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La alocada vida de un obispo víctima de robo en el púlpito

NUEVA YORK — En el interior de su iglesia improvisada de Brooklyn, sentado en una silla que más parecía un trono y vestido con un ajustado traje amarillo plátano, marca Gucci, el obispo Lamor Whitehead se preparaba para pronunciar el sermón que sus seguidores habían estado esperando durante una larga semana.

Habían pasado siete días desde que la pequeña y desconocida congregación, Ministerios Internacionales Líderes del Mañana, fue asaltada por tres hombres armados y enmascarados durante un servicio religioso celebrado el 24 de julio y el atraco quedó grabado en un video en directo. Los ladrones despojaron a Whitehead y a su esposa de muchas cadenas, anillos, relojes y otras joyas (cuyo valor total aún no se había estimado con exactitud, pero se calcula en un millón de dólares) y escaparon al exterior por la avenida Remsen.

Whitehead se puso de pie.

“El diablo no quería que volviera a este púlpito”, dijo con solemnidad. “Dios dijo: ‘No puedes quitarle la vida. Puedes tocar sus cosas materiales. Pero no puedes tocar su alma’”.

Luego representó el robo. Dos veces.

A raíz del descarado atraco, la atención se ha centrado en Whitehead, amigo del alcalde Eric Adams y sobre quien pesa una condena por robo de identidad en su pasado. Algunos se preguntan: ¿cómo es posible que un predicador con una pequeña congregación pueda llevar encima una pequeña fortuna en joyas? Y su reacción inmediata durante el robo, como si lo hubiera practicado, ha originado preguntas sobre si sabía que los ladrones se acercaban, una insinuación que él descartó por considerarla ridícula.

“La gente dice eso porque nadie puede creer que haya sucedido”, dijo. Cuando se le preguntó si las joyas estaban aseguradas, descartó la pregunta por ser una cuestión “jurídica”.

El robo fue solo el comienzo de una muy mala semana para Whitehead. Cuando dos pastores de Atlanta, que estaban en vivo en el programa Larry Reid Live se burlaron del diseño descuidado de su iglesia, él apareció en el programa durante la transmisión, montó en cólera, se burló del peso de una pastora y pronunció un insulto contra las personas homosexuales.

Al mismo tiempo, se divulgaron algunos problemas de su pasado, como el tiempo que pasó en la cárcel y las demandas que tuvo que afrontar en Nueva York, en las que se le acusaba de haberse llevado grandes cantidades de dinero de personas que lo conocían. Los registros judiciales de Nueva Jersey muestran que Whitehead debe más de 400.000 dólares derivado de juicios a una empresa de construcción que edificó su casa y a la cooperativa de crédito que financió su Mercedes-Benz y su Range Rover, revelaciones que él ha rechazado por considerarlas una culpabilización de las víctimas, incluso racistas.

“Soy un milagro. No debería estar aquí hoy”, dijo desde el altar el domingo. “Todo el mundo quiere hablar de lo que dice la prensa amarillista y olvidarse del milagro”.

En las entrevistas, Whitehead se negó a comentar sus problemas judiciales del pasado e invitó a que se hiciera un nuevo escrutinio. “La razón por la que la gente no puede entenderme es porque están tratando de entenderme de la manera equivocada”, dijo. “Lo que ven es lo que tendrán”.

En Brooklyn, las raíces de Whitehead son profundas.

La noche del 14 de junio de 1978, unos agentes de policía detuvieron a un conductor porque su licencia estaba suspendida. El hombre protestó y derribó una mesa de frutas y, mientras llegaban más agentes, un hombre corpulento que portaba un arma en la cadera se acercó. Su nombre era Arthur Miller, hermano del conductor y un respetado hombre de negocios del barrio, que encabezaba las ferias del empleo y financiaba a las organizaciones comunitarias.

Miller intentaba calmar la situación, pero los agentes advirtieron el arma, de propiedad legal y con licencia. Uno de ellos sujetó a Miller con una llave de estrangulamiento. Se desplomó, según las noticias de la época, echando espuma por la boca cuando los agentes lo metieron en una patrulla. Sus piernas sobresalían por la ventanilla cuando la patrulla se retiró y fue declarado muerto en un hospital cercano. Su muerte provocó protestas y una marcha al Ayuntamiento.

Miller dejó varios hijos. El más joven, con el apellido de su madre, era un bebé: Lamor Miller Whitehead.

“Crecer en las peligrosas calles de Brooklyn no fue fácil”, escribiría el obispo en el sitio web de su iglesia años después. “Ser criado en un hogar monoparental, sin padre, y donde se esperaba que sobreviviera en un mundo que estaba diseñado para que fracasara”.

No fracasó. Asistió a la Universidad del Este de Nuevo México, donde estudió Contabilidad y Videografía, y regresó a Brooklyn, donde comenzó a trabajar como agente hipotecario en Manhattan.

