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El fundador de Patagonia transfirió el control de su empresa para combatir el cambio climático

Medio siglo después de fundar Patagonia, la marca de ropa para actividades al aire libre; Yvon Chouinard, el excéntrico escalador que se convirtió en un multimillonario a pesar de su visión poco convencional sobre el capitalismo, ha regalado su empresa.

En vez de vender la compañía o hacerla pública, Chouinard, junto con su esposa y dos hijos adultos transfirieron la propiedad de Patagonia, valorada en unos 3000 millones de dólares, a un fideicomiso especialmente diseñado y una organización sin fines de lucro. Ambas organizaciones fueron creadas para preservar la independencia de la empresa y garantizar que todas sus ganancias (unos 100 millones de dólares al año) se utilicen para combatir el cambio climático y proteger las tierras no urbanizadas en todo el mundo.

Esta inusual decisión sucede en un momento de creciente escrutinio para los multimillonarios y las corporaciones, cuya retórica sobre convertir el mundo en un lugar mejor a menudo se ve eclipsada por sus contribuciones a los mismos problemas que dicen que quieren resolver.

Al mismo tiempo, la renuncia de Chouinard a la fortuna familiar es coherente con su antiguo desprecio por las normas comerciales y su amor por el medioambiente.

“Esperemos que esto influya en una nueva forma de capitalismo que no termine con unos pocos ricos y un montón de pobres”, dijo Chouinard, de 83 años, en una entrevista exclusiva. “Vamos a donar la cantidad máxima de dinero a las personas que están trabajando activamente para salvar este planeta”.

Patagonia continuará operando como una corporación privada con fines de lucro con sede en Ventura, California, vendiendo chaquetas, gorros y pantalones de esquí por un valor de más de mil millones de dólares anuales. Pero los Chouinard, que controlaron Patagonia hasta el mes pasado, ya no son dueños de la empresa.

En agosto, la familia transfirió irrevocablemente todas las acciones con derecho a voto de la compañía, equivalentes al 2 por ciento de las acciones totales, a Patagonia Purpose Trust, una entidad recién creada.

El fideicomiso, que será supervisado por miembros de la familia y sus asesores más cercanos, tiene como objetivo garantizar que Patagonia cumpla con su compromiso de ser una empresa socialmente responsable y regalar sus ganancias. Como los Chouinard donaron sus acciones a un fideicomiso, la familia pagará alrededor de 17,5 millones en impuestos por la donación.

Además, los Chouinard donaron el otro 98 por ciento de Patagonia, sus acciones ordinarias, a Holdfast Collective, una organización sin fines de lucro recientemente establecida que recibirá todas las ganancias de la compañía y utilizará los fondos para combatir el cambio climático. Como Holdfast Collective es una organización 501(c)(4), lo que le permite hacer contribuciones políticas ilimitadas, la familia no recibió ningún beneficio fiscal por su donación.

“Había un costo significativo para ellos al hacerlo, pero era un costo que estaban dispuestos a asumir para garantizar que esta empresa se mantuviera fiel a sus principios”, dijo Dan Mosley, socio de BDT & Co., un banco comercial que trabaja con personas muy ricas, como Warren Buffett, y que ayudó a diseñar la nueva estructura de Patagonia. “Y no obtuvieron una deducción caritativa por eso. Aquí no hay ningún beneficio fiscal”.

Barre Seid, un donante republicano, es el único otro ejemplo reciente de un rico empresario que donó su empresa a causas filantrópicas y políticas. Pero Seid adoptó un enfoque diferente al dar el 100 por ciento de su compañía de productos electrónicos a una organización sin fines de lucro, cosechando una enorme ganancia fiscal personal al hacer una donación de 1600 millones de dólares para financiar causas conservadoras, incluidos los esfuerzos para detener la acción sobre el cambio climático.

Al regalar la mayor parte de sus bienes durante su vida, los Chouinard —Yvon, su esposa, Malinda, y sus dos hijos, Fletcher y Claire, ambos de 40 años— se han establecido como una de las familias más caritativas del país.

