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Adolph SHolidays and Special OccasionsNew YearNew York TimesNY)OchsTimes Square and 42nd Street (Manhattan

31 tesoros decembrinos – The New York Times

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CreditCredit…By Leeandra Cianci

Tengo que confesar algo. Me tomó una vergonzosa cantidad de años trabajando en The New York Times, en Times Square, para darme cuenta, con la ayuda de alguien más, que el nombre del vecindario no era una coincidencia.

Un equipo revisa las luces de la bola de Año Nuevo el 29 de diciembre de 1978 antes de que la elevaran a la parte superior del poste de Times Square y luego la dejaran caer a la medianoche.Credit…Chester Higgins, Jr./The New York Times

El epicentro de neón de la ciudad no solo fue bautizado por el diario, que durante décadas tuvo su sede en el corazón del lugar, sino que la famosa caída de la bola que anuncia la llegada del nuevo año también tiene su origen en el diario. Tal como explican Raillan Brooks y Alexandria Symonds en su artículo de Times Insider, basado en la historia de la tradición, todo empezó con un estallido —literalmente— en 1904. En ese entonces, el director general del diario, Adolph S. Ochs, decidió mostrar el nuevo edificio de la empresa, en la calle 43 Oeste con un poquito de dinamita y un espectáculo de pirotecnia en la azotea. Aquello, reportó el Times el día siguiente, fue “una antorcha para recibir al recién nacido, una pira funeraria para el viejo, que perforó los mismos cielos”.

Credit…World Wide Photos

Ya sea que vayas a unirte a las multitudes en Times Square o que las veas desde casa, te deseo un final festivo de 2022 y mucha paz y alegría en el año que viene. Salud por 2023.

Credit…LeeAndra Cianci

Quienes nacieron a finales de diciembre a menudo se encuentran con una lástima bien intencionada cuando le dicen a los demás su fecha de nacimiento. ¿No es difícil, les preguntan, que tu día especial se pierda en el maratón de grandes festividades?

La respuesta corta, a menudo, es sí. (Por cierto, esta nota fue redactada y editada por dos personas que cumplen años a finales de diciembre por lo que no podemos asegurar un tratamiento completamente objetivo de este asunto).

“Que tu cumpleaños sea a finales de diciembre apesta”, dijo Kim Rosenberg, quien cumplió 56 años el 29 de diciembre. Los regalos de cumpleaños se juntan con otros regalos de temporada. El clima a menudo es terrible (al menos en el hemisferio norte). Muchos amigos y parientes están fuera de la ciudad y los que quedan a menudo están agotados por las otras celebraciones como para esforzarse demasiado con un cumpleaños.

Rosenberg, quien vive en Toronto, aún recuerda el año en que su madrastra se rehusó a comprarle un pastel de cumpleaños porque consideraba que las galletas y otros postres que habían sobrado de Navidad eran suficientes. “¿Ni siquiera me compraste un pastel de 5 dólares del supermercado?”, dijo Rosenberg.

Algunos futuros padres, nerviosos, incluso preguntan si se puede inducir el parto anticipadamente para evitar conflictos con las fechas de fiestas, dijo Tawana Coates, ginecoobstetra y cirujana en New Albany, Indiana. Ella les asegura que sus preocupaciones, aunque bien intencionadas, no son insuperables. Y lo dice con conocimiento de causa: dio a luz a su propia hija cuando en el hospital sonaba música navideña y afuera se acumulaba la nieve.

“Pesó 6 libras, 6 onzas y hacían -6 grados cuando llegamos a casa”, dijo Coates.

El consejo de Coates es esforzarse un poco más para que los cumpleaños de diciembre sean distintos. A través de ensayo y error aprendió que lo conveniente era hacerle dos fiestas a su hija Mars, quien cumplió 11 años este diciembre: una reunión grande a principios de mes, antes de que los calendarios de sus amigos se complique, y una más pequeña en el día del cumpleaños para la familia.

“Naciste en una época especial del año cuando hay muchas cosas alegres”, le dijo Coates a Mars, quien ha llegado a apreciar la temporada: el tema de su fiesta de cumpleaños este año fue “Navidad”.

Rosenberg, por su parte, se ha esforzado por hacerse una alegría particular aparte de las fiestas con ayuda de una “familia elegida” de amigos que acuden para hacer que su cumpleaños sea especial cuando los parientes no cumplían. Un año, la llevaron de viaje en auto por California, tomando fotos de viejos carteles, descubriendo antros divertidos y alojándose en un hotel supuestamente embrujado.

Los cumpleaños de diciembre también pueden servir para aprender un poco de abnegación. RayShawn Payton-Kilgore, que el 31 de diciembre cumple 30 años, solo ha intentado hacerse dos fiestas de cumpleaños en su vida. A la primera, cuando cumplió 14 años, no fue nadie, recuerda ver cómo sus amigos llegaron a la casa de enfrente a recoger a un vecino para irse juntos a pasar la víspera de Año Nuevo en otro sitio.

Durante años, se concentró en hallar alegría en el parrandeo de fin de año de los demás. “Ese siempre ha sido mi regalo para mí”, dijo Payton-Kilgore, analista de tecnología de la información en Louisville, Kentucky. “¿Cómo puedo hacer que ese día sea feliz para todos los demás?”

Pero el año pasado, su terapeuta lo impulsó a celebrarse a sí mismo al menos una vez. En esta ocasión, con apoyo de sus amigos, todos fueron a un buen restaurante y vieron un show de drag.

“Lo pasamos genial”, dijo Payton-Kilgore.

Este año tuvo otros motivos para celebrar. Él y su pareja (que también cumple años a finales de mes) tuvieron un bebé el 2 de diciembre. Como muchos de los pacientes de Coates, habían esperado que naciera en enero, pero cuando su hijo se adelantó varias semanas igual se alegraron.

“En definitiva quiero esforzarme para que ese día sea para él, para mostrarle que merece ser egoísta por un día”, dijo Payton-Kilgore. “Es importante sentirse especial”.

Illustration of a letter, envelope and a hand with a pen writing a thank you note.
Credit…LeeAndra Cianci

El remolino de obsequios decembrinos al fin empieza a ceder, dejando tras de sí un montón de papel desgarrado, tisú arrugado y listones arruinados. Ahora vamos a una tradición menos elogiada, pero aun así muy importante: escribir notas de agradecimiento.

Puede que un mensaje manuscrito parezca una tarea o reliquia de una época pasada, pero los expertos aseguran que vale la pena el esfuerzo adicional. Hablamos con especialistas en etiqueta para que nos dijeran cómo escribir una buena carta de agradecimiento. Estos son sus consejos.

Credit…LeeAndra Cianci

Para un obsequio pequeño o un favor —por ejemplo regar la planta de tu escritorio en las vacaciones o guardarte el último brownie— puede ser suficiente un correo electrónico o un mensaje de texto. Pero si alguien te dio un regalo o hizo algún esfuerzo por hacer algo lindo por ti, lo mejor es una nota manuscrita.

Credit…LeeAndra Cianci

Si tienes papelería de buena calidad y talento para la caligrafía para añadirle chispa a tu carta, ¡fantástico! Pero no tienes que comprar útiles especiales para que el gesto sea significativo. Un pedazo de papel doblado, incluso un Post-it, si es lo que tienes a la mano, también vale. Lo que cuenta es el mensaje.

Credit…LeeAndra Cianci

La nota ideal es corta y al grano. Empieza por agradecer a la persona, de forma específica, por el regalo o acción bondadosa. Escríbele cómo planeas usar el obsequio que te dio o de qué forma te hizo sentir su acción. Y luego reitera tu agradecimiento y menciónalo la próxima vez que veas a esa persona.

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Elige una frase de cierre apropiada para la relación que tienes con la persona a la que estás agradeciendo. “Atentamente” o “Te deseo lo mejor” es apropiado para un colega o un jefe. Para alguien cercano puedes utilizar: “Con cariño”, “Afectuosamente”, “Con amor” o un juguetón “XOXO”, por “besos y abrazos”. Cuando acabes envíalo: entre más oportuno sea es mejor, pero el agradecimiento no caduca.

Aquí puedes leer más sobre por qué son importantes las notas de agradecimiento y cómo hacer una muy buena.

An illustration of Renaissance figures flying over water, left, and a modern-day representation of young women holding smartphones and a coffee cup by the lakefront. The number 28 is in the lower left corner of a fine art picture frame.
Credit…LeeAndra Cianci

Seguramente estás familiarizado con esa sensación de llegar a una fiesta de fin de año y enfrentar un tipo de melancolía muy particular: la sensación de que tú y todos ahí están condenados a repetir una ocasión muy arbitraria por el resto de nuestra vida.

Mis padres tenían su propia solución para este dilema anual. Son artistas visuales, así que crecí en un hogar que era un taller, en donde la pintura volaba a las paredes y el olor a trementina se colaba por el parquet. El proceso a menudo era desordenado. En los años noventa —esa época que en retrospectiva parece de inocente autoexpresión— mis padres organizaban unas alocadas fiestas de tableau vivant, o pintura viva, para la víspera de Año Nuevo. Elegían una pintura del Renacimiento llena de figuras en distintos estados de desnudez e invitaban a todos sus amigos a venir y básicamente convertirse en la pintura. Todos trabajaban febrilmente durante cuatro o cinco horas, pintando telones de fondo, poniéndose pelucas y maquillaje, cosiendo disfraces, modelando cabezas de burros, y luego, a medianoche, había que tomar la foto del cuadro, sin importar en qué estado de caos se encontrara la escena.

Yo era siempre el más joven en la habitación y a menudo terminaba siendo el burro o un laudista medio escondido o una planta.

En “La cabeza de Ciro entregada a la reina Tomiris” de Peter Paul Rubens, yo era la mismísima cabeza cortada de Ciro, presentada triunfalmente a la reina sobre un cuenco de sangre falsa. Tuve que tumbarme en el suelo durante horas, con el cuello bien apoyado, hasta que empecé a creer que me habían arrancado la cabeza y que ahora tenía cuerpo y mente separados. En esa última imagen de medianoche, apenas se me ve, oculto en la sombra y no del todo de este mundo, pero todos los que aparecen en el cuadro me miran fijamente, o al menos a la idea de mi falta de cuerpo, con expresiones variadas, cada uno con su propio conjunto de motivos, penas y deleites.

