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Lo que la gente no entiende sobre la violación

En el habla cotidiana, el congelamiento suele confundirse con la inmovilidad tónica, pero no son lo mismo: la inmovilidad tónica es más extrema. La inmovilidad colapsada, otra respuesta extrema, implica una disminución precipitada de la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea, lo que provoca flacidez muscular, a diferencia de los músculos rígidos de la inmovilidad tónica. Las víctimas suelen desmayarse o desplomarse y tardan en recuperarse porque su cerebro no ha recibido suficiente oxígeno. Hopper trabajó una vez en un caso en el que un hombre intentó obligar a una víctima a practicar sexo oral, pero ella no podía mantener la cabeza erguida. “Decía que tenía los músculos del cuello totalmente flácidos y que literalmente se le caía la cabeza”, explicó. Las víctimas pueden describir la experiencia con frases como “me sentí mareada”, “me sentí débil” o “me sentí adormecida”. Algunas víctimas lo describen como una “laguna mental”, lo que puede llevar a los investigadores con poca formación a pensar que la víctima bebió demasiado alcohol.

Por lo general, la parálisis aparece al comienzo del ataque y las respuestas extremas tienden a venir después, pero pueden ocurrir en cualquier orden. Los cambios de un comportamiento a otro suceden en milisegundos. Y algunas personas amenazadas de violación logran tomar decisiones, como consentir, porque creen que eso les ayudará a evitar la muerte o lesiones físicas graves. Algunas luchan o huyen, y otras no experimentan ninguna respuesta traumática. Pero todas estas reacciones pueden tener efectos profundamente diferentes en la conciencia y la memoria de las personas.

Los neurocientíficos suelen hablar del cerebro en términos de circuitos, conjuntos de áreas conectadas responsables de ciertas funciones. El circuito de defensa es uno de los mejor estudiados y básicamente funciona de la misma manera en todos los mamíferos: al detectar una amenaza, el circuito de defensa puede dominar de inmediato el funcionamiento del cerebro, con consecuencias importantes para el pensamiento, el comportamiento y la memoria. El circuito de defensa tarda hasta tres segundos en golpear el córtex prefrontal con niveles suficientemente elevados de las sustancias químicas producidas por el estrés como para causar un daño grave, y una vez que el córtex prefrontal se calma, también lo hace nuestra capacidad de razonar. Nuestros centros del lenguaje se ven afectados. Nuestra atención cambia, al igual que la forma en que codificamos los recuerdos.

Amy Arnsten, neurocientífica de la Universidad de Yale, es una de las principales investigadoras sobre el modo en que el estrés afecta al córtex prefrontal. En un estudio del año pasado, su equipo descubrió que la exposición al estrés, aunque fuera leve pero incontrolable, deterioraba rápidamente el córtex prefrontal en humanos y animales. “En situaciones de estrés, el cerebro se desconecta de sus circuitos de evolución más reciente y refuerza muchos de los circuitos primitivos, con lo que aparecen reflejos inconscientes muy antiguos”, me explicó por teléfono.

Arnsten describió que caminaba por un bosque de Vermont hace unos años cuando un oso cayó de un árbol. Sin pensarlo, se paralizó. El oso miró hacia donde ella se encontraba, pero no la vio. “Es solo un reflejo”, dijo. “La mayoría de los animales ven movimiento y no el detalle, así que congelarse —en especial si estás en una situación en la que no puedes escapar— ha tenido un valor de supervivencia a lo largo de muchísimos años”. Sin embargo, la parálisis y la inmovilidad tónica evolucionaron para mantenernos a salvo de los depredadores animales, no de los humanos. Los depredadores humanos no siempre pierden interés si su presa humana parece estar muerta.

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