“Esta familia es un caso atípico si se considera que la mayoría de los multimillonarios solo donan una pequeña fracción de su patrimonio neto cada año”, dijo David Callahan, fundador del sitio web Inside Philanthropy.

“Incluso quienes participan en The Giving Pledge no donan tanto y tienden a enriquecerse cada año”, agregó Callahan, refiriéndose al compromiso de cientos de multimillonarios de donar la mayor parte de sus fortunas.

Patagonia ya ha donado 50 millones de dólares a Holdfast Collective y espera contribuir con otros 100 millones este año, lo que convierte a la nueva organización en un actor importante en la filantropía climática.

Mosley dijo que, durante su carrera, nunca había visto un caso como este. “En mis más de 30 años de planificación patrimonial, lo que ha hecho la familia Chouinard es realmente notable”, dijo. “Es un compromiso irrevocable. No pueden recuperarlo, y no quieren volver a hacerlo nunca más”.

Para Chouinard, incluso fue algo más simple: era una solución satisfactoria para la planificación de la sucesión.

“No sabía qué hacer con la empresa porque nunca quise una empresa”, dijo desde su casa en Jackson, Wyoming. “No quería ser un hombre de negocios. Ahora puedo morir mañana y la compañía continuará haciendo lo correcto durante los próximos 50 años, y no tengo que estar presente”.

De alguna manera, los cambios en Patagonia no son tan sorprendentes viniendo de Chouinard.

Cuando era un escalador pionero en el valle de Yosemite, en California, durante la década de 1960, Chouinard vivía en su automóvil y comía latas dañadas de comida para gatos que compraba por cinco centavos.

Incluso hoy, usa ropa vieja y andrajosa, conduce un Subaru destartalado y divide su tiempo entre varias casas modestas en Ventura y Jackson, Wyoming. Chouinard no tiene computadora ni teléfono celular.

Chouinard fundó Patagonia en 1973 y se convirtió en una empresa que reflejaba sus prioridades idealistas, así como las de su esposa. Fue una de las primeras compañías en implementar todo, desde el algodón orgánico hasta el cuidado de niños en el sitio de trabajo. Incluso hizo un llamado a los consumidores para que no adquirieran sus productos con un anuncio en The New York Times, durante el Black Friday, que decía: “No compre esta chaqueta”.

Durante décadas, la empresa ha regalado el 1 por ciento de sus ventas principalmente a los activistas ambientales de base. Y en los últimos años, la compañía se ha vuelto más políticamente activa, llegando incluso a demandar al gobierno de Donald Trump en un intento por proteger el Monumento Nacional Bears Ears.

Sin embargo, a medida que las ventas de Patagonia se dispararon, el patrimonio neto de Chouinard siguió aumentando, lo que creó un enigma incómodo para un hombre que aborrece la riqueza excesiva.

“Estaba en la lista de multimillonarios de la revista Forbes, y eso realmente me molestó”, dijo. “No tengo mil millones de dólares en el banco. No manejo coches Lexus.

La lista de Forbes, y luego la pandemia de COVID-19, ayudaron a poner en marcha un proceso que se desarrolló durante los últimos dos años y que, en última instancia, hizo que los Chouinard salieran de la empresa.

A mediados de 2020, Chouinard comenzó a decirles a sus asesores más cercanos, incluido Ryan Gellert, el director ejecutivo de la empresa, que si no podían encontrar una buena alternativa, estaba preparado para vender la empresa.

“Un día me dijo: ‘Ryan, lo juro por Dios, si ustedes no comienzan a avanzar en esto, voy a conseguir la lista de multimillonarios de la revista Fortune y comenzaré a llamar a esa gente’”, dijo Gellert. “En ese momento nos dimos cuenta de que hablaba en serio”.

Utilizando el nombre en clave de Proyecto Chacabuco, una referencia a un paraje de pesca en Chile, un pequeño grupo de abogados y miembros de la junta de Patagonia comenzaron a trabajar en las posibilidades.