Tengo sólidos recuerdos de estas fiestas. Los niños son buenos observadores de los adultos que se divierten; es un poco como ver a tus padres y sus amigos saltando con el entusiasmo inconsciente que normalmente está reservado para los niños en el patio de recreo. El proceso comunitario de recrear un momento ficticio a partir de una pintura al óleo de 500 años de antigüedad aportaba una inmediatez a los procedimientos que resultaba universalmente agradable. Todos estábamos muy en el presente, maldita sea el año nuevo.

Sin embargo, lo que creo que ha permanecido conmigo más que otra cosa a lo largo de los años es la sensación ingrávida de rendirse a la medianoche. Cuando el reloj marcaba las 12, dondequiera que estuvieras en el proceso, esa era la imagen. Y eso era suficientemente bueno. Y a veces era perfecto, sin importar que el burro todavía tuviera un solo ojo. El nuevo año comenzaría bajo el portal de este sublime tambaleante. Yo lo sabía en ese momento, pero este era el mejor proceso del artista, su forma más generativa, agitada y acogedora. Tal generosidad me ha guiado por el resto de mi vida.

Illustration of seven Kwanzaa candles in the Pan-African colors of green, black and red, alongside fresh produce and a goblet. The number 27 is at the base of the candles.
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“¡Kugichagulia!”, dijo Parker Johnson, de Pasadena, California, riendo al pronunciar la palabra en swahili tres veces en rápida sucesión. El término, uno de los siete principios de Kwanzaa, significa autodeterminación y es el vocablo favorito de Parker sobre la festividad secular de una semana de duración que es celebrada la cultura afroestadounidense.

“Cosquillea como aquí”, dijo Parker señalando a la parte superior del paladar.

Algunas familias negras celebran Kwanzaa hasta el 1 de enero, conviviendo cada día con sus seres queridos, encendiendo una vela y reflexionando sobre algún principio inspirador. Para alegría de Parker, hoy es Kujichagulia, el segundo día de la festividad. Esta fiesta, diseñada para fomentar el orgullo y que se inspira en los festivales africanos de la cosecha, se popularizó en 1966 tras los levantamientos mortales de Watts que devastaron el barrio South Central de Los Ángeles el año anterior. La festividad surgió en respuesta a la destrucción del barrio de Watts en donde, durante largo tiempo, los vecinos negros habían sentido que eran objeto de la brutalidad policial y el racismo sistémico.

Kwanzaa nunca ha pretendido sustituir la Navidad. Se trata de una fiesta cultural, con raíces en el nacionalismo negro y la familia. Como en estas fechas se pone énfasis en los participantes más jóvenes a quienes se les cuentan anécdotas familiares, y se les regalan manualidades y obsequios, el Times le preguntó a algunos chicos qué es lo que Kwanzaa significa para ellos. En el caso de Parker, como sucede con muchas otras personas que celebran esta tradición, la historia de la festividad puede ser algo confusa. Otros dicen que más difícil es intentar recordar qué significan las palabras en swahili.

El hermano mayor de Parker, Ellington Johnson, de 7 años, dice que lo mejor es pasar tiempo con su hermano menor, su mamá y su papá. Todos los años, sus padres les leen el libro Kevin’s Kwanzaa. Ellington comentó que la fiesta parece una maratón que termina con obsequios el día de Imani (fe), que es su fecha favorita.

“¡Es una Navidad extra!”, dijo Ellington. “El año pasado me dieron una cosa de dragón y a mi hermano una pistola Nerf”.

Kite Bernroider, que tiene 9 años y vive en Viena dijo que sabe que ya se acerca Kwanzaa cuando su madre, Chanda Rule, vocalista de jazz, empieza a cantar un tema de Kwanzaa. Rule, que es negra y está casada con un austriaco, dijo que quiere que su hijo esté expuesto a su herencia afroestadounidense en una ciudad europea donde a menudo se siente alejada de su cultura.

A Kite le gustan las velas en los colores panafricanos verde, negro y rojo. Dice que el año pasado se quedó con dos verdes y las usó como baquetas en el pequeño tambor djembé de su mamá.

“Las velas no sobrevivieron”, dijo Kite sonriendo.

Sundiata Sharif, tiene 12 años y es de Livingston, Nueva Jersey. Dijo que le gusta Kwanzaa porque le da la oportunidad de reflexionar sobre sí mismo y los orígenes de su familia. “Como que me saca mis raíces interiores”, dijo. Para las hermanas Faraa Majorie y Folayan Jendayi-Lacey, que viven en Ditmas Park, Brooklyn, el día más delicioso de Kwanzaa es el último. Su mamá cocina las recetas del libro Ethnic Vegetarian: Traditional and Modern Recipes from Africa, America, and the Caribbean, para el crescendo de la fiesta, el banquete Karamu. Prueban muchos de los platos tradicionales de Estados Unidos con raíces africanas, como pan de maíz, berzas y macarrones con queso. “Una vez hasta comimos pastel de chocolate”, dijo Faraa, de 8 años, con una amplia sonrisa.

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Recuerdo que una vez intenté, como canadiense, explicarle el Boxing Day a una amiga estadounidense.

“¿Un día libre el 26 de diciembre?”, preguntó desconcertada. “¿Por qué necesitas vacaciones cuando acabas de tener unas?”.

La respuesta, en ese caso, estaba firmemente en la pregunta. La genialidad del Boxing Day es que es un feriado de las festividades, lo que significa que es el feriado que todos necesitamos en este momento.

Los orígenes del Boxing Day, que se celebra en Gran Bretaña, Canadá y varios países de la Commonwealth, son ingleses, arraigados en la tradición de ofrecer algo a los pobres y a los sirvientes el 26 de diciembre. Los empleadores adinerados regalaban una caja con productos o regalos para que sus empleados se la llevaran cuando visitaran a sus familias el día después de Navidad, porque habían estado trabajando durante esa festividad.

Por lo tanto, ese es el Boxing Day.

Durante el siglo XIX, la tradición se transformó en una fiesta oficial y luego se extendió por todo el Imperio. Para ese entonces, nuestros primos estadounidenses rebeldes ya se habían separado, lo que podría explicar por qué Canadá tiene el Boxing Day y Estados Unidos no.

Cualquier función tradicional que la festividad tuvo alguna vez dio paso rápidamente, durante el siglo XX, a su función actual, al menos en Canadá: la autocomplacencia. La Navidad pertenece a la familia. El Boxing Day es para ti.

Puedes emborracharte y ver el Campeonato Mundial Juvenil de Hockey con tus amigos, que es una opción muy popular. Puedes mostrarles tus juguetes a tus amigos en vez de escuchar a tus abuelos hablar sobre las Navidades pasadas. Sobre todo, puede comprar: Boxing Day, o propiamente la Boxing Week, se ha convertido en la temporada de compras más grande del año en Canadá, superando incluso al Black Friday en noviembre, una tradición que Canadá tomó prestada de EE. UU., a pesar de celebrar el Día de Acción de Gracias un lunes de octubre. El año pasado, el 90 por ciento de los canadienses planeó comprar durante la Boxing Week.

Pero el verdadero atractivo de esa festividad no son las ventas, es la presión que se le quita al 25 de diciembre. La Navidad es una alegría, pero también implica mucho trabajo. La promesa del Boxing Day, un día que es solo para ti, hace que todo sea mucho más llevadero. Durante la Navidad, si tu familia te está volviendo loco, si la comida es demasiado pesada, si no te dieron lo que querías, siempre hay otro día. El Boxing Day reconoce que, a veces, el amor festivo no es suficiente. Tú también necesitas diversión navideña.

No quiero ofender a nadie, pero siempre me ha desconcertado que los estadounidenses hayan dejado pasar la oportunidad de agregar otro día festivo al calendario, especialmente uno dedicado a la autocomplacencia. Tal vez Boxing Day es una de esas cosas canadienses, como el Coffee Crisp y o la banda Tragically Hip, que parecen funcionar perfectamente en EE. UU. pero simplemente no se traducen.

Sin embargo, las tradiciones evolucionan y vale la pena apropiarse del Boxing Day. Este año, celebra tu propio Boxing Day y haz lo que quieras. Dile a cualquiera que lo objete que eres secretamente canadiense, aunque solo sea por 24 horas.

An illustration of a teddy bear wearing a yarmulke, next to the number 25. Surrounding the bear are holiday symbols including a menorah, a candy cane, a Christmas tree ornament and a dreidel.
An orthodox Jewish family topped its Christmas tree with a teddy bear wearing a yarmulke.Credit…LeeAndra Cianci

La primera y única vez que la familia de Alex Edelman celebró la Navidad, su árbol no estaba coronado por una estrella, sino por un oso de peluche con una kipá.

Edelman, que tenía 7 u 8 años en ese momento (no recuerda el año exacto), también usaba una kipá. Todos los miembros masculinos de su familia tenían una. Edelman, de 33 años, creció en un hogar judío ortodoxo en Brookline, Massachusetts, y dice que su aventura familiar de una noche navideña, que relató con gran precisión en su reciente programa de comedia Off Broadway Just For Us, fue un proyecto totalmente judío.

Esa historia se ha convertido en una sección integral de su rutina cómica: una amiga no judía de su madre tuvo un año trágico y no tenía a nadie con quien celebrar la Navidad. Entonces, la señora Edelman decidió que, a pesar de la religión, haría una mitzvá, el concepto judío de una buena acción, y la invitaría a celebrar con ellos. Para que eso pudiera pasar, por supuesto, necesitarían medias, galletas para Santa y ese árbol tan importante.

“Así que tuvimos una Navidad”, dice Edelman en su acto. “Para ser judíos, hicimos un trabajo bastante bueno. Lo hicimos todo, menos el cerdo. Navidad kosher”.

Al decorar su casa, dijo Edelman, estaban realizando un acto judío esencial: dar la bienvenida al extranjero a su hogar, con amor y corazón abierto.

La mañana de Navidad, Edelman y su hermano menor abrieron los regalos con sus padres y Kate, su amiga no judía, que pasó la noche y se acostó encantada con la celebración. Luego, los hermanos fueron a clases porque la escuela diurna judía a la que asistían no estaba cerrada el día de Navidad. Esa noche, su padre recibió una llamada telefónica del director de la escuela, quien estaba profundamente preocupado. Los hermanos Edelman, al parecer, les habían estado diciendo a otros estudiantes que Santa Claus había visitado su casa. ¿Por qué los Edelman permitirían que la Navidad entrara en sus vidas? El padre de Edelman se apresuró a responder: claramente, le dijo al director de la escuela, no entiendes el verdadero significado de la Navidad.

