LONDRES — La coronación del rey Carlos III el sábado implicará un ritual tan poco frecuente en la historia británica moderna que la última vez que se dio fue hace 70 años, más o menos el tiempo que transcurre entre los avistamientos del cometa Halley. Sin embargo, la coronación aún no ha cautivado la imaginación de un Reino Unido preocupado por otros asuntos.
En panaderías, tiendas de juguetes y el museo de cera de Madame Tussauds están apareciendo imágenes del nuevo rey, en chocolates, Legos y cera. Antiguas reliquias de la coronación, que incluyen la Piedra del Destino de Escocia, están llegando a la Abadía de Westminster para la ceremonia. Carlos y su reina consorte, Camila, ensayan cada paso del servicio en una sala acondicionada especialmente para ese fin en el Palacio de Buckingham.
Pero en una encuesta reciente de la firma de investigación de mercados YouGov a 3070 adultos en el Reino Unido, el 64 por ciento de los participantes dijo tener poco o nulo interés en la coronación. Solo una tercera parte dijo que estaba muy o bastante interesada en ella. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, el número de los que manifestaron poco o ningún interés ascendió al 75 por ciento.
“El amor por la familia real parece haber disminuido”, comentó hace poco Jason Abdalla, de 24 años, un empleado informático afuera de un bar en el exclusivo barrio de Mayfair en Londres. “Da la sensación de que el aprecio por la monarquía es algo más antiguo, más maduro. A mis padres les gusta. Les encanta la familia real. Para mí es ‘lo que hay”.
Hay otras explicaciones menos generacionales para la falta de emoción, como el clima lluvioso de primavera, que podría amainar a tiempo para la ceremonia del sábado, y la depresión económica por la que atraviesa el Reino Unido, que ha centrado la atención pública en el costo del pan más que en lo que los cínicos podrían calificar de pan y circo.
También está el contraste entre el rey Carlos y su madre, la reina Isabel II. La coronación de 1953 mostró a una monarca joven y equilibrada que llegó al trono tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI, y se convirtió en un icono muy querido. A sus 74 años, Carlos es una figura conocida, cuyos defectos han sido analizados en los medios de comunicación durante décadas y que sigue siendo la cabeza de una familia disfuncional.
“No es la figura romántica que ella fue”, afirmó Ed Owens, un historiador que ha escrito sobre la interacción entre la monarquía y los medios de comunicación. “Es una personalidad humana compleja de cuya vida privada sabemos mucho más que de la reina en 1953”, agregó.
Mientras la coronación de la reina simbolizó un nuevo comienzo para el país y la familia real, dijo Owens, la coronación de Carlos viene después de un periodo de rencillas familiares que han dejado a la Casa de Windsor dividida y debilitada.
“Hereda una corona sacudida, y también empañada, por los acontecimientos de los últimos cinco años”, comentó.
La semana pasada, el hijo menor del rey, el príncipe Enrique, volvió a ventilar los trapos sucios de la familia. En su demanda contra el grupo periodístico británico de Rupert Murdoch por piratear su celular, el príncipe Enrique reveló que su hermano mayor, el príncipe Guillermo, había recibido una “enorme suma de dinero” para zanjar las acusaciones de pirateo telefónico contra la empresa News Group Newspapers.
El príncipe Enrique dijo que se le había disuadido de seguir adelante con su litigio debido a un acuerdo secreto entre el palacio y News Group. El palacio, deseoso de sanear la reputación de Carlos y Camila tras la ruptura de su matrimonio con la princesa Diana, estaba decidido a mantener una buena relación con los tabloides de Murdoch.
El momento de estas revelaciones (aunque involuntarias por parte de Enrique, dado que él no dicta el calendario de los procesos judiciales) podría acabar con cualquier esperanza de que Enrique pudiera reparar los desacuerdos de años con su hermano y su padre cuando asista a la coronación, según los observadores reales.
Si el príncipe Enrique asistiría era un misterio hasta que el mes pasado se anunció que sí acudiría, pero que su esposa, Meghan, y sus dos hijos, Archie y Lilibet, se quedarían en su casa de Montecito, California. Archie cumplirá 4 años el sábado, lo que, según algunos, le dio a Meghan una excusa perfecta.
La lista de invitados, sin embargo, ha suscitado otras críticas. El Daily Mail destacó algunos bajo el título “Invitaciones para que te desanimes de tu quiche de la coronación”, refiriéndose al plato oficial de la ceremonia, elaborado con espinacas, habas y estragón fresco.
Entre los dignatarios extranjeros que planean asistir se encuentra Han Zheng, el vicepresidente de China, a quien los partidarios en el Reino Unido de una línea dura hacia china condenan como uno de los autores intelectuales de la represión antidemocrática de 2019 en Hong Kong, una antigua colonia británica. Han es un aliado del presidente Xi Jinping y sería su representante.
