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Los niños del turno nocturno

Los gallineros pagaban menos que el personal de saneamiento, pero aun así pudo enviar 100 dólares a casa de sus padres al cabo de unas semanas.

Cuando volvieron a empezar las clases, su prima Antonieta, de 15 años, no se planteó matricularse, pero Marcos redujo su turno a solo cuatro horas por la tarde y volvió para cursar el décimo grado. Si aprendía inglés, podría conseguir un trabajo mejor pagado fuera de la industria avícola. Sus profesores se alegraron de verlo y en broma se quejaron de cuánto había crecido. Pero cuando la escuela estaba en marcha, Marcos se sintió dividido. El horario reducido significaba que la mayoría de los días solo ganaba 20 dólares, y ya no tenía tiempo para estudiar cuando llegaba a casa. Esperaba, optimista, que este año no le mandaran tantas tareas en la escuela. Y si era así, creía que podría hacerlas todas en el bus. Si abandonaba los estudios y trabajaba a tiempo completo, podría saldar la deuda de su familia en un año.

Una tarde de septiembre, bajó a toda prisa del bus escolar y regresó a su remolque para prepararse para su turno. Tiró la mochila a un rincón; no empezaría con sus tareas pendientes hasta la mañana siguiente.

Antonia estaba en Perdue, así que Marcos compartió auto con otro trabajador del gallinero. El hombre tocó la bocina al llegar y salieron de Dreamland, manejando despacio para evitar los baches. Pasaron junto a las chaquetas verdes en los tendederos. Pasaron junto a una chica con un cachorro que había abandonado los estudios después de octavo año para trabajar en Tyson. Pasaron por delante de la casa del encargado auxiliar, con su nuevo porche de madera, y luego por delante del cobertizo donde los chicos inmigrantes hacían fila para cortarse el pelo.

Marcos no volvería hasta el anochecer. Por lo general, llegaba a casa a eso de las 8 p. m., pero se quedaba más tiempo en los gallineros si había más aves muertas que encontrar. Había sido un día sofocante, lo que significaba más cadáveres y, esperaba, más trabajo.

Seamus Hughes, Eli Murray y Julie Tate colaboraron con investigación.

Meridith Kohut es una fotoperiodista que ganó un premio Courage in Journalism por su década de trabajo documentando crisis humanitarias internacionales para el Times. Fue finalista del Premio Pulitzer 2018 de fotografía de reportaje

Hannah Dreier es una periodista ganadora del Premio Pulitzer que forma parte del equipo de investigaciones. Puedes contactarla en hannah.dreier@nytimes.com. Más de Hannah Dreier

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