Pero, poco después, Whitehead le daría a su vida un rumbo muy diferente.

En 2005, una mujer llamó al Departamento de Policía del Condado de Suffolk y dijo que alguien había comprado una motocicleta en Brooklyn a su nombre, utilizando todos sus datos personales.

Unos días después, un agente detuvo a un hombre que conducía la misma motocicleta en un control de tránsito. El conductor era Whitehead, que en ese entonces tenía 27 años.

Lo que siguió fue una larga investigación que descubrió lo que la policía describió como una extensa operación de robo de identidad y fraude orquestada y dirigida por una persona: Whitehead, cuya novia tenía acceso a los informes de crédito de los clientes a través de su trabajo en una concesionaria de automóviles de Long Island.

Whitehead, con los datos personales de la computadora de su novia —quien guardaba la información de acceso en un pedazo de papel en casa— robó las identidades de al menos una decena de personas. Pidió préstamos a nombre de esas personas y compró autos y motos, según el documento de la acusación formal en el condado de Suffolk en 2006.

“Se daba la gran vida”, dijo un detective del condado de Suffolk.

Los preparativos para el juicio duraron meses. Mientras tanto, en vez de pasar inadvertido y trabajar en su caso, Whitehead realizó más fraudes, según indican los registros judiciales.

En 2005, seguía trabajando como agente hipotecario en una oficina del edificio Empire State cuando un director de orquesta llamado Máximo Bragado-Darman y su hijo, Julio Bragado-Young, entraron en su oficina y lo contrataron para que les ayudara a cerrar la compra de una casa de ladrillo rojo en Harlem. El trato se cerró.

Más tarde, Whitehead se puso en contacto con el cliente de mayor edad en privado con una propuesta de negocio. Si me presta 200.000 dólares, le explicó Whitehead, puedo devolvérselos en un mes, junto con 25.000 dólares más, según una demanda judicial que se presentó posteriormente.

El director de orquesta, confiando en el joven que había realizado sin problemas el negocio de Harlem, solicitó un crédito contra su casa, le dio el dinero y lo mantuvo en secreto a su familia, planeando sorprenderles con buenas noticias cuando llegara la ganancia inesperada, dijo su hijo.

En vez de eso, se vio obligado a compartir las malas noticias: Whitehead no iba a devolverle el dinero.

“Estaba casi garantizado que iba a ganar dinero con esto”, dijo Bragado-Young, refiriéndose a su padre. Sobre Whitehead, dijo: “Estamos hablando de un ser humano repugnante. No tengo problema alguno en que mencionen que yo dije eso”.

En el caso de Whitehead, una racha constante de cuatro años de fraudes se vino abajo. Se declaró en quiebra en 2006 y mencionó que sus ingresos eran los 10.000 dólares mensuales que ganaba como agente hipotecario.

El golpe real sucedió en 2008, cuando el juicio en contra de Whitehead por las acusaciones de robo de identidad por fin comenzó. Los fiscales pasaron varios días exponiendo el caso y vincularon a Whitehead con los delitos mediante registros telefónicos y la evidencia que encontraron en su casa y auto. Fue encontrado culpable de 17 delitos, en su mayoría relacionados con el robo de identidad y recibió una sentencia de 10 a 30 años en prisión.

Cuando el conductor de orquesta presentó su demanda ese otoño, Whitehead recibió la notificación y la copia de la demanda en el Centro Penitenciario de Sing Sing. La demanda resultó en una sentencia favorable al director de orquesta y un pago de 306.000 dólares como reparación del daño.

Cinco años más tarde, en julio de 2013, Whitehead salió de la cárcel con una conducta intachable. Y apenas semanas después, creó los Ministerios de los Líderes del Mañana “con el apoyo de 43 personas que creyeron y se reunieron en su casa para estudiar la Biblia”, según afirma su biografía en línea.

“Tengo una vocación y tenía que hacer lo que tenía que hacer”, dijo en una entrevista esta semana. “En cuanto llegué a casa, se puso en marcha”.

Whitehead se convirtió en el Obispo Whitehead, y ha demostrado ser un orador fascinante con lo que parece ser un profundo conocimiento de su Biblia desgastada y una habilidad para convocar capítulos y versículos con facilidad. Es capaz de poner a su público en un estado éxtasis silencioso en un momento y de cantar y aplaudir con fuerza al siguiente.

“Es muy fácil identificarse con el obispo”, dijo Chantelle Vickers, de 38 años, miembro de la iglesia y pastora electa. “Es de las calles de Brooklyn. No es como otros pastores”.

