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Derrame tóxico en Ohio: mitos y verdades del desastre del tren

El descarrilamiento del tren de Norfolk Southern que derramó sustancias químicas tóxicas y dio lugar a la quema controlada de esos químicos en East Palestine, Ohio, se ha convertido en uno de los incidentes más mediáticos —y más politizados— de su tipo en los últimos años.

En las semanas posteriores al incidente, que ocurrió el 3 de febrero, los asustados residentes de este pueblo de 4700 habitantes se han quejado de diversas afecciones y están preocupados por las consecuencias que pueda tener en su salud a largo plazo. En repetidas ocasiones, las autoridades federales y estatales han dicho que todavía tienen que identificar las concentraciones peligrosas de sustancias químicas que se encuentran en el aire o en el agua del municipio.

Algunos especialistas afirman que, para poder entender cabalmente cuáles son las consecuencias del accidente, se requiere una investigación más exhaustiva… y que transcurra más tiempo. Mientras los residentes esperan, también tratan de procesar lo que ocurrió, pero eso se ha visto obstaculizado por la desinformación y el fuego cruzado de las disputas políticas.

Los conservadores han sido especialmente críticos con el descarrilamiento y la respuesta federal, y están usando esta crisis para sembrar desconfianza pública en las agencias gubernamentales. Algunos analistas han aseverado que están ocultando algo —a pesar de la amplia cobertura de los medios noticiosos— y muchos políticos republicanos han acusado al gobierno de Biden de desatender a la comunidad en relación con las repercusiones del incidente.

Esto es lo que se sabe —y lo que no— sobre el descarrilamiento y su impacto.

Según una carta de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) emitida el 10 de febrero, aproximadamente 20 de los cerca de 150 vagones que iban de Madison, Illinois, a Conway, Pensilvania, transportaban sustancias peligrosas.

La carta señalaba que, entre los compuestos químicos que se liberaron al medioambiente, había:

  • Acrilato de butilo, un líquido transparente con olor a fruta que puede causar dificultades para respirar e irritación en la piel.

  • Acrilato de etilhexilo, un líquido transparente que se usa para fabricar pinturas y plásticos y que puede irritar la piel, los ojos y las vías respiratorias.

  • Éter butílico de monoetilenglicol, un líquido incoloro que se usa para fabricar pinturas y barnices. En un experimento en el que durante varias horas se expuso a los participantes a un elevado nivel de esta sustancia química, algunos reportaron haber experimentado irritación en la nariz y los ojos, dolor de cabeza y vómito.

  • Cloruro de vinilo, un gas incoloro usado en la elaboración de artículos de plástico. Este compuesto, que según la EPA iba en cinco de los vagones, se convirtió en una preocupación especial para las autoridades durante los días posteriores al descarrilamiento. El gas tiene lo que los toxicólogos describen como “un olor moderado y dulce” y cuando se inhala puede provocar mareos, dolor de cabeza y somnolencia a corto plazo y una forma poco frecuente de cáncer hepático tras una exposición continuada.

Cuando el cloruro de vinilo se quema, se dispersa en gases como el cloruro de hidrógeno y el fosgeno. Según el registro federal de sustancias tóxicas, el cloruro de hidrógeno tiene un olor fuerte e irritante y carcome cualquier tejido con el que tiene contacto. El fosgeno huele a paja recién cortada y, cuando se inhala, puede provocar tos y jadeos.

“Hemos realizado pruebas para detectar las sustancias químicas más tóxicas que transportaba el tren”, dijo Debra Shore, administradora regional de la EPA, en una rueda de prensa el domingo. “Y no hemos detectado la presencia de residuos en el interior de las viviendas ni en el aire local”.

Sin embargo, algunos expertos han dicho que las autoridades no han realizado pruebas en suficientes lugares o para una gama suficientemente amplia de sustancias.

De acuerdo con las autoridades, para evitar una explosión que podía haber causado un daño más generalizado, Norfolk Southern ejecutó la liberación y la quema controlada de algunas de las sustancias químicas que transportaba el tren (un proceso que produjo una enorme columna de humo con hollín el 6 de febrero). El gobernador republicano, Mike DeWine, autorizó ese plan y lo calificó como el menor de los males; el gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro, también lo aprobó, aunque acusó a Norfolk Southern de realizar un manejo incorrecto del proceso y de no haber considerado otras opciones.

La EPA le ordenó a Norfolk Southern que limpie cualquier contaminación resultante y pague todos los costos.

Norfolk Southern, uno de los mayores ferrocarriles de Norteamérica, declaró que había concedido ayuda económica a los residentes y empresas de East Palestine y que trabajará para limpiar la zona.

Uno de los problemas que plantean los vertidos de sustancias químicas tóxicas es que los peligros no solo se derivan de las sustancias químicas individuales implicadas, explica Gerald Poje, experto en salud ambiental y antiguo miembro de la Junta de Investigación de Peligros y Seguridad Química de Estados Unidos. Los compuestos químicos pueden interactuar entre sí de forma compleja y persistir tras la combustión.

“Pueden haber cientos de productos de descomposición distinta, para los que a menudo tenemos perfiles toxicológicos muy pobres”, dijo Poje. “A veces, nos encontramos en estas situaciones desconocidas”.

Las dioxinas son contaminantes tóxicos que se pudieron haber formado cuando se quemó el cargamento de cloruro de vinilo. Como no se degradan rápido, podrían suponer una amenaza a largo plazo.

Aunque estos componentes ya están presentes en muchos escenarios (por ejemplo, pueden ser subproductos del combustible que se quema), la EPA ha estado trabajando durante décadas para disminuir su producción. La agencia afirma que pueden producir cáncer, interferir con las hormonas y causar daños a los sistemas reproductivo e inmunitario.

