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Por qué los amarillos de Miró han perdido su brillo

Desde los girasoles de Van Gogh hasta “El grito” de Edvard Munch, no faltan obras de arte fundamentales creadas con un llamativo tono conocido como amarillo cadmio. Pero ese derroche de color que los artistas exprimían de sus tubos de pintura no es necesariamente lo que los visitantes de los museos pueden ver hoy en día: el brillo del amarillo cadmio puede disminuir con el tiempo, a medida que la pintura se desvanece y se torna blanquecina.

Y eso no solo afecta a las obras de arte centenarias. Hace poco, un equipo de conservadores de arte y científicos analizó algunos fragmentos de pintura amarilla de cadmio degradada que fueron tomados de obras pintadas por el artista español Joan Miró en la década de 1970. Es probable que una marca concreta de pintura haya sido la principal responsable de la degradación observada en las obras de Miró, según concluyó el equipo en un estudio publicado en julio en la revista Heritage Science.

El pigmento amarillo cadmio es una amalgama compuesta principalmente por cadmio y azufre. Se comercializó por primera vez en la década de 1840 y pronto adquirió renombre entre los artistas. Miró describió el color como “espléndido”. Los dos estudios de Miró en Mallorca, España, están llenos de tubos de amarillo cadmio, incluido el Amarillo cadmio nº 1 de tono limón que es producido por el fabricante parisino Lucien Lefebvre-Foinet.

En 2020, Mar Gómez Lobón, conservadora de arte radicada en Mallorca, comenzó a investigar las pinturas que Miró utilizó tras instalarse en la isla en la década de 1950. Una conservadora de arte de la Fundación Pilar y Joan Miró de Mallorca le había advertido que más de 25 obras de la colección de la fundación que fueron pintadas en la década de 1970 mostraban indicios de pintura amarilla degradada.

Para averiguar la causa del deterioro y si podía estar relacionado con una marca de pintura en concreto, Gómez Lobón y sus colegas recogieron pequeñas motas de pintura amarillo cadmio de tres obras sin título que Miró hizo entre 1973 y 1978. El equipo también recogió pequeñas muestras de tres tubos de pintura de los estudios Taller Sert y Son Boter del artista, una taza utilizada para mezclar la pintura y dos paletas. Cada muestra tenía aproximadamente el tamaño de la cabeza de un alfiler.

Una muestra microscópica de pintura es suficiente para muchos análisis científicos. Además, según David Muller, físico de la Universidad de Cornell que no participó en la investigación sobre Miró, analizar solo una pizca de pintura tiene sus ventajas. Transportar una valiosa obra de arte a un laboratorio es complicado desde el punto de vista logístico. “Hay que seguir un procedimiento de seguridad muy sofisticado”, explica Muller. Pero hay mucha menos presión cuando se trabaja con una muestra de pintura de solo una milésima de pulgada de ancho, que es lo que Muller y sus colegas hicieron cuando estudiaron la degradación del amarillo cadmio en “El grito”.

Gómez Lobón y sus colaboradores analizaron las nueve muestras de pinturas y materiales provenientes del estudio de Miró registrando cómo la pintura absorbía, reflejaba y volvía a emitir diferentes longitudes de onda de luz. Esto permitió que el equipo investigara la composición química y la estructura cristalina de cada muestra.

Los análisis elementales revelaron que las muestras de pintura degradada de los tres cuadros contenían principalmente cadmio y azufre, como era de esperar, con trazas de zinc. La misma mezcla se encontró en las muestras de pintura de las dos paletas y de uno de los tubos de pintura. Además, el equipo descubrió que las seis muestras —de las pinturas degradadas, las paletas y el tubo de Amarillo cadmio nº 1 de tono limón fabricado por Lucien Lefebvre-Foine— presentaban una baja cristalinidad. Esto significa que los átomos de cadmio y azufre no están perfectamente entrelazados en su disposición hexagonal habitual, explica Daniela Comelli, científica de materiales de la Universidad Politécnica de Milán y miembro del equipo de investigación. “Hay cierto desorden”.

También se creía que la escasa cristalinidad del amarillo cadmio era parcialmente responsable de la degradación observada en obras de arte antiguas de Picasso, Matisse y otros artistas (también se ha demostrado que influyen las condiciones ambientales, sobre todo la humedad y la temperatura). Pero estos nuevos resultados muestran que este problema persistió hasta bien entrado el siglo XX, algo que los investigadores consideraron sorprendente.

“Uno pensaría que los fabricantes de pintura habrían corregido el problema”, afirma Gómez Lobón. Además, Lucien Lefebvre-Foinet era una marca de gran reputación. “Era una pintura de gran calidad”.

En el futuro, Gómez Lobón tiene previsto catalogar el centenar de tubos de pintura que aún se encuentran esparcidos por los estudios de Miró. Espera datar con precisión la edad de los tubos Lucien Lefebvre-Foinet y comprender mejor cómo es que la marca fabricaba su pintura, concretamente el amarillo cadmio. Según Gómez Lobón, Miró dejó un tesoro de materiales que debe ser estudiado. “Estos estudios son como una mina de oro”.


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