Escuchó las críticas generalizadas sobre todas las prendas que usaba el “obispo enjoyado” cuando le robaron. “Los raperos, los cantantes, la forma en que atraen a la gente, eso es lo que él hace”, dijo. “La gente quiere saber cómo ha conseguido todo eso. Cuando llegas aquí, ves que está enseñando a Dios”.

Esta filosofía, ampliamente conocida como el evangelio de la prosperidad, surgió dentro de las tradiciones religiosas afroestadounidenses y enfatizaba los beneficios materiales de mantener una relación con Dios, dijo el reverendo David Latimore, director del Centro Betsey Stockton de Estudios de la Iglesia Negra en el Seminario Teológico de Princeton.

Es natural que alguien que predica que Dios proporciona riqueza material ofrezca pruebas de eso, dijo. Sin embargo, para él, la abundancia del obispo Whitehead parecía excesiva. “Aunque no es el único ejemplo de muestras de riqueza en las iglesias como parte de este enfoque de la predicación, quiero enfatizar que este es un ejemplo extremo”, dijo.

Al final de sus largos sermones, el obispo Whitehead agarra una pila de sobres vacíos e invita a los fieles a “sembrar” con donaciones, a partir de 1000 o 500 dólares. Cuando no hay interesados, las cantidades sugeridas disminuyen. En un servicio reciente, los primeros sobres salieron de su mano cuando llegó a 150 dólares. No está claro, por supuesto, cuánto pone realmente una persona en el sobre.

Con solo 25 personas aproximadamente en los servicios religiosos del domingo, la asistencia fue más baja de lo normal, algo comprensible una semana después de un robo a mano armada. Pero incluso con una multitud del doble de tamaño, parece poco probable que las donaciones sean lo suficientemente altas como para pagar una fracción de las joyas que fueron robadas.

Whitehead ha dicho que no gana dinero como obispo y no se sabe de qué vive. Pero los documentos presentados ante los tribunales parecen indicar que no le está yendo muy bien.

En 2019, Whitehead dejó de pagar las mensualidades de su Mercedes-Benz y un Range Rover en Nueva Jersey, según una demanda por la cual tuvo que pagar el monto de 68.000 dólares.

Ese mismo año, expidió un cheque por 164.000 a la empresa que construyó su casa en Paramus, Nueva Jersey. El cheque no tenía fondos, según otra demanda.

En 2020, cuando una mujer que había acudido a la iglesia hacía poco se estaba recuperando de una operación, Whitehead le ofreció ayudarla a comprar una casa nueva. La mujer, Pauline Anderson, le envió 90.000 dólares que retiró de su cuenta de jubilación, según consta en la demanda.

“Soy un hombre íntegro y no perderás”, le escribió en un mensaje de texto a la mujer. Ella le pidió que le devolviera el dinero, pero él contestó que era demasiado tarde; ya lo había invertido.

Al mismo tiempo, según la demanda, Whitehead tenía un contrato para la compra de una mansión palaciega de 4,4 millones de dólares en Saddle River, Nuevo Jersey, con alberca, gimnasio y cava.

El domingo en la iglesia, Whitehead dijo desde el púlpito que Anderson era una mentirosa: “Eso es lo que el enemigo quiere hacerles creer”.

Más tarde, cuando se le preguntó sobre sus flujos de ingresos en una entrevista, el obispo Whitehead fue vago. “Me dedico a la inversión inmobiliaria y a ser pastor”, dijo. “No me gusta hacer comentarios sobre todas esas otras cosas”.

Y agregó: “Todo el mundo demanda a la gente, de aquí en adelante. Es lo que hay”. “Robaron a mi iglesia. Me robaron a mí. Soy la víctima”, afirmó.

Su abogado, Brenden Kombol, dijo que conoció al obispo Whitehead hace unos meses y que solo se enteró del litigio en curso la semana pasada cuando leyó la prensa.

Y ofreció algo de información sobre las joyas robadas: “Me han dicho que estaban al menos parcialmente aseguradas”.

El alcalde Adams considera al obispo un amigo desde hace tiempo. “El obispo perdió a su padre —se llamaba Arthur Miller— durante un incidente policial”, dijo después del atraco. “Siempre he mantenido relaciones con personas que han pasado por experiencias traumáticas”. Al mismo tiempo, rechazó la petición del obispo de que los predicadores estén armados en la iglesia.

El robo sigue bajo investigación. Independientemente de su resultado, algo es cierto, como dijo Whitehead a su rebaño el domingo por la mañana.

“Ahora el mundo conoce nuestro nombre”, dijo. “No hay nada más grande que eso”.

Hurubie Meko, Tracey Tully y Michael Rothfeld colaboraron con este reportaje. Susan C. Beachy y Kirsten Noyes colaboraron con la investigación.

Michael Wilson es reportero de la redacción de Metro y ha escrito mucho sobre la ciudad de Nueva York, su cultura y la delincuencia. @MWilsonNYT


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