El martes, el administrador de la EPA, Michael Regan, señaló que ya había hablado con los miembros de la comunidad acerca de sus inquietudes relacionadas con las dioxinas, pero no llegó a decir que la agencia realizaría pruebas para detectarlas.

“Voy a llevarle esa información a mi equipo en Washington D. C., y quiero que la gente sepa que hemos escuchado todo lo que tenían que decir sobre ese tema”, afirmó.

Murray McBride, un químico ambiental y de suelos y profesor emérito de la Universidad de Cornell, explicó que se necesitaban más pruebas para determinar si se habían depositado dioxinas en el suelo como resultado de la quema de sustancias químicas y, en caso afirmativo, qué tan lejos podrían haber llegado.

La respuesta no está clara. La gente que vive en East Palestine y en sus alrededores se ha quejado de dolor de cabeza, tos, sarpullido y otros síntomas clásicos de la exposición a sustancias químicas.

Los expertos de las principales agencias sanitarias y medioambientales han estado realizando pruebas para ver si las sustancias químicas liberadas durante el accidente o la quema posterior han contaminado el aire o el agua. Pero, hasta ahora, no han podido explicar por qué la gente sigue reportando estas afecciones.

Las autoridades federales y estatales han dicho continuamente que no han detectado concentraciones peligrosas de sustancias químicas en el aire ni en el agua del municipio y hacen referencia a los datos preliminares de cientos de casas del pueblo. Las autoridades de Pensilvania también han hecho pruebas en los pozos privados cerca del sitio del descarrilamiento, el cual se encuentra cerca de la frontera entre Ohio y Pensilvania.

Pero los olores químicos —con trazos de plástico quemado, quitaesmalte y pegamento— han permanecido allí durante semanas.

Las autoridades han señalado que los olores no indican necesariamente toxicidad. Sin embargo, la gente ha estado olfateando el agua que sale de los grifos, también se preguntan si el agua de los pozos privados fue afectada y, cuando están frente al espejo, se examinan unos misteriosos sarpullidos que algunos tienen después del incidente.

Como reflejo de la gran falta de confianza de los residentes en Norfolk Southern, y del gobierno, ambas partes han realizado pruebas. Algunas personas que viven en la región se someten a tests independientes o buscan la forma de realizar sus propias pruebas.

Según el Departamento de Recursos Naturales de Ohio, los contaminantes se derramaron en algunos cuerpos de agua y afectaron casi 12 kilómetros de torrente. Para el 8 de febrero, el derrame había matado a unos 3500 peces. Las autoridades usaron las presas para mandar agua limpia a los alrededores de las áreas contaminadas.

McBride señaló que es posible que el cloruro de vinilo matara a los peces poco después del derrame, pero tal vez el compuesto se dispersó desde los cursos de agua durante las semanas posteriores. McBride comentó que le preocupaba más que el cloruro de vinilo se hubiese filtrado en el subsuelo, donde podría permanecer por más tiempo y quizás poner en peligro los pozos cercanos.

Las autoridades federales y estatales han subrayado que el agua del municipio es segura. La EPA ha llevado a cabo pruebas en decenas de pozos, principalmente en Ohio, y también ha visto que son seguros. Pero las autoridades han exhortado a las familias que tienen pozos privados en esa zona a seguir bebiendo agua embotellada hasta que examinen los pozos; debido a la gran demanda que hay, ha sido difícil programar esas pruebas.

Tal vez no. Un reglamento de 2015 que fue instaurado durante el gobierno de Obama imponía normas más estrictas para los trenes que transportaban sustancias inflamables muy peligrosas, como el requisito de usar sistemas de frenado más sofisticados.

Esa norma fue derogada en 2018 durante el mandato del presidente Donald Trump. Y, en un comunicado de la semana pasada, la Casa Blanca señaló que los republicanos deben “dejar de eliminar la seguridad de los ferrocarriles y de traicionar a comunidades como East Palestine en pro del cabildeo ferroviario”.

Pero, según el informe inicial de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, el tren que se descarriló era un “carguero de mercancías en general” y no se consideraba un tren para el transporte de sustancias inflamables muy peligrosas, a pesar de que llevaba materiales peligrosos. Y aunque esta norma se diseñó para controlar la velocidad de los trenes, parece que en este caso la velocidad no fue el problema.

Según un vocero de la agencia, la EPA ha tenido presencia en el área de East Palestine desde las dos de la madrugada del 4 de febrero, unas horas después del incidente, para ayudar a las autoridades locales y estatales con las labores de respuesta. Para el final de ese día, la EPA tenía 17 coordinadores y contratistas realizando pruebas y monitoreos de la calidad del aire, había traído un laboratorio de análisis móvil para analizar las muestras y había desplegado un avión especial para estudiar las emisiones.

Aun así, se ha criticado a los funcionarios del gobierno por lo que algunos residentes y legisladores han considerado una respuesta tardía. Regan, el administrador de la EPA, realizó un recorrido por el sitio del descarrilamiento el 16 de febrero. Al destacar que el sitio estaba a 32 kilómetros de la frontera con su estado, el senador demócrata por Virginia Occidental, Joe Manchin, condenó como algo “inaceptable que un alto funcionario del gobierno haya tardado casi dos semanas en presentarse”.

El secretario de Transporte, Pete Buttigieg, visitó East Palestine el 23 de febrero, más de dos semanas después del accidente, y el presidente Joe Biden comentó el día siguiente que no tenía programada ninguna visita.

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