética que tuve que hacerme por una vieja lesión en el cuello (a consecuencia del patinaje). Revelaron que mis amígdalas linguales habían experimentado un gran crecimiento asimétrico, lo que era un síntoma de un linfoma. Me operaron de urgencia para extirpar un bulto de carne del tamaño de una ciruela que estaba obstruyendo la mayor parte de mis vías respiratorias. Fui más tarde al oncólogo y me dio los resultados. Lo había causado una infección bacteriana grave, y no hay señales de cáncer, solo una cicatriz incipiente y un dolor de garganta terrible.
Aquí estoy, convaleciente, dolorido, bajo la extraña y agradecida luz de saber que estaré bien (y también nuestro hijo). No podré volar arriba y abajo en las rampas, o en el aire, pero, como Matisse, cantaré a través de la cicatriz. Recogeré a mis hijos. Cocinaré para mis amigos. Ayudaré a mis alumnos a maravillarse ante las complejidades de la filosofía. Escribiré sobre este bello cuerpo.
Nick Riggle es profesor adjunto de Filosofía en la Universidad de San Diego y escritor. Su libro más reciente es This Beauty: A Philosophy of Being Alive, del cual se ha adaptado este ensayo.