“Fue un gran momento de nuestra crianza. No quiero exagerar, pero debo darle todo el crédito a mis padres”, dijo Edelman en una entrevista. “Lo único que es universalmente judío es la intencionalidad. No se puede tener judaísmo sin intención. Y lo que tiene de judío esa acción es que hubo mucha empatía, pero también mucha intencionalidad, cuando mis padres decidieron hacerlo”.

En estos días, la historia sigue siendo la parte cómica favorita de Edelman en su programa, “porque después la gente me cuenta sus propias historias de bondad”, dijo. “Resalta lo que amo de mis valores judíos, con la empatía como el verdadero norte. Es una buena demostración de cómo se pueden aplicar los valores judíos, incluso cuando se celebra la Navidad”.

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Las vacaciones son el momento ideal para ver a amigos y familiares, reflexionar sobre el año que ha pasado y, por supuesto, sentarse y ver ese amado clásico navideño que ya has visto 38 veces. Pero, ¿conoces bien las películas navideñas de antaño? Pon a prueba tus conocimientos identificando estas citas y descubre si te mereces el gorro de Santa que usan los expertos o un gran trozo de carbón.

Presiona reproducir para escuchar el clip de audio [en inglés] para adivinar estas 12 películas navideñas y escribe tu respuesta.

Can You Guess These 12 Christmas Movies?

Press play to hear the clip, then type in the name of the movie.

Illustration of tearaway calendar with the number 23. A photo inset of a bearded man looking at a baby penguin that he holds against his chest.
Spark Perkins, biólogo de San Francisco, trabaja en Navidad para atender las necesidades de los pingüinos residentes en el Acuario Steinhart de la Academia de Ciencias de California. Aquí sostiene a un pingüino africano de siete semanas.Credit…LeeAndra Cianci, foto por Nicholas Albrecht para The New York Times

Hasta que el pingüino africano empiece a tomarse los feriados nacionales de Estados Unidos, Sparks Perkins tampoco lo hará.

Es decir, la mañana del 25 de diciembre no traerá regalos y muérdago para este sanfranciscano de 33 años, sino recortes de pico y vísceras de pescado.

Perkins, biólogo del Acuario Steinhart de la Academia de Ciencias de California, pertenece a ese grupo inquebrantable —personal de hospital, bomberos, escoltas— cuyo trabajo no se detiene por vacaciones. Llámenlo personal aviar esencial, atado a las necesidades del medio centenar de aves residentes. Fines de semana, madrugadas: todo es juego limpio para cualquier emergencia que surja entre la bandada de Perkins.

“He trabajado seis de las 10 últimas Navidades”, dice. “Es el precio de trabajar con estos animales”.

Perkins describe ese trabajo como entrar en una telenovela diaria. Este pájaro se levanta gruñón, aquél insolente. Se roban las llaves de los cinturones. La famosa monogamia de los pingüinos se relaja un poco.

“Algunos tienen ojos coquetos. Se alejan un poco y luego vuelven”, dice Perkins.

El polluelo de pingüino africano se mira en un espejo en el Acuario Steinhart de la Academia de Ciencias de California. El espejo, junto con un iPad, le permite al polluelo mirar el océano y las cámaras web de otros pingüinos.Credit…Nicholas Albrecht para The New York Times

Ocasionalmente, cambian totalmente de bando. Hace un tiempo, una pareja de pingüinos de Magallanes macho de Brasil se emparejaron de la nada.

“Esos chicos hicieron un nido fabuloso”, recuerda Perkins. “Recuerdo que eran los mejores diseñadores de interiores”.

Nacido en Misisipi, Perkins ama los pájaros desde los 3 años, cuando sus padres le regalaron su primer periquito. Le siguieron guacamayos, tortolitos y palomas ornamentales. Algunas noches tenía que ir a las 4 a. m. a la oficina de correos a recoger un carro de faisanes que había encargado.

“Era un chico de 14 años muy diferente”, dice. “En vez de jugar al fútbol después del colegio, iba a las pajareras que había construido. Tenía unos 70 pájaros”.

La propia colección de la Academia creció recientemente, con la llegada de dos crías de pingüino africano. Dado el papel de la institución en la conservación de especies amenazadas —Perkins acaba de regresar de un proyecto de conservación en Sudáfrica—, ayudar a estas aves a prosperar ha sido primordial. Cada mañana, Perkins saca a cada polluelo de su caja nido, lo coloca en una báscula minúscula y registra un adorable número de gramos. Aquí todos son animados a engordar durante las fiestas navideñas.

Los pingüinos poseen una tranquila aunque tambaleante dignidad. Los polluelos de pingüino no tienen ninguna. Son orbes regordetes de pelusa, ineptos, ni siquiera se puede confiar en ellos en el agua. Hasta que ese plumón sea reemplazado por plumaje juvenil, se hundirían como dulces piedrecitas. Pero en cautividad pueden vivir unos 30 años, hasta el doble que en libertad. Necesitan estímulos para mantenerse felices y sanos, y los biólogos los hacen jugar con punteros láser, burbujas y sonidos de colonias a través de un iPad.

El polluelo de pingüino africano se sienta entre dos pingüinos de peluche en su hábitat. Los pingüinos de juguete ayudan a darle al pollito una sensación de seguridad y actúan como compañeros sustitutos.Credit…Nicholas Albrecht para The New York Times

Las aves también se enriquecen al observar a los visitantes que las observan. En plena pandemia, sin nadie al otro lado del cristal, el personal hacía yoga para que los animales los vieran.

Esta Navidad, mientras los pájaros graznan como de costumbre, Perkins y sus colegas encontrarán pequeñas maneras de hacer que el día sea especial. No son tórtolas ni perdices en un peral, pero son de la familia.

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CreditCredit…By Leeandra Cianci

En mi familia indio-estadounidense, donde ninguna ocasión pasa sin celebrarse, entrar en el espíritu navideño significa bailar al ritmo de la música de Bollywood. Aunque ninguno de nuestros mayores creció celebrando la Navidad, la han abrazado por completo, y cuando nos reunimos para la cena de Navidad en casa de mis suegros en Los Ángeles, cada uno tiene una tarea. Mientras las madres tuestan las nueces con chaat masala y los padres se reúnen en torno al vino, mi trabajo consiste en sincronizar mi teléfono con un altavoz bluetooth y poner música. Mi suegro, Vrajesh Lal, el patriarca de la familia, empieza la velada con una copa llena de pinot noir y una petición de “algo navideño”, como Elvis’ Christmas Album. (Tras emigrar de India a Estados Unidos en 1972, Vrajesh es un gran admirador de Elvis). Pero cuando los frutos secos dan paso a las gallinas de Cornualles y la calabaza con costra de comino (para los vegetarianos), no deja de hacerme señas con una nueva directiva: “Pongamos algo de Bollywood, ¿eh?”. Mi lista de reproducción incluye versiones de música navideña al estilo Bhangra, con ritmos procedentes del norte de India, canciones de la Bollywood Brass Band y algunos de los éxitos de Bollywood favoritos de mi suegro. Ni siquiera el Rey puede competir con la compulsión de esta familia por celebrar la Navidad con música de la madre patria.

The album, “A Jolly Bolly Christmas,” features Bollywood and Bhangra versions of Christmas classics. Credit…Keda Records

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CreditCredit…By Leeandra Cianci

Cuando estaba en la universidad, mi mamá me recibía en casa en las vacaciones de invierno con un tupper lleno de anar, “granadas” en farsi. Me metía en la boca generosas cucharadas de los brillantes granos rojos —agrios, fragantes, aún deliciosamente fríos de la nevera— e imaginaba a mi madre anticipando mi llegada, de pie sobre una tabla de cortar y usando las dos manos para separar los arilos de la membrana, el carmesí profundo manchando sus manos.

Las granadas tienen una gran importancia en la cultura y la cocina persas: son la base de platos como el khoresh-e fesenjoon, un guiso agridulce, o la ash-e anar, una sopa de granada. Originaria de lo que hoy es Irán, esta fruta forma parte de la mitología de muchas culturas antiguas; algunos creen que era la fruta prohibida del Edén. Y, como explica Naz Deravian en la nota a continuación, es especialmente significativa en esta época del año. En Shab-e Yalda, la celebración iraní del solsticio de invierno, las granadas representan la luz que triunfa sobre la oscuridad y se reparten para dar la bienvenida a días más luminosos.

Hay quienes a menudo me dicen que evitan comprar granadas porque las consideran demasiado laboriosas de preparar, demasiado sucias, demasiado difíciles, nada que ver con la gratificación instantánea de abrir, por ejemplo, una naranja. Pero pelar una granada siempre me ha parecido una experiencia meditativa. Si se hace bien (y hay muchas formas correctas), las semillas se desprenden de la cáscara. En esta noche, la más larga del año, dedica un par de minutos a preparar esta fruta que tanto cuesta, para ti o para un ser querido. El esfuerzo va a valer la pena.

Illustration of an easy bake oven box inside a thought bubble.
Credit…LeeAndra Cianci

Cuando estaba en la escuela primaria, quería desesperadamente un horno Easy-Bake. Incluso escribí un cuento, basado en un sueño que tuve, en el que mi familia y yo estábamos atrapados durante un tornado y yo nos salvaba de morir de hambre haciendo pasteles en mi horno. Pero año tras año, la Navidad, Janucá y mi cumpleaños pasaban de golpe y yo volvía a quedarme sin horno. Con el tiempo, llegué a aceptar que mi sueño no estaba destinado a realizarse.

Pero un día, cuando tenía 17 años, llegué a casa y encontré una caja en la cocina con un gran lazo encima. Mi mamá y mi hermana se habían acordado de mi viejo deseo: por fin tenía mi horno. He recibido regalos más oportunos, más útiles y más extravagantes a lo largo de mi vida, pero ninguno superó a este.

Hacer un buen regalo es un acto de empatía, y los mejores regalos —muchos de los cuales la reportera Kate Murphy recopiló en una encuesta de campo no muy científica para este reportaje— demuestran que quien los hace ha prestado atención. (En cuanto a los peores obsequios, bueno… espera a llegar a los aretes de diamantes).

A yellow-bellied sapsucker with black-and-white coloring and a red patch at its throat perches on a branch, its beak pointed to the left.
A yellow-bellied sapsucker in December.Credit…LeeAndra Cianci, fotografía por Jacob Langston para The New York Times

El 19 de diciembre de 2019, dirigí mi último Conteo Navideño de Aves de Clemson, Carolina del Sur. Durante casi 30 años, había sido el compilador, la persona responsable de organizar a decenas de observadores de aves voluntarios para contar cada especie encontrada a lo largo de un círculo de 24 kilómetros de diámetro. El evento, que combina mi pasión por la observación de aves con mi profesión de ornitólogo, es un servicio a la conservación de las aves y uno de los esfuerzos científicos colaborativos más antiguos del mundo.

