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Aitana Bonmatí y su insaciable sed de conocimiento

Aitana Bonmatí siempre hace la misma pregunta. Cada partido que juega el Barcelona Femenino genera una avalancha de datos sobre rendimiento. Los preparadores físicos del equipo saben cuánto corrió cada jugadora, qué tan rápido y por cuánto tiempo. De hecho, hay tanta información que necesitan dos días para descargarla, tabularla y analizarla. Solo entonces se la muestran a la plantilla.

No todas las jugadoras le prestan mucha atención a ese tipo de observaciones. Algunas los ignoran por completo. Bonmatí, de 25 años, es diferente. No solo quiere la respuesta; también quiere ver el trabajo. Más que nada, quiere saber por qué.

“Después de algunos juegos, te sientes tan fatigada y agotada”, afirmó. “Pero los datos pueden ser bajos. Eso se debe a que a veces no solo es una cuestión física. Puede tener que ver con el estrés, con los nervios que tenías. Me gusta hablar de estas cosas con los entrenadores. Quiero entender por qué suceden estas cosas”.

En cuanto a las cifras brutas, la temporada de Bonmatí, de 25 años, se ve así: nueve goles marcados y 10 creados, desde el centro del campo en esta temporada en el que el Barcelona arrasó, una vez más, para conseguir el título español; cinco goles marcados, y siete más creados, en la Liga de Campeones en el camino hacia su cuarta final —y la de su club— en cinco años. Solo Ewa Pajor del Wolfsburgo ha marcado más goles que Bonmatí. Nadie tiene más asistencias.

El argumento de que Bonmatí ha sido la jugadora más decisiva y valiosa de Europa esta temporada es contundente. Además existe una gran cantidad de evidencia que sugiere que debería ser considerada la principal candidata para el Balón de Oro, al menos hasta que llegue la Copa del Mundo.

La explicación más sencilla para esto es una que Bonmatí rechaza sin pensarlo dos veces. La teoría dice que es Bonmatí quien se ha erigido como el corazón del Barcelona ante la ausencia forzada por lesión de Alexia Putellas, la capitana del club. “Ha asumido una enorme responsabilidad en el mediocampo”, dijo Fridolina Rolfo, la delantera sueca del Barcelona, a principios de este año. “Merece toda la atención, en mi opinión”.

Bonmatí tiene una interpretación ligeramente distinta. “El entrenador es el jefe”, dijo. Esta temporada, ese técnico, Jonatan Giráldez, le ha pedido que asuma un rol más ofensivo que en años anteriores, no solo por la ausencia de Putellas sino porque la presencia de Patri Guijarro, Ingrid Engen y Keira Walsh hace que el club esté bien provisto de centrocampistas defensivas. “El rol ha cambiado”, afirmó Bonmatí. “Pero no por mí”.

Remplazar a Putellas, aseguró, ha sido un esfuerzo colectivo. “Los medios siempre tratan de encontrar a alguien en el equipo en quién enfocarse, y este año soy yo”, dijo. “Pero he venido teniendo buenas temporadas en los últimos años. Soy ambiciosa. Solo quiero ser mejor y más completa que el año anterior”.

Destacar en el Barcelona es más complejo de lo que parece. Lucy Bronze, la defensora inglesa que se mudó a Cataluña el verano pasado, es quizás quien lo describe mejor. En Barcelona, dijo a principios de este año, se ha visto rodeada por una cantidad casi industrial de jugadoras prodigiosamente dotadas, todas salidas de la línea de producción de la academia.

“Hay clones y clones y clones de jugadoras increíbles, técnicas e inteligentes”, afirmó, sonando al mismo tiempo asombrada y posiblemente un poco asustada. “Hay cientos de ellas”.

Que Bonmatí haya sido capaz de destacar en ese grupo —incluso en un club que ha sido cuidadosamente calibrado para producir excelencia y en un equipo que está repleto de las mejores jugadoras del mundo— se le puede atribuir a su búsqueda de la integralidad.

