“Me gustaría pensar que es lo que cualquiera haría”, dijo Kirkby, quien solía pilotear el superyate Le Grand Bleu, propiedad del oligarca ruso Roman Abramovich. Añadió el miércoles que, debido a un acuerdo de confidencialidad, y a las circunstancias “contenciosas” del hundimiento del pesquero, no podía comentar mucho más.
“No me gustaría ver que la Guardia Costera tuviera mala reputación”, dijo. “Hicieron todo lo que pudieron”.
Kirky habló brevemente en un café en el puerto de Suda, donde el yate estaba anclado cerca de un crucero que llevaba turistas a la ciudad cretense de La Canea, una embarcación industrial rusa y un estacionamiento lleno de contenedores de camión. La tripulación del navío hacía tareas, con camisetas que llevaban un dibujo del yate en la espalda y en el bolsillo del pecho una letra B, por la inicial de la familia del difunto dueño del yate, Alberto Baillères.
La mañana del miércoles, un tripulante llevaba una sombrilla por la pasarela que los migrantes recorrieron con inestabilidad la semana pasada; algunos de ellos fueron recibidos por camillas y trabajadores de salud con mantas térmicas de aluminio. En la popa del barco, con letras plateadas que dicen “Mayan Queen” y “George Town”, relucientes bajo el sol caliente y con música house sonando, los tripulantes limpiaban donde los migrantes se habían acurrucado al llegar al puerto de Kalamata.
Según Boat International —un sitio de noticias de yates—, el Mayan Queen, que lleva una bandera de las Islas Caimán, está en la lista de los 100 de los superyates más grandes del mundo. Fue construido por Blohm & Voss GmbH, constructor de embarcaciones con sede en Hamburgo, en 2008 y diseñado por Tim Heywood, favorito de los dueños de yates.
“Su poderío surge de dos motores diésel. Puede albergar a hasta 26 invitados y 24 tripulantes”, decía la revista. “Está construida con una cubierta de Teca, un casco de Acero y una superestructura de Aluminio”.