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Elon Musk, dueño de Twitter, es el rostro del capitalismo extremo

El patriarca de la familia Kennedy, Joseph P. Kennedy, siempre fue experto en manipular los precios de las acciones, pero, como primer presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por su sigla en inglés), temía que el capitalismo nunca se recuperara de la Gran Depresión si los manipuladores y defraudadores eran libres de hacer lo que quisieran. Bajo el mandato de Kennedy, la comisión prohibió muchas de las prácticas que él había explotado para hacer su fortuna, incluyendo la venta al descubierto con información privilegiada.

Musk no tiene esos temores ni esos escrúpulos. Como señaló The Economist en abril, Musk “promueve la idea de que las reglas normales de la inversión no son aplicables. Describe a los guardianes de la competencia leal —reguladores y consejos— como enemigos mezquinos del progreso”. Llama a los funcionarios de la SEC “esos bastardos”.

La probable consecuencia de que Twitter sea ahora propiedad de Musk será una disrupción tanto política como económica. Al declarar que pretende permitir que Donald Trump regrese a la red social, ha dejado clara su oposición a la vigilancia de la información falsa y la desinformación política. Se ha autoproclamado un “absolutista de la libertad de expresión” y ha repetido varias veces que se opone a la censura y la limitará, y que es probable que relaje las reglas de moderación de contenido.

No es poco razonable esperar que un Twitter propiedad de Musk y controlado por él permita, en nombre de la libertad de expresión, tuitear información falsa y desinformación ad infinitum, siempre y cuando desacredite a sus opositores políticos y tanto él como sus aliados se vean aclamados y enriquecidos.

Musk tiene razón en que debe honrarse y protegerse la “libertad de expresión”. Pero ¿no es hora de que, como pueblo y nación, entablemos un debate público amplio e inclusivo sobre cuándo y cómo la libertad de expresión puede crear “un peligro claro y presente” —como escribió el juez Oliver Wendell Holmes Jr. hace un siglo— y si necesitamos que el gobierno encuentre una manera, a través de la ley, la regulación o la persuasión, de evitar que esto ocurra?

Elon Musk es un producto de su época, pero también de la nuestra. En lugar de debatir o burlarse de su influencia, debemos reconocer que no es el brillante y exitoso empresario por mérito propio que interpreta en los medios de comunicación. Por el contrario, su éxito ha sido impulsado y pagado con el dinero de los contribuyentes y secundado por funcionarios del gobierno que les han permitido a él y a otros empresarios multimillonarios ejercer un control cada vez mayor sobre nuestra economía y nuestra política.

David Nasaw es profesor emérito de historia en el Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y autor, más recientemente, de The Last Million: Europe’s Displaced Persons from World War to Cold War.

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