Durante dos décadas, Ilya Solkan fue párroco en un pequeño pueblo ucraniano a las afueras de la capital, Kiev. Bautizaba bebés, bendecía matrimonios y realizaba funerales. La iglesia ortodoxa era el corazón del pueblo, y Solkan ocupaba un lugar central en su vida.
“Ser sacerdote es el llamado que Dios me ha dado”, dijo en una entrevista en su casa del pueblo de Blystavytsia, describiendo la iglesia como su “segundo hogar”.
Hoy, está desempleado y ha sido condenado al ostracismo en el pueblo después de que los feligreses lo expulsaran en octubre por hacer política en su labor pastoral.
La destitución de Solkan, un sacerdote sin proyección pública más allá de su pueblo natal, refleja el rechazo gradual de gran parte de la sociedad ucraniana hacia una Iglesia que responde a Moscú, un proceso que se ha acelerado a raíz de la guerra. En concreto, muestra la división entre las dos ramas del cristianismo ortodoxo, la religión predominante en Ucrania.
En Ucrania, la Iglesia ortodoxa tiene un ala nacional