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La población de China se redujo. ¿Por qué es un problema?

El resultado es que una sociedad en la que hay un declive en la población en edad de trabajar —y en la que todo lo demás se mantiene igual— tiende a experimentar una debilidad económica persistente. Japón es un buen ejemplo. Su población en edad de trabajar alcanzó su punto máximo a mediados de la década de 1990 y, desde entonces, el país ha tenido dificultades con la deflación, a pesar de haber vivido décadas con tasas de interés extremadamente bajas. Hace no tanto tiempo, otros países ricos con demografías que empezaron a parecerse a la de Japón comenzaron a enfrentar problemas similares, aunque estos problemas han quedado al margen —yo diría que de manera temporal— a causa del estallido de la inflación que ocasionaron las respuestas políticas contra la COVID-19.

Para ser justos con los japoneses, se puede decir que han manejado bastante bien el problema del descenso de la población, pues han evitado el desempleo masivo en parte apuntalando su economía con un gasto deficitario. Esto ha producido altos niveles de deuda pública, pero no ha habido ningún indicio de que los inversionistas estén perdiendo la fe en la solvencia japonesa.

Sin embargo, ¿China —con una población en edad de trabajar que ha estado en picada desde 2015— podrá gestionar las cosas igual de bien? Hay buenas razones para ser escépticos.

Desde hace mucho tiempo, China ha tenido una economía muy desequilibrada. Por razones que admito no comprender del todo, los formuladores de políticas han sido reacios a permitir que todos los beneficios del crecimiento económico pasado lleguen a los hogares, lo cual ha provocado una demanda de consumo relativamente baja.

En cambio, China ha sostenido su economía con tasas de inversión muy altas, muy superiores incluso a las que prevalecieron en Japón en la parte más alta de su infame burbuja de finales de la década de 1980. Invertir en el futuro suele ser bueno, pero cuando una inversión muy alta choca con una población en declive, es inevitable que una gran parte de esa inversión produzca rendimientos decrecientes.

De hecho, en este momento la economía de China parece depender de un sector inmobiliario increíblemente inflado, lo cual sin duda luce como una crisis financiera en ciernes.

Sería ingenuo suponer que China no puede hacerles frente a sus problemas demográficos. Después de todo, si consideramos el largo plazo, China ha sido una historia de éxito increíble, pues se transformó de una nación pobre y en desarrollo a una superpotencia económica en tan solo unas décadas.

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