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La nueva fase de la guerra de Putin en Ucrania es brutal

Y después de toda la pobreza, la represión y el aislamiento durante el régimen soviético, los rusos deben recordar que, hasta que Putin intentó modificar por la fuerza las fronteras de Ucrania en 2014, estaban disfrutando por fin de lo que en otros países industrializados llevaba mucho tiempo considerando normal: la oportunidad de ganar un salario digno, de comprar productos de consumo y disfrutar de las libertades, muchísimo más amplias, de viajar al extranjero y expresar sus opiniones.

El Occidente que visitaban no era la caricatura depravada que Putin o el patriarca Cirilo les presentaban. Y su Rusia no era precisamente un modelo puro y espiritual, con el alcoholismo, la corrupción, el abuso de drogas, la homofobia y otros pecados que tan familiares les resultan a todos los rusos.

Al final, la cuestión es si cualquiera de las interpretaciones históricas de Putin sirve realmente para justificar la muerte y la destrucción que él ha ordenado. Los rusos conocen los horrores de una guerra total; deben saber que nada de lo que se inventó Putin valida siquiera remotamente el arrasamiento de pueblos y ciudades, el asesinato, la violación y el saqueo, o los ataques deliberados contra los suministros de electricidad y agua en toda Ucrania. Como la última gran guerra europea, esta se debe sobre todo a la locura de un solo hombre.

Si Ucrania no era un enemigo antes, Putin se ha asegurado de que lo sea ahora. Combatir a un invasor es uno de los métodos más potentes para fraguar una identidad nacional, y, para Ucrania, Rusia como su enemigo y Occidente como su futuro se han convertido en elementos indelebles. Y si antes, en efecto, Occidente estaba dividido e indeciso respecto a cómo tratar a Rusia o Ucrania, la invasión de Moscú ha unificado a Estados Unidos y a gran parte de Europa al relegar a Rusia como amenaza y marginarla, y ensalzar a una heroica Ucrania como amiga y aliada.

Putin, quien afirmaba estar defendiendo la grandeza rusa, ha convertido Rusia en un Estado paria en muchas partes del mundo. Dice que Rusia tiene todo lo que necesita para soportar el costo de la guerra y las sanciones. Sin embargo, según un informe del centro de pensamiento Carnegie Endowment for International Peace, Rusia se enfrenta a décadas de estancamiento y regresión económica, aunque la guerra termine pronto. Es probable que la producción industrial, e incluso la militar, siga cayendo debido a su dependencia de los productos de alta tecnología de Occidente que ya no puede obtener. Muchas empresas occidentales se han marchado, el comercio con Occidente ha disminuido y la financiación de la guerra está agotando el presupuesto. Numerosas compañías aéreas extranjeras han dejado de volar a Rusia. Si a ello se le añaden los millones de rusos talentosos que han huido, el futuro resulta sombrío.

El verdadero alcance de las bajas rusas también se le está ocultando a su población. El general Mark A. Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, dijo en noviembre que las bajas de Moscú “superan con creces los 100.000 soldados rusos muertos y heridos”. Alrededor de 300.000 hombres han sido obligados a servir de carne de cañón en el ejército, y podrían seguirles muchos más.

Es posible que Putin acabe buscando una solución negociada, aunque esa posibilidad es cada vez más remota en la medida en que los ucranianos sufren cada vez más destrucción y más pérdidas, y se enroca en su determinación de no retroceder ni un centímetro de su país. Por ahora, Putin parece seguir creyéndose capaz de hacer a Ucrania arrodillarse y de dictar su destino, sin reparar en los costos.

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