También en la lista está Michelle O’Neill, líder del partido nacionalista irlandés, Sinn Féin, en Irlanda del Norte. El Mail señaló que el partido de O’Neill tenía vínculos históricos con el Ejército Republicano Irlandés, que asesinó a Lord Louis Mountbatten, tío del esposo de la reina, el príncipe Felipe, en 1979.
Sinn Féin expresó su pesar por el asesinato de Mountbatten, y O’Neill, al aceptar la invitación del palacio, dijo que el mundo había cambiado. “Soy una republicana irlandesa”, publicó en Twitter. “También reconozco que hay muchas personas en nuestra isla para quienes la coronación es una ocasión muy importante”.
El presidente Biden declinó la invitación y en su lugar enviará a su esposa, Jill, quien planea llevar a su nieta de 23 años, Finnegan. Eso ha causado ansiedad entre los diplomáticos estadounidenses en Londres, a quienes les preocupa que la familia real y el gobierno británico se sientan ofendidos porque las invitaciones son para personajes muy relevantes.
Biden acaba de completar una visita fugaz a Irlanda del Norte para conmemorar el 25º aniversario del Acuerdo de Viernes Santo, a la que siguió con una gira más larga por la República de Irlanda, donde celebró sus raíces irlandesas estadounidenses. Los funcionarios británicos no expresaron quejas (después de todo, Dwight Eisenhower se saltó la coronación de Isabel) y el rey invitó a Biden a una visita de Estado al Reino Unido a finales de este año.
No todos esperan la coronación con indiferencia. Janet Waterston, de 61 años, quien había ido a Londres desde Henley-on-Thames, dijo que esperaba un “ambiente de júbilo”, sobre todo porque el gobierno declaró día de asueto el lunes, un día después de la ceremonia.
Sin embargo, los expertos en la realeza señalaron que era inevitable que muchos británicos vieran la coronación con una mirada más crítica en esta ocasión.
“En 1953, el Reino Unido era una sociedad bastante diferente”, afirmó Vernon Bogdanor, una autoridad en materia de la monarquía constitucional en el King’s College de Londres. “Ahora es una sociedad competitiva, basada en ganarse una posición por méritos propios. Por ende, la monarquía está condenada a atraer más escepticismo”.
El Palacio de Buckingham no es indiferente al cambio de actitudes. Por ello, redujo el recorrido de la procesión entre el palacio y la Abadía de Westminster en comparación con el que realizó Isabel en 1953. Esto evita los embotellamientos en el centro de Londres y hace que las multitudes que se agolpan en las calles no parezcan escasas.
La ceremonia en sí también se ha modificado para dar cuenta de un país ecuménico más diverso. Aunque muchos de sus rituales aún se remontan a más de 1000 años, el arzobispo de Canterbury, el reverendísimo Justin Welby, quien presidirá el servicio, ha agregado varias innovaciones para hacerlo más inclusivo.
Los líderes de religiones no cristianas obsequiarán a Carlos artículos de gala que no son de naturaleza cristiana. El arzobispo invitará a millones de personas de todo el país y la Mancomunidad de Naciones a rendir homenaje al rey, un rito que estaba reservado para la aristocracia hereditaria en la coronación de Isabel. Y antes de irse de la Abadía de Westminster, Carlos hará una pausa para recibir el saludo de un grupo de líderes religiosos no cristianos.
Para quienes residen en el Reino Unido sin ser británicos, el “poder blando” de la monarquía no puede subestimarse. Pero atraer a una población más joven y diversa es un proyecto de más largo plazo que una sola ceremonia.
“Creo que tienen una marca fuerte, como monarquía, y si lo traducen en valor para la sociedad británica, estarán bien”, comentó Marta Sauri López, española de 36 años que trabaja para una empresa de inversión privada en Londres. “Tal vez, la Mancomunidad de Naciones tiene mucho que decir ahí”, añadió. “Así que, si la monarquía consigue mantener la Mancomunidad unificada, será una gran ventaja”, agregó.
Sin embargo, la coronación para Sauri López es, al igual que para muchos británicos, solo un día libre bienvenido. “No me molesta”, dijo, “pero tampoco me interesa”.
Saskia Solomon colaboró con este reportaje.
Mark Landler es el jefe de la corresponsalía en Londres. En tres décadas con el Times ha sido jefe de los burós de Hong Kong y Frankfurt, corresponsal de la Casa Blanca, corresponsal diplomático, corresponsal económico en Europa y reportero de negocios en Nueva York. @MarkLandler