Hubo un tiempo en que las cacerías matinales de Navidad eran una actividad muy popular, ya que los cazadores se lanzaban a matar todos los plumíferos que encontraban para hacer un recuento de la matanza indiscriminada como celebración navideña. Por fortuna, en 1900 se impuso una sensibilidad más amable, cuando el ornitólogo Frank Chapman promovió la observación y el recuento en lugar de la matanza. De sus esfuerzos nació el Recuento Navideño de Aves.

Un búho se sienta en una rama en una mañana de principios de diciembre en Lake Jem Park en Tavares, Florida.Credit…Jacob Langston para The New York Times

Mi procedimiento habitual de recuento consiste en desplazarme en carro a los hábitats más diversos. Se registran todas las aves que se oyen o se ven desde los vehículos o a pie. Algunas personas se quedan cerca de casa y cuentan en los comederos de su patio trasero. Al anochecer, nos reunimos para recopilar nuestras notas con una comida caliente y contar los resultados del día por especies. Las cervezas frías y tal vez una margarita o dos entran en juego.

En los buenos tiempos de finales de los ochenta, los recuentos de algunas especies alcanzaron cotas impresionantes. Las listas combinadas podían superar el centenar de especies. Pero con el paso de las décadas, he notado que las ausencias superan a las abundancias: bandadas más pequeñas, linderos sin codornices ni alcaudones y aguas abiertas sin patos. Creo que la conservación es el preocupante trabajo de cavar en un pozo de arena para salvarte; parece que las cosas siempre vuelven a caer a tu alrededor. Sin embargo, contamos. Creo firmemente en la previsión poética de Emily Dickinson de que la esperanza es lo que tiene plumas.

Después de todas y cada una de esas actividades de sol a sol, estoy agotado. Pero ha valido la pena cada despertar con los ojos desorbitados y cada bajón sin pájaros a media tarde, sorbiendo cafeína. Escuchar el gorjeo sobrenatural de la becada danzando en el cielo iluminado por la luna o ver a un aguilucho norteño jugar con el viento inspira a superar las tristes dudas. Saber que las reinitas coroninaranja podrían haber estado en la tundra ártica apenas unas semanas antes de esconderse por mi presencia vincula mi observación a tierras lejanas.

Me sentí raro al retirarme como líder del recuento, pero me alegré de haber persistido tanto tiempo. Cuando por fin volví a casa, con una cerveza fría en la mano y los ojos llenos de sueño, ni siquiera me fijé en las noticias sobre un extraño virus que se estaba propagando por China. Poco sabía yo que el Conteo Navideño de Aves de 2020 se cancelaría porque ese virus provocaría la pérdida de millones de vidas. En 2021, el recuento volvió a ponerse en marcha, pero había menos personas y menos aves con ellas. Yo ya no era el compilador, pero salir era una alegría sanadora para mí. Este mes, volveré a contar con esperanza, sin dar por sentados ni a los pájaros ni a las personas.

Para obtener más información sobre el Recuento Navideño de Aves e inscribirte en tu zona, visita el sitio web de Audubon.

En Lake Apopka, Florida, los observadores de aves mantienen los ojos bien abiertos durante el Conteo Navideño de Aves, que se lleva a cabo en América del Norte y del Sur entre el 14 de diciembre y el 5 de enero.Credit…Jacob Langston para The New York Times

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A Rica Allam, que vive en Stuttgart, Alemania, le encanta celebrar Janucá, la fiesta judía de las luces, que comienza esta noche. Solo hay un problema: es muy difícil encontrar una menorá en su ciudad natal.

Así que aprendió a hacerla ella misma.

Allam, asesora universitaria y madre de dos hijos, es una de las 118.000 personas que se identifican como judías en Alemania. Tras el nacimiento de su segundo hijo, empezó a hacer videos educativos en TikTok para explicar la vida judía a otros alemanes. Sus publicaciones, que han atraído a más de 36.000 seguidores, incluyen una guía para hacer menorás en casa, con la ayuda de sus hijos Leor y Samuel.

Allam, cuya familia procede de los Países Bajos y la República Checa, no creció siendo religiosa, pero tuvo una especie de despertar espiritual durante su tercer año de secundaria, cuando estudió en Rhode Island como estudiante de intercambio. “Nunca había conocido a tantos judíos”, recuerda Allam.

Ha sido difícil encontrar ese tipo de comunidad en Alemania, donde a menudo se siente “como un unicornio por ser judía”, dice. Pero no quiere que sus hijos, de 4 y 1 años, “se limiten a ignorar las fiestas judías y sus orígenes judíos”.

La creatividad le ha proporcionado una solución.

“Siempre intento que el judaísmo sea divertido, porque tenemos muchas reglas”, dice.

Para hacer una menorá como la de Allam, necesitarás un tablero de madera para la base; nueve bloques de madera pequeños (uno más alto que el resto); pintura (acrílica para el tablero y en espray para los bloques); nueve dedales; letras adhesivas para deletrear “Janucá” (o “Hanukkah”, “Chanukah”, “Hannuka”, etc., según la transliteración que prefieras) y el nombre de tu hijo, si quieres; una pistola de pegamento caliente; pegamento para madera; y las velas de Janucá (y un encendedor).

  • Paso 1: Pinta el tablero con pintura acrílica y déjalo secar.

  • Paso 2: Pinta con espray los nueve bloques de madera. Pégalos con pegamento de madera en fila, con el bloque más alto en el extremo, y luego fíjalos al tablero con el pegamento de madera.

  • Paso 3: Pega las letras de “Janucá” en la parte frontal de los ocho bloques de madera más pequeños, una letra por cubo. Si también tienes letras para un nombre, pégalas al tablero, delante de la línea de bloques.

  • Paso 4: Pega los dedales a la parte superior de cada uno de los nueve bloques con la pistola de pegamento caliente.

  • Paso 5: Inserta las velas en los dedales; el bloque más grande debe reservarse para el “shamash”, o vela ayudante, que usarás para encender el resto. Enciende las velas y ¡a celebrar!

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Los fanáticos del muérdago especulan que la razón por la que nos besamos bajo esta planta —un arbusto hemiparásito que se ha utilizado para tratar el cáncer— se remonta a milenios atrás: quizá a los druidas celtas, quizá a un mito nórdico. Pero, según Judith Flanders, investigadora de la Universidad de Buckingham y autora de Christmas: A Biography, los orígenes de esa tradición son un misterio.

“No sabemos cuándo empezó, no sabemos por qué empezó y no sabemos dónde empezó”, afirma.

Entonces ¿qué es lo que sí sabemos? Los británicos llevan mucho tiempo decorando la Navidad con hojas perennes y, al menos desde el siglo XVII, con muérdago. Flanders también dijo que, en algunas regiones de la Gran Bretaña obrera del siglo XVIII y principios del XIX, algunas personas utilizaban la vegetación para hacer “ramos de beso” decorativos.

¿Por qué se llamaban así? ¿Y si había muérdago de por medio? De nuevo, un misterio.

Entonces, hacia 1820, tenemos uno de los primeros relatos escritos de besos bajo el muérdago. Viene de una serie de relatos cortos, muchos de ellos ambientados en Inglaterra, del escritor estadounidense Washington Irving. (La misma serie también presentó a los lectores a Rip Van Winkle, Ichabod Crane y el Jinete sin Cabeza).

“El muérdago todavía se cuelga en las granjas y en las cocinas por Navidad”, escribe Irving, “y los jóvenes tienen el privilegio de besar a las muchachas bajo él, arrancando cada vez una baya del arbusto. Cuando se arrancan todas las bayas, cesa el privilegio”.

Esta ilustración de Thomas Nast, para una edición de Harper’s Weekly en 1863, fue una de las primeras veces que la escena de besarse bajo el muérdago apareció en una revista estadounidense.Credit…Thomas Nast

A mediados del siglo XIX, empezaron a aparecer imágenes de besos bajo el muérdago en publicaciones periódicas británicas y estadounidenses.

“Muchas de las costumbres navideñas se convirtieron en eso porque aparecieron en las revistas”, explica Flanders. “Sobre todo las ilustraciones, que a menudo se copiaban en otros sitios o se recortaban y utilizaban como adornos de pared”. (Citó los árboles de Navidad y el traje rojo de Papá Noel como otros ejemplos).

El pasado del muérdago puede ser turbio, pero su futuro tampoco está muy claro. Dada nuestra creciente conciencia de la importancia del consentimiento sexual, ¿ha llegado el fin de besarse bajo el muérdago?

No necesariamente, afirma Pamela Zaballa, directora ejecutiva de la Fundación NO MORE, una organización sin fines de lucro que lucha contra la violencia doméstica y sexual. “Es una tradición que solo necesita actualizarse con algunas normas y límites”, escribió en un correo electrónico.

Eso incluye evitar colgar muérdago en el entorno laboral. También significa pedir el consentimiento antes de besar a alguien, en privado, para evitar la presión o la vergüenza de los compañeros. “Si parecen dudar o dicen algo como ‘no sé’, considéralo un ‘no’ y respeta sus deseos”, añade Zaballa.

Pero, ¿si te dicen ‘sí’ con entusiasmo? ¡Feliz besuqueo!

Illustration of a tearaway calendar with a number 16 in the left hand corner a film still from television show Community at the centre.
Credit…Ilustración por LeeAndra Cianci, foto: Sony Pictures Television y Open 4 Business Productions

Es temporada de celebraciones decembrinas, lo que también significa, en televisión, que es temporada de especiales navideños. En esta época del año, los guionistas se toman un respiro de los habituales jolgorios en el trabajo o de los dramas procedimentales para ofrecer a los espectadores algo un poco más sincero, quizá incluso cursi, con una buena dosis de luces parpadeantes.

Tal vez ningún programa reciente haya logrado ese equilibrio entre sensiblería y pathos de forma tan memorable como Community, la serie cómica que se emitió de 2009 a 2015 en NBC y Yahoo! Screen.

Danny Pudi, el actor que interpretaba a Abed, apreciaba el enfoque poco convencional de la serie respecto a la típica temática navideña, sobre todo teniendo en cuenta que, para él, las fiestas son tanto un recordatorio de los seres queridos que no están en nuestras vidas como de los que sí están. Pudi no tuvo una relación con su padre cuando era niño —se reconectaron después de que nacieran los hijos de Pudi, antes de la muerte de su padre en 2018— y sintió esa ausencia profundamente durante las fiestas. Así que el enfoque de la comedia resonó con él.