Xavi Hernández, entrenador del equipo masculino del Barcelona e ídolo de la infancia de Bonmatí, la calificó como una “perfeccionista” en el prólogo del libro que Bonmatí publicó el año pasado. Ella lo expresa de otra manera. “Trato de entender todo”, dijo. “Soy una persona muy curiosa”.

La psicología barata sugeriría que Bonmatí heredó ese rasgo de sus padres: ambos académicos, ambos profesores de literatura catalana, ambos lo suficientemente animados por la búsqueda de la igualdad que forzaron un cambio en las leyes para permitir que Bonmatí tomara los apellidos de su madre, en lugar de un patronímico seguido de un matronímico.

Es una veta que Bonmatí no ha perdido y que está mejor ilustrada no tanto por su formación continua —está estudiando gestión deportiva, consciente ya a sus 25 años de la necesidad de prepararse para una vida después del fútbol— sino por su forma de abordar su carrera en sí.

Bonmatí —en sus propias palabras— “siempre está haciendo cosas”. “Hacer un horario es bastante complicado”, dijo. “Necesito asegurarme de tener tiempo para mí, porque de lo contrario siento que no puedo respirar”. Bonmatí cree que sus compañeras de equipo la consideran “hiperactiva”.

Bonmatí tiene responsabilidades fuera de la cancha, con la agencia de Naciones Unidas para los refugiados, con la Fundación Johan Cruyff, con la Fundación Barcelona. Trabaja con un equipo para mujeres refugiadas.

Cuando Walsh y Bronze llegaron a Barcelona, Bonmatí se ofreció como voluntaria para fungir como su traductora de facto. Si necesitaban algo, les dijo, solo tenían que decírselo. El gesto se basó en la bondad, pero también hubo una recompensa. “Significa que puedo mejorar mi inglés”, afirmó. No había ningún motivo oculto para ello: Bonmatí no esperaba convertir el aprendizaje en un traslado inminente a Inglaterra o Estados Unidos. Simplemente quería mejorar su inglés.

Casi todo lo que hace Bonmatí está orientado a un proceso de mejora continua, de suavizar fallas y de asegurarse de que nada haya quedado sin considerar. Lee, y lee mucho: su casa, contó, está llena de libros sobre nutrición, rendimiento y psicología. (Incluso su tiempo de descanso no es realmente de descanso: Primo Levi y Viktor Frankl ocupan el espacio de lectura ligera).

“Cuantas más cosas sepa, más podré aplicar lo que sepa”, dijo. “Cuanto más inteligente sea sobre esos temas, mejor será para mi desempeño”.

Luego está su aprendizaje sobre cinestesia: lejos de la órbita del Barcelona, pero con la bendición del club, tiene a su propio preparador físico, nutricionista y psicólogo. Bonmatí también les hace preguntas. “Quiero saber qué tengo que mejorar y cómo hacerlo”, afirmó.

Por ello no es precisamente una sorpresa que Bonmatí no esté satisfecha con el logro del Barcelona de llegar una vez más a la final de la Liga de Campeones. Es la tercera vez consecutiva para ella y para su club, y la cuarta en general. Esta etapa es tan familiar que el Barcelona llegará como gran favorito para vencer al Wolfsburgo el sábado.

Eso es un logro en sí mismo, por supuesto, un testimonio de lo lejos que ha llegado el equipo femenino del Barcelona, del estatus que ha alcanzado, del progreso realizado por Bonmatí y sus compañeras de equipo. Sin embargo, eso no es lo que ve Bonmatí cuando mira los datos. “Solo hemos ganado una de las finales”, dijo. “Hemos perdido dos. Personalmente, quiero ganar más”.

Rory Smith es el corresponsal principal de fútbol, con sede en en Reino Unido. Cubre todos los aspectos del fútbol europeo y ha reportado tres Copas Mundiales, los Juegos Olímpicos y numerosos torneos europeos. @RorySmith


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