Durante los siguientes meses, el grupo exploró una variedad de opciones, incluida la venta de parte o la totalidad de la empresa, convertir a Patagonia en una cooperativa con los empleados como propietarios, convertirse en una organización sin fines de lucro e incluso utilizar una empresa de adquisición de propósito especial, o SPAC.

“De alguna manera volteamos cada piedra, pero realmente no había buenas opciones que pudieran lograr sus objetivos”, dijo Hilary Dessouky, asesora general de Patagonia.

Los caminos más fáciles, vender la empresa o hacerla pública, le habrían dado a Chouinard amplios recursos financieros para financiar iniciativas de conservación. Esa fue la estrategia seguida por su mejor amigo, Doug Tompkins, fundador de las empresas de ropa Esprit y The North Face.

Pero Chouinard no creía que, como empresa pública, Patagonia pudiera priorizar cosas como el bienestar de los trabajadores y el financiamiento de la acción climática.

“No respeto el mercado de valores en absoluto”, dijo. “Una vez que eres público, pierdes el control de la empresa y tienes que maximizar las ganancias para los accionistas, y luego te conviertes en una de esas empresas irresponsables”.

También consideraron simplemente dejarle la empresa a Fletcher y Claire. Pero incluso esa opción no funcionó, porque los hermanos no querían la compañía.

“Para ellos era importante que no fueran vistos como beneficiarios financieros”, dijo Gellert. “Tenían ideas muy fuertes al respecto. Sé que puede sonar frívolo, pero realmente encarnan esa noción de que cada multimillonario es un fracaso político”.

Finalmente, el equipo legal y los miembros de la junta llegaron a una solución.

En diciembre, en una reunión que duró todo un día en las colinas de Ventura, el equipo se congregó por primera vez desde que comenzó la pandemia. Rodeados de robles y huertos de aguacates, los cuatro Chouinard, junto con su equipo de asesores, acordaron seguir adelante.

“Todavía teníamos un millón de cosas por resolver, pero parecía que esto podría funcionar”, dijo Gellert.

Ahora que el futuro de la propiedad de Patagonia está claro, la compañía tendrá que cumplir con sus nobles ambiciones de administrar una corporación rentable mientras aborda el cambio climático.

Algunos expertos advierten que sin que la familia Chouinard tenga una participación financiera en Patagonia, la empresa y las entidades relacionadas podrían perder el foco. Mientras los hijos permanezcan en la nómina de Patagonia y los Chouinard mayores tengan lo suficiente para vivir cómodamente, la empresa ya no distribuirá ninguna ganancia a la familia.

“Lo que hace que el capitalismo sea tan exitoso es que hay motivaciones para tener éxito”, dijo Ted Clark, director ejecutivo del Centro de Empresas Familiares de la Universidad Northeastern. “Si se eliminan todos los incentivos financieros, la familia no tendrá ningún interés en el negocio, excepto el anhelo de los buenos viejos tiempos”.

En cuanto a cómo Holdfast Collective distribuirá las ganancias de Patagonia, Chouinard dijo que gran parte del enfoque estará en las soluciones climáticas basadas en la naturaleza, como la preservación de las tierras salvajes. Y Holdfast Collective también podrá aprovechar el financiamiento de activistas de base que ha caracterizado a Patagonia, pero también puede cabildear y hacer donaciones a campañas políticas.

Para los Chouinard, esta decisión resuelve la pregunta de qué pasará con Patagonia después de que su fundador se haya ido, asegurando que las ganancias de la empresa se pondrán a trabajar para proteger el planeta.

“Siento un gran alivio por haber puesto mi vida en orden”, dijo Chouinard. “Para nosotros, esta era la solución ideal”.

David Gelles es corresponsal de la sección Clima y cubre temas en la intersección del sector privado y la política pública. Síguelo en LinkedIn y en Twitter. @dgelles


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