“Había un tira y afloja entre la comedia y un gran corazón en esos episodios”, dijo Pudi. “Siempre había una tristeza subyacente”.

Esto es especialmente evidente en el especial de la segunda temporada, “Abed’s Uncontrollable Christmas”. Abed está traumatizado por la cancelación por parte de su madre de su visita anual del 9 de diciembre, durante la cual verían el especial de televisión “Rudolph the Red-Nosed Reindeer” (un favorito personal de Pudi también). Como resultado, Abed empieza a ver el mundo en el estilo stop-motion de la película; es un mecanismo psicológico defensivo que su personaje suele exhibir, relacionándose más con la ficción que con la gente real.

Al final del episodio, Abed se libera de su fantasía y adquiere cierta sabiduría al estilo de Community: “El significado de la Navidad es la idea de que la Navidad tiene un significado. Y puede significar lo que queramos”.

Los otros especiales navideños del programa —“Comparative Religion” (de la primera temporada), “Regional Holiday Music” (tercera temporada) e “Intro to Knots” (cuarta temporada)— son de tono más ligero, pero transmiten un tema similar. Mi favorito es el especial de la primera temporada, que termina con Abed y su compañero en el colegio comunitario Jeff (Joel McHale) cantando una versión a la Community de un villancico tradicional mientras adornan a Troy (Donald Glover) con ornamentos y guirnaldas.

Pudi señaló que las escenas de los créditos finales de la serie, que a menudo ponían de relieve el peculiar humor de Troy y Abed, solían desencadenar estridentes carcajadas en el plató una vez que las cámaras se detenían. Esta vez, sin embargo, dijo Pudi, el ambiente era diferente: “Donald mencionó que recordaba que no nos reímos después, porque era realmente dulce y genuino”.

La escena llega al corazón de la filosofía navideña del programa: las fiestas son complicadas, pero la amistad puede sacarnos adelante.

Con ese espíritu, aquí tienes, en inglés, otros episodios clásicos navideños para ver esta temporada.

Illustration of a tearaway calendar with the number 15 on it. A photo inset is of a smiling Charlotte Nebres, the first Black Marie, the young heroine of “George Balanchine’s The Nutcracker,” hugging a Nutcracker doll.
Charlotte Nebres rompió una barrera en 2019, al interpretar a la primera Marie negra, la joven heroína de El Cascanueces de George Balanchine en el Ballet de la ciudad de Nueva York.Credit…LeeAndra Cianci

Desde hace una década, ver El Cascanueces de George Balanchine en el New York City Ballet ha sido el encantador puntapié con que inicia la temporada navideña para mi hija adolescente y para mí. Ella estudió ballet cuando era pequeña. Yo también tomé clases de danza cuando era más joven. Pero ese no es el atractivo. Es la alegría, la maravilla de cuento del clásico navideño lo que lo ha convertido en una piedra angular de la Navidad para nosotras. Entre bastidores, hemos conocido a la Mamá Gigogne y nos hemos asomado bajo su descomunal falda con aros. Nos hemos tomado fotos con los bailarines principales.

Dentro de tres días, volveremos a disfrutar de una suntuosa vista desde los asientos alrededor de la orquesta del teatro del Lincoln Center, asientos tan cerca del escenario que inclinaremos la cabeza hacia atrás para ver cómo el mágico árbol de Navidad crece hasta alcanzar una enorme altura. Incluso el año pasado, en medio de un rebrote del coronavirus, nuestro espíritu navideño no se vio mermado cuando vimos a bailarines de 12 años o más sustituir a los angelitos, ratoncitos y fiesteros debido a los protocolos de seguridad y a su elegibilidad para vacunarse contra la covid. Los pequeños bailarines han vuelto este año. Y lo cierto es que aportan chispa y dulzura. Pero el momento más dulce para nosotras llegó en 2019, cuando El Cascanueces rompió una barrera con la primera bailarina negra en interpretar a Marie, la joven y valiente heroína. Fue un hito para la producción, que data de 1954. ¡Y Marie se parecía a nosotras!

Charlotte Nebres, 11 años, en diciembre de 2019, cuando interpretó a la joven heroína Marie, cuya vida está cargada de magia en El Cascanueces de George Balanchine. Fue un hito para la producción, que data de 1954.Credit…Heather Sten
Illustration of a shopping bag filled with non-identifiable items and receipt peaking out from the top. In the foreground is a shopping wishlist partially folded.
Credit…LeeAndra Cianci

Las fiestas navideñas pueden plantear todo tipo de cuestiones espinosas: ¿Está bien hacer una lista de deseos? Si alguien te dio un regalo, ¿estás obligado a darle uno a cambio? ¿Por qué regalar dinero en efectivo suele ser raro y regalar una tarjeta regalo no? Incluso siendo una persona a la que le encanta regalar, a menudo me encuentro desconcertada ante una cuestión de etiqueta festiva o protocolo de regalos en esta época del año. Por suerte para mí, la reportera Ali Trachta habló con un montón de expertos para obtener respuestas a éstas y otras preguntas peliagudas relacionadas con los regalos. (Y si necesitas ideas para regalar a alguien en particular, los editores de The New York Times y Wirecutter también han preparado una guía muy completa, así como una lista de obsequios de último momento para ayudarte).

Illustration of a tearaway calendar with the number 13 in the top left corner. In a family photograph, a young Marcus Samuelsson sits on the lap of his father, dressed as Santa Claus. His two sisters are beside him.
Marcus Samuelsson, de niño, sentado en el regazo de su padre, Lennart Samuelsson, vestido de Santa Claus, en Gotemburgo, Suecia. Sus dos hermanas, Linda, al frente, y Anna, aparecen junto a él en la foto navideña.Credit…LeeAndra Cianci

Me encantan las fiestas decembrinas, sobre todo, como chef que soy, vistas a través de la lente de la comida. Llegué a Suecia desde Etiopía cuando era muy pequeño, así que aunque mis propias tradiciones navideñas empezaron con mi madre adoptiva y mis hermanas mayores, siempre me ha fascinado cómo celebra la gente en todo el mundo.

Algunos de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia en Suecia son los sabores y olores del 13 de diciembre, día de Santa Lucía. La fiesta de Santa Lucía se celebra en toda Escandinavia en escuelas, iglesias y hogares. Para mi familia, era el momento de reunirse en torno a una buena comida.

La comida era siempre un gran smorgasbord (un bufé escandinavo) repleto de arenques, gravlax y albóndigas. A veces había pavo, otras cerdo asado. Comíamos los tradicionales bollos de azafrán con pasas o almendras; cada uno tenía sus preferencias. Pero en lo que todos estábamos de acuerdo, niños y adultos, era en las galletas de jengibre. Tenía que haber galletas de jengibre en nuestra fiesta de Santa Lucía.

Cuando crecía en Gotemburgo, siempre estaba en la cocina con mi abuela. Cocinar con la abuela Helga sentó las bases de mis aspiraciones culinarias y, el día de Santa Lucía, había algo mágico en ese tiempo que pasábamos juntos. Aún puedo sentir el calor del horno y el olor de las especias, el emocionante momento en que las galletas de jengibre calientes estaban horneadas y listas para ser devoradas.

No hay nada como el frío del invierno escandinavo, lo que significa que no hay nada mejor que encontrar calor durante la temporada de fiestas. Para mí, eso era —y sigue siendo— la familia completa, un fuego crepitante y una taza caliente de glogg: vino tinto infusionado con anís estrellado, clavo, canela y piel de naranja.

La temporada de fiestas decembrinas es una época de mucho trabajo en la cocina, tanto para los cocineros caseros como para los profesionales. Para mí, este año será especialmente ajetreado porque estoy a punto de abrir mi nuevo restaurante en el barrio neoyorquino de Chelsea. Hav & Mar se inspira en parte en mis raíces escandinavas, por lo que he podido volver a la increíble comida y bebida del Día de Santa Lucía y de temporadas festivas del pasado. Con ese espíritu, tendremos glogg y galletas de jengibre en el menú de invierno, para que con este frío podamos dar la bienvenida a la gente a fin de que creen sus propios recuerdos.

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“Alto en el bosque en una noche nevada”, por Robert Frost.

Pienso que sé de quién son estos bosques.
Pero su casa se encuentra en el pueblo.
Él no me verá detenido aquí,
Para observar sus bosques cubrirse de nieve.

Mi pequeño caballo debe pensar que es extraño,
Parar aquí, sin ninguna casa de campo cerca
Entre estos bosques y el lago helado,
La noche más oscura del año.

Sacude las campanillas del arnés
Para preguntar si se trata de algún error.
Sólo se oye otro sonido: el barrido
Del viento fácil y el copo aterciopelado.

Los bosques son amorosos, oscuros y profundos,
Pero yo tengo promesas que cumplir,
Y millas por andar antes de dormir,
Y millas por andar antes de dormir.

Traducción de Luis Alberto Ambroggio, en Antología de poetas laureados estadounidenses.


Parece como si todo el mundo que piensa en Robert Frost pensara que Frost es un incomprendido.

“Las formas habituales de ver la poesía de Frost”, escribió el poeta Randall Jarrell en 1953, “son simplificaciones grotescas, distorsiones, falsificaciones”. En 1959, en la cena del cumpleaños 85 del poeta, Lionel Trilling describió a Frost como “aterrador”: “mi Frost no es el Frost que me parece percibir que existe en la mente de tantos de sus admiradores”. Su Frost, afirmaba, era una voz de “simplicidad democrática”.

Hay una especie de simplicidad cristalina en gran parte de la obra de Frost. “Alto en el bosque en una noche nevada”, que escribió en 1923 y más tarde nombró su poema favorito, tiene una cualidad brillante y prístina, una perfección de esfera de nieve —Jarrell dijo una vez que no se podía evitar memorizarlo— que lo hace atractivo para los niños, y las pasadas Navidades mi sobrina de cinco años lo recitó con su vocecita para deleite de todos. El poema pertenece al microgénero de versos y canciones sobre cabalgar (trineos, caballos) a través de las inclemencias del tiempo, junto a alegres ejemplos como “Jingle Bells” y “Over the River and Through the Wood”.

Pero también es, como tantos poemas navideños que no son explícitamente para niños, bastante melancólico. (La primera línea de una estrofa de “Por el momento: Oratorio de Navidad” de W.H. Auden lo dice todo: “Bueno, pues eso es todo”). Quienes, como Trilling, sostienen que el Frost de ellos es aterrador no tendrán problemas para encontrar algo que temer en aquello, en el frío y oscuro bosque que llama como podría hacerlo la muerte.

Algunos se sintieron ofendidos por los comentarios de Trilling, pero Frost no. “No puede llegar a mis oídos música más dulce”, escribió en una carta, “que el choque de armas sobre mi cadáver”, insinuando que deseaba ser malinterpretado, o que no había una comprensión correcta de su obra, porque no tenía una intención estable.

Oímos una nota frostiana de incertidumbre en “Alto en el bosque”: “Pienso que sé de quién son estos bosques”. Frost dijo que escribió el poema muy deprisa, recordando una Navidad que había pasado en la pobreza. Había llevado una carreta desde su granja a la ciudad, con la esperanza de vender algunos productos y volver con regalos. Pero no había tenido suerte y se resistía a volver.

La paradoja del confort es que parece depender de la amenaza. El crítico Gaston Bachelard señala, en The Poetics of Space, que la nieve convierte el mundo exterior en un “cosmos simplificado”: aclara todo lo que es la “no-casa”, por lo que la casa se siente más sólida, más segura. Debe de ser por eso que mi familia recuerda con cariño el año en que, la noche de Navidad, nuestro detector de monóxido de carbono se disparó y nos acurrucamos en el automóvil bajo las mantas.

Hay una canción de cuna que me cantaba mi madre, sobre un conejo en el bosque que pide a gritos que lo salven de un cazador, con un baile de manos que lo acompaña: un signo de la paz que representa las orejas del conejo. Al final, un hombre llama al conejo a su cabaña: “Conejito, entra, ven a vivir a salvo”. En esta frase, mi madre se llevaba un puño al pecho y lo acariciaba con la otra mano. Este gesto me destrozaba, y aun así insistía en que lo cantara una y otra vez. Era casi demasiado para soportarlo.

Como el propio Frost dijo una vez, necesitamos el peligro legítimo “para que podamos ser rescatados de verdad”. Podemos pensar que su caballo-poema lo rescata, agitando sus campanillas para sacarlo de su ensueño hipnótico y traerlo de vuelta a casa.

Desde este punto de vista, el poema es a la vez apacible y aterrador: lo acogedor depende de la amenaza.

El refugio necesita la tormenta.

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“Nunca he estado satisfecha con las bebidas de la temporada decembrina tal y como las he conocido”, escribió Amanda Hesser en el Times en el año 2000, un sentimiento familiar para cualquiera que se haya encontrado con los cócteles habituales de la temporada. Cada diciembre vuelven, como personajes conocidos de una novela trillada: ponche de huevo, wassail, vino caliente, glogg, Tom & Jerry. Las únicas preguntas giran en torno a la presentación y las preferencias. ¿Caliente o frío?

La respuesta depende de la época.

Un artículo del Times de 1907 titulado “Christmas Cheer and How to Make It” explicaba que “siempre ha sido costumbre entre los que organizaban grandes fiestas mantener la ponchera llena hasta el borde con algún refresco líquido especialmente sabroso desde primera hora de la tarde hasta bien entrada la noche”. En cuanto al refresco en sí, el autor desglosa los más populares por regiones: el ponche de huevo era el favorito en el sur; el ron con canela, en Nueva York; el ponche de ron, en Nueva Inglaterra; y se añadía a la mezcla una receta de ponche caliente de vino de Oporto del barman neoyorquino William Schmidt (famoso en su época).

En 1939, el Times informaba que “las borracheras modernas son moderadas en comparación con las de la antigua Sajonia”, y que “la principal diferencia entre las fiestas de aquella Inglaterra y las de la Estados Unidos de 1939 es que las bebidas calientes habían dado paso a las heladas”. ¿La razón? “Ahora tenemos calefacción de vapor”, escribía Betty Wason, así que “ya no necesitamos un rugiente fuego de leña y una bebida humeante para calentar los huesos”.

Sin embargo, la bebida caliente de temporada seguía siendo un reconfortante elemento básico de estas fiestas, como informó Lawrence Van Gelder en 1977. “Cuando las noches se hacen largas y el año llega a su fin”, escribió, “el clima y el calendario se combinan para fomentar festividades que reúnen a grandes grupos de personas —familiares y amigos— tan deseosos de compartir el cálido espíritu de las fiestas como de compartir las cálidas bebidas espirituosas”.

El ponche de huevo, en particular, ha sido obstinadamente resistente, a pesar de los repetidos esfuerzos por dejarlo atrás. En “Grown-ups Don’t Nog Eggs”, Hesser calificaba el ponche de huevo de “sopa” y sugería probar un French 77, una versión del cóctel French 75 a base de champán, brandy y Chambord. En 2007, sin embargo, nuestra columnista de cócteles había cedido, defendiendo dos recetas actualizadas de ponche de huevo del barman Eben Freeman: una con queso roquefort y pera y la otra con bourbon infusionado con cedro.

En 2011, la columnista de la revista Times Rosie Schaap defendió el glogg, la bebida a base de vino caliente, en un artículo titulado “Glogg Before ’Nog”. Pero, quizás sabiendo que no se puede luchar contra lo inevitable, Schaap se había pasado al ponche de huevo un año después.

“¿Qué clase de desalmado podría resistirse a sus encantos cremosos, huevísticos y exquisitos?”, preguntaba. Era una pregunta retórica.

Illustration of a tearaway calendar with the number ten in the left hand corner and a photo of someone wearing a Santa Claus outfit with a large white bear, red hat and and white fur lined coat.
Credit…LeeAndra Cianci

Se necesita algo más que un traje rojo y una risa estruendosa para encarnar realmente a Santa Claus, o, como se le conoce en otras latitudes, Papá Noel. Si no que se lo pregunten a cuatro hombres que llevan décadas repartiendo alegría navideña.

“La gente cree que es fácil, pero es un trabajo duro”, dijo Larry Jefferson, de 57 años, un Santa Claus en el Mall of America de Bloomington, Minnesota, cuyo compromiso con el trabajo es tal que se blanquea la barba y las cejas todo el año.

Hay requisitos inalterables (¡crea recuerdos felices!) y trucos (¿niño asustado? Ponte detrás de él para la foto). Pero, sobre todo, los Santas deben promover el amor y el espíritu de dar, al ayudar a los niños a mantener su fe en el símbolo de la Navidad, dijo Tom Valent, de 72 años, quien representa a Santa Claus desde los años setenta. También dirige la Charles W. Howard Santa Claus School de Midland, Michigan, que lleva entrenado Papás Noel desde 1937.

He aquí algunos consejos de veteranos para hacer bien el trabajo.

Dicen que la ropa hace al hombre y, cuando se trata de Santa Claus, eso es especialmente cierto.

“Tienes que encontrar la imagen de Santa que mejor se adapte a ti”, dijo Allan Siu, de 49 años, quien también trabaja en Mall of America y lleva un traje rojo brillante que le recuerda a los Papás Noel de su infancia.

Richard Reyes, de 71 años, lleva un zoot suit rojo y negro cada diciembre desde que vio la película de 1981 que lleva el nombre de la prenda. Su personaje de Pancho Claus ha sido bautizado como el Santa tex-mex. “Quería atraer a los niños y eso parecía estar de moda por aquel entonces”, explica sobre su decisión de dar su propio giro a Kris Kringle. “Realmente se presta al look de Santa”.

Para Mark Pargliuca, quien en 1999 interpretó a Santa en Selfridges, la tienda departamental, en Londres, el atuendo ideal incluía un reluciente par de patines.Credit…Getty Images

Los niños hacen preguntas difíciles, y un Santa Claus tiene que estar preparado. En la escuela Charles W. Howard, Valent hace que sus alumnos fabriquen un juguete, se suban a un gran trineo y conozcan renos como parte de su formación, para que puedan basarse en experiencias de primera mano a la hora de responder a las preguntas de los niños. Dice que es útil tener preparadas las respuestas sobre el número total de elfos empleados (él tiene 886) y sus nombres (Gino, Giuseppe y Spike).

“Estás creando un recuerdo para toda la vida”, dijo. “Tienes que dar lo mejor de ti”.

Un cliente feliz comparte un dulce momento con el Santa Earl Carhart en 1974 en el Bergen Mall en Nueva Jersey.Credit…Manolo Guevara Jr.

La gente le lleva a Santa su tristeza. “Muéstrales empatía”, dijo Siu. “Muéstrales que se les escucha”.

Valent lleva un cuaderno para anotar los problemas que escapan al control de Santa Claus, como el divorcio de los padres o la enfermedad de alguien de la familia. Lo importante, dijo, es que el niño se sienta escuchado, que sus sentimientos y problemas merecen la misma atención que los de un adulto.

Algunos niños lloran cuando los llevan al regazo de Santa. Otros, como este residente de Chicago de 4 años en 1960, se ríen.Credit…Agence France-Presse – Getty Images

¿Y si ese regalo prometido nunca llega para el niño que tiene una buena memoria y nos visita todos los años? “Entonces tienes un problema, Santa Claus, porque volverán a ti”, dijo Valent.

Mejor decir: “Veré lo que puedo hacer”.

Un niño le dijo una vez a Jefferson que su familia no tendría Navidad porque su madre estaba desempleada. Jefferson, cuyo trabajo diario en aquel momento era en la Comisión de la Fuerza Laboral de Texas, la llevó aparte después para ofrecerle ayuda para encontrar un trabajo y dirigirla a lugares que ofrecían juguetes gratis. “Se puso a llorar”, dijo. “Entonces yo me puse a llorar”.

La tienda departamental de Abraham & Straus de Brooklyn tenía dos Santas disponibles cuando Angela Perry fue de visita: un hombre blanco y otro negro, Joe Fields. La niña de 5 años eligió compartir su deseo navideño con Fields.Credit…Librado Romero/The New York Times

Los Santas siguen siendo abrumadoramente blancos, pero eso está cambiando, para alegría de los niños. Un niño que visitó a Siu para pedirle Lego señaló con entusiasmo que Santa Allan, quien es chino-estadounidense, tenía los ojos con la forma de los suyos.

“¿Te ha dicho alguien que tus ojos son bonitos?”, le preguntó Siu. “Pues siéntete muy orgulloso de tus ojos”.

Aun así, algunos se aferran a una idea limitada de cómo es Santa Claus. En 2016, Jefferson, quien es negro, solicitó trabajo en una gran tienda departamental. La entrevista telefónica iba muy bien, dijo, hasta que el entrevistador le preguntó cuál era su origen racial y luego le dijo que no estaban interesados en contratar a ningún Santa negro por el momento.

“Me dolió en el alma”, recuerda Jefferson. Pero siguió decidido y, ese mismo año, el Mall of America lo contrató como su primer Santa negro. “No se trata de raza”, dijo. “Santa Claus puede ser cualquiera que tenga buen corazón”.

Kitty Bennett colaboró con la investigación.

Illustration of a child opening a box labeled 'holiday stuff' while an adult sits on the couch with a cup of coffee.
Credit…LeeAndra Cianci

Isabel Spooner-Harvey solía hacer latkes desde cero: primero rallaba las papas, escurría el agua y las freía sobre una estufa caliente.

El esfuerzo era gratificante. Pero tuvo tres hijos en tres años y luego se separó de su esposo. Para esta ama de casa de Madison, Wisconsin, la necesidad de hacer que las fiestas fueran especiales —los regalos, las reuniones, las tarjetas, los latkes— empezó a parecerle una carga de la que quería deshacerse en vez de ser un momento de alegría.

Así que este año, cuando Spooner-Harvey celebre Janucá, mantendrá sus sartenes limpias y pedirá latkes a la tienda de delicatessen. “Lo divertido es estar todos juntos en la mesa”, dice. “No importa de dónde venga la comida”.

Aunque otras personas no son inmunes a la presión de hacer “magia navideña”, las madres son las que más la sienten, afirma Michelle Janning, profesora de sociología del Whitman College de Walla Walla, Washington. Además de estar “socializadas para ser las responsables del bienestar de la familia”, las madres suelen sentir una emoción que Janning denomina “nostalgia futura imaginada”, en la que imaginan a sus hijos adultos recordando su infancia con cariño.

Por eso, incluso para quienes adoran las fiestas, la presión por celebrarlas a la perfección puede provocar estrés y agotamiento. Algunas mujeres, como Spooner-Harvey, se lamentan de estas expectativas en sarcásticos textos en chats grupales, hilos de comentarios y ensayos personales, y han adoptado el enfoque de Marie Kondo: renunciar a los rituales que ya no les producen alegría.

Lauren Asensio Demake, trabajadora social de Franklin, Massachusetts, usó el método de Kondo cuando prescindió de las tarjetas navideñas. Cuando era estudiante universitaria, a Demake le encantaba enviar estas misivas de temporada. Pero después de casarse, dijo que el resentimiento afloró cuando “parecía que todavía se esperaba” que fuera ella quien las enviara a sus parientes y a los de su esposo. Lo que antes era divertido se convirtió en una tarea temida.

Demake describió la decisión de dejar de escribir tarjetas como “liberadora”. “Deshacerme de las cosas que sentía que tenía que hacer me ayudó a hacer esta temporada más agradable”, dijo.

Courtenay Baker, divorciada y madre de cuatro hijos en Mount Vernon, Iowa, que trabaja como gestora de proyectos y profesora de danza, también se une a ese movimiento de resistencia.

Ya no envía tarjetas, no hace lo del Elfo en el Estante y ha renunciado a las galletas y decoraciones dignas de Pinterest. En vez de pasarse horas horneando, ve películas navideñas acurrucada con su familia. En lugar de preocuparse por las guirnaldas, deja una caja de adornos y deja que sus hijos los cuelguen (o no).

“No tengo que tachar de mi lista de cosas por hacer cosas que nunca estuvieron en ella”, dice. “Hay un alivio al reconocer que la parte de las fiestas que es perfecta es estar con la gente que quieres”.

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Ningún otro mes tiene una banda sonora como la de diciembre. Y aunque nos encantan los clásicos navideños, también nos encanta descubrir canciones festivas y versiones que no hayamos escuchado 10 millones de veces antes.

Así que, para que sigas disfrutando de las fiestas, hemos invitado al DJ británico-estadounidense Mark Ronson, que celebra tanto la Navidad como el Janucá, a que comparta su lista de reproducción perfecta.

Pero sube el volumen en casa, porque no la escucharás en ninguna discoteca.

Este diciembre, Ronson nos dijo que está deseando “estar en casa con mi esposa embarazada” —la actriz Grace Gummer— “intentando hacerla lo más feliz posible”. Mientras escucha estas canciones navideñas, dijo que probablemente se limitará a “envolver regalos y sorber algo caliente aderezado con whisky”.

Illustration of two people riding the 7 train. The person on the left is wearing comfortable clothing, slippers and earphones and is surrounded by a blanket, throw pillow and lit candle.  The person on the right is dressed in a suit, dress shoes and has a neutral expression.
Credit…LeeAndra Cianci

Los meses fríos han llegado y la temporada de fiestas está aquí, así que es hora de buscar el hygge, el término danés, que tuvo un momento de celebridad internacional alrededor de 2016, que se refiere al refugio de invierno y la calidez espiritual. Pero ¿que sucede si estás en Nueva York y pasas dos horas al día en el metro? Estás de suerte, ya que un viaje en metro es en realidad la actividad perfecta para ponerte en ese deleitoso estado de ánimo decembrino. El metro es, al fin y al cabo, básicamente un gran trineo que viaja bajo tierra, en la oscuridad.

Pero ¿puede un trayecto al trabajo —o cualquier estresante viaje de la temporada decembrina— ser realmente acogedor? Basta con modificar tu enfoque.

El hygge consiste en sentirse cómodo y seguro, protegido de los demás, que podrían preguntarte cómo se pronuncia hygge. (Yo aprendí que se dice “Hiu-goh”, aunque prefiero el incorrecto pero popular “haiggy”). El libro The Book of Hygge define el concepto como “una forma práctica de crear un santuario en medio de una vida muy real”: la práctica ideal para encontrar el confort interior en medio de la vida muy real del metro de Nueva York. Un elemento fundamental del hygge es ir bien abrigado, por ejemplo, así que empieza por ponerte capas de prendas. Y no solo con suéteres, bufandas, pañuelos y gorros: una mascarilla N95, o tres, pueden ser el complemento perfecto para tu vestuario del invierno contemporáneo.

Credit…Anthony Camerano/Associated Press

El estado de ánimo del hygge también depende de la comida y la bebida adecuadas: algo rico, sensual y con especias. Así que lleva un termo lleno de ponche de huevo (o de rompope) para tomarlo a sorbos mientras te dejas seducir inevitablemente por los hipnóticos videos de cocina que la Autoridad Metropolitana de Transporte ahora pone en las pantallas de las estaciones.

En la búsqueda del hygge, el ciudadano danés medio quema unos seis kilos de cera de vela al año. Lamentablemente, no puedes encender tus propias velas en el vagón del metro, ya que probablemente no deberías contribuir al aumento del 40 por ciento de los incendios en el metro durante la pandemia. Para crear atmósfera, confía en el hecho de que los villancicos improvisados son habituales en el metro de Nueva York. Como mínimo, es posible que alcances a escuchar la Sinfonía fantástica o algo de Pop Smoke del iPhone de algún vecino.

Con la actitud y los accesorios adecuados, puedes convertir el tedio cotidiano del viaje en una burbuja de conciencia plena de hygge. Solamente recuerda que, en algún momento, el viaje terminará. Pero, por ahora, te sostiene momentáneamente el cálido abrazo del operador del tren.

En inglés se le llama Elefante Blanco, Intercambio Yankee, Santa Sucio. Dependiendo de a quién le preguntes, este juego de intercambio de regalos navideños, cualquiera que sea el nombre, es una costumbre querida y peculiar que celebra la creatividad y la competencia amistosa o una actividad depravada, despiadada y avara que saca lo peor de la gente. La reportera Jennifer Ashley Wright remonta sus orígenes a la década de 1890, cuando los ciudadanos de Delphos, Ohio, se lanzaron de lleno a las “fiestas de intercambio” navideñas.

¿Mi consejo para que un intercambio sea más un placer que una tarea? Ten en tu arsenal de regalos algo que le guste a todos: mi opción es una mini máquina de wafles.

Illustration of a daily calendar with day 5 being torn away and a photo of a puppy.
Credit…Ilustración por LeeAndra Cianci, fotografía por Vincent Tullo

Ya conoces la escena: una niña baja las escaleras en pijama. Corre a desenvolver sus regalos navideños y derrama lágrimas de alegría mientras abraza a un nuevo cachorro rescatado de un refugio superpoblado. La música va in crescendo, los corazones duplican su tamaño y se recupera la fe en la humanidad.

Aunque es una idea dulce, sorprender a una persona querida con un ser sensible no es una decisión que deba tomarse a la ligera. Antes de dar ese paso, hay que tener en cuenta algunas cosas.

Credit…Vincent Tullo

En primer lugar, el elemento sorpresa. “El momento puede ser una sorpresa, pero el animal no debe serlo en absoluto”, dijo Leslie Granger, presidenta y directora ejecutiva de Bideawee, un refugio y organización protectora de animales de Nueva York. La decisión debe basarse en muchas conversaciones, y todos los implicados deben comprender las implicaciones a largo plazo, niños incluidos. Los padres pueden plantearse asignar responsabilidades a los niños incluso antes de que la nueva mascota llegue a casa.

A continuación, hay que decidir si se adopta de un refugio o de una protectora. Los refugios suelen estar financiados por el gobierno y tienden a ser más grandes y rápidos a la hora de tramitar las solicitudes. Ofrecen locales físicos donde puedes conocer a muchos animales a la vez. Además, están repletos de animales adorables en todo el país. Las protectoras son más pequeñas y se financian con donaciones; a menudo recurren a hogares temporales para alojar a los animales.

Sea cual sea tu elección, te damos un consejo: presenta la solicitud y consigue la aprobación como adoptante antes de encontrar al nuevo miembro de tu familia. Las solicitudes y sus plazos de tramitación varían y pueden incluir tareas como demostrar que tu casero admite mascotas. Revisa si es posible presentar la solicitud por internet y, si lo haces en persona, asegúrate de que saber qué debes llevar.

Credit…Vincent Tullo
Credit…Vincent Tullo

Si te preocupa la inmensa responsabilidad de elegir al mejor amigo de otra persona, Katy Hansen, directora de mercadeo y comunicaciones de Animal Care Centers of NYC, sugiere envolver una correa o una caja de arena como la sorpresa, y luego llevar al futuro dueño de la mascota al refugio. Julie Castle, directora ejecutiva de Best Friends Animal Society, dice que varios refugios ofrecen certificados de regalo para cubrir el precio de la adopción. “Se puede conseguir esto de una forma considerada, sin que se trate simplemente de que un animal aparezca la mañana de Navidad en tu casa”, dijo Castle.

Adopté a mi perro, Peter, en primavera. No salió de una caja con un lazo rojo en el cuello, ni lloré de sorpresa. Llegamos a nuestras vidas sin fanfarrias navideñas. Pero cada día me despierto con su nariz goteante y su perfecto aliento a perro. No puedo imaginar un regalo mejor.

Illustration of a laptop with the number 4 on the screen. Beside a notepad, envelope with a heart on it, tissues and a Modern Love office nameplate.
Credit…LeeAndra Cianci

La temporada de fiestas es una época de alegría y celebración, pero también suele provocar sentimientos de soledad y añoranza. Como editores de la columna Modern Love, nos proponemos publicar historias que reflejen una variedad veraz de experiencias: felices, tristes y agridulces. Esperamos que estas seis pequeñas historias, de nuestra serie Tiny Love Stories sobre la memoria, la valentía, el deseo y la conexión capten la complejidad emocional (y la intensidad) de las fiestas.

Gracias por leer.

6 pequeñas historias de amor para las fiestas

Miya Lee
Daniel Jones

Miya Lee and Daniel JonesMuy aislados y congelados ��

6 pequeñas historias de amor para las fiestas

Miya Lee
Daniel Jones

Miya Lee and Daniel JonesMuy aislados y congelados ��

Brian Rea

Somos los editores de Modern Love. En los años que llevamos recopilando Tiny Love Stories, historias reales de 100 palabras o menos, hemos leído muchas conmovedoras, a veces agridulces, en torno a las fiestas decembrinas. Aquí algunas de nuestras favoritas.

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Illustration of a pair of figure skates with a large number 3 in the background.
Credit…LeeAndra Cianci

Todo empezó con Kristi Yamaguchi. Mis padres me llevaron a verla en el espectáculo itinerante Stars on Ice cuando tenía 7 años y, desde el momento en que sus cuchillas tocaron el hielo, quedé encantada. Luego de años de ver el patinaje artístico desde lejos, finalmente, el invierno pasado, me apunté a clases para adultos principiantes en una de las muchas pistas de patinaje públicas de Nueva York: el LeFrak Center de Prospect Park. Todavía no soy Tessa Virtue, pero ya puedo avanzar para adelante y para atrás… sí, tambaleándome, pero casi sin caerme. “A veces es difícil mantener la frescura típica del neoyorquino que lo ha visto todo cuando te caes de espaldas”, escribe Emily Ludolph en esta nota retrospectiva sobre el patinaje a lo largo de las décadas. “Pero es el indomable espíritu de la ciudad el que nos hace volver a pararnos y estar dispuestos a más”.

An illustration of an open closet revealing the number 2 and an ugly sweater displaying a Christmas tree with blinking lights.
Credit…LeeAndra Cianci

Cada diciembre pasa lo mismo antes de las cenas y los brindis. Mi esposo busca en lo profundo de su armario, moviendo los suéteres como si fueran montones de hojas otoñales, hasta que surge triunfante con la prenda que ha estado buscando: ese objeto legendario, el suéter feo de Navidad.

Pero este en realidad no es un suéter feo de Navidad. Más bien, en honor de nuestra unión interreligiosa, es un suéter feo de Navucá (Navidad y Janucá). Es una prenda tejida de un acrílico en tonos bastante estridentes, con Rodolfo el Reno y, en lugar de sus astas, una menorá cuyas velas se encienden al tocar un botón. Cada vez que lo veo, no puedo más que voltear los ojos y reírme.

Ahora el suéter feo de Navidad es un subgénero de la ropa tejida y una forma artística en sí misma: irónico al punto de la ridiculez y la trascendencia. Unos tienen oropel, lentejuelas, muñecos de nieve y otros clichés santaclosescos; es regalarnos una risa a todos nosotros. Es una expresión de un gusto tan malo que es genial y nunca más necesaria que en un momento turbulento —del año, de la Historia— cuando las emociones se desbordan.

Es por eso que el suéter feo de Navidad ha sobrevivido —o, incluso, florecido— desde hace décadas. El “suéter de los cascabeles” apareció en las repisas de las tiendas en los años cincuenta, un presagio precoz de la temporada navideña comercializada que vendría. Pero hubo una evolución sartorial muy peculiar y el suéter se elevó por encima de la naturaleza taquillera de sus orígenes para convertirse en un gesto de fe.

Aunque en sus primeras encarnaciones los suéteres de los cascabeles eran una especie de copia de los suéteres nórdicos, para los años ochenta esos diseños con renos y copos de nieve (que no necesariamente eran de mal gusto) se volvieron kitsch y pop, en parte gracias a El show de Bill Cosby, en el que el personaje de Cosby, Cliff Huxtable, llevó al extremo lo estrafalario de los suéteres ostentosos.

En la película de 1989 Vacaciones, protagonizada por Chevy Chase, había toda una colección de llamativos suéteres.Credit…Warner Brothers
Colin Firth luce su feo suéter navideño, un reno caricaturesco, como Mark Darcy en El diario de Bridget Jones de 2001.Credit…Alamy

Sus suéteres fueron superados solo por los de la familia Griswold en la película de 1989 Vacaciones, protagonizada no solo por Chevy Chase y Beverly D’Angelo, sino por toda una colección de tejidos festivos muy impresionantes. Colin Firth le dio a la prenda una nueva emotividad cuando se puso a regañadientes su suéter de reno al interpretar a Mark Darcy en El diario de Bridget Jones y, para 2002, ya había nacido la fiesta oficial del Suéter Feo de Navidad, una creación de dos canadienses, de acuerdo con el libro The Ugly Christmas Sweater Party Book: The Definitive Guide to Getting Your Ugly On.

Gracias a las redes sociales la tendencia cobró impulso y abrió el camino para el segmento de Jimmy Fallon “Los 12 días de suéteres de Navidad”, por no mencionar los 53 suéteres de Navidad que se ofrecen en Amazon, los miles de estilos de suéteres feos de Navidad en Etsy, así como en Poshmark (todos esos suéteres feos tienen que ir a parar alguna parte) y las guías “hazlo tú mismo” de empresas como Woolmark. También hay diversos productos con la temática de los suéteres feos de Navidad como libros de colorear, libros para niños e incluso muñecos de jengibre. Y, desde luego, también tenemos los concursos de suéteres feos de Navidad en las oficinas (The New York Times organiza uno).

Sin embargo, después de haber sido jueza en un concurso de esos, creo que es justo decir que, por su capacidad para alegrar el estado de ánimo de cualquier momento; por su expresión auténtica de frivolidad humana, y como recordatorio de que, aunque la vida es seria, la ropa puede ser divertida, la mayoría de los suéteres feos de Navidad son realmente… bueno, hermosos.

Illustration of a daily calendar with a page featuring a historical calendar about to be torn away.
Credit…LeeAndra Cianci

En mi infancia, siempre esperaba con impaciencia el 1 de diciembre. No solo daba comienzo el mes en el que se celebraban tanto la Janucá como la Navidad (éramos una familia de la Navucá), sino que, lo que es más importante, era el día en el que podía abrir la primera puerta de mi calendario de Adviento de cartón.

El chocolate que había detrás de cada panel no era muy bueno (de hecho, podría describirse como “meh”), pero ese no era el punto. Para mí, lo importante era el ritual: una tradición anual que no solo me permitía comer postre antes del desayuno, sino que también me ayudaba a aumentar la ilusión por las fiestas que se aproximaban.

Pero por muchas veces que abriera esas puertecitas, nunca me había parado a pensar en el origen de esta tradición. Este año, para rectificar, llamé a Bruce Forbes, profesor emérito de estudios religiosos en la Universidad de Morningside y autor de Christmas: A Candid History.

La palabra “adviento”, me explicó, significa “venida” en latín. El periodo de Adviento cae en las semanas que preceden a la Navidad y abarca diferentes fechas, dependiendo de su denominación. El Adviento comenzó como una observancia religiosa similar a la Cuaresma: un tiempo de sombría preparación espiritual y ayuno. Con el paso del tiempo, dijo Forbes, se volvió “más festivo”, quizá porque los europeos medievales necesitaban una razón para celebrar durante los fríos y oscuros inviernos.

La cuenta atrás de los días que van del 1 al 25 de diciembre comenzó concretamente de forma limitada en la Alemania de la década de 1850, según Esther Gajek, profesora de antropología cultural de la Universidad de Ratisbona. (Gajek posee más de 3000 calendarios de Adviento).

Credit…Roland Pokorny/Collection Esther Gajek, Germany
Credit…Roland Pokorny/Collection Esther Gajek, Germany

“Algunos padres —en su mayoría protestantes, en las ciudades, en su mayoría parte de las clases educadas— hacían algo para que sus hijos visualizaran el interminable tiempo que precede a la Navidad”, dijo Gajek.

Cada día, estos niños podían colgar un cuadro en la pared, o colocar una “hoja” de papel en un pequeño árbol de Adviento de madera, o borrar una línea de tiza de un conjunto de 24 en el suelo.

En 1902, la tradición se hizo comercial, cuando una editorial protestante lanzó un “reloj de Adviento” de papel. Al año siguiente, un litógrafo alemán llamado Gerhard Lang imprimió una hoja con 24 imágenes que los niños podían recortar y pegar dentro de un marco. Fue “un éxito enorme”, dijo Gajek.

Tras la Primera Guerra Mundial, la popularidad de los calendarios de Adviento aumentó, y Lang los exportó al Reino Unido e introdujo una variedad rellena de chocolate que, muchas décadas después, se convertiría en un elemento básico de mis propios diciembres.

No es de extrañar que los calendarios de Adviento sean tan queridos. Aunque tienen sus raíces en el cristianismo, desde entonces se han convertido en una forma polifacética de marcar la temporada, que incluye desde a Dolly Parton hasta el vino. Y una buena cuenta regresiva es culturalmente agnóstica. Basta con pensar en los 10 segundos de furor antes de dar la bienvenida al Año Nuevo.

Ahora que soy adulta, las fiestas no son tan sencillas como antes; los sentimientos de pérdida y estrés van de la mano de la alegría y el júbilo. Pero los calendarios de Adviento me recuerdan que el peso de la alegría navideña no tiene por qué recaer en una sola fiesta o regalo o día.

En cambio, el espíritu de la temporada puede saborearse lentamente: así como ese mediocre trozo de chocolate que se derrite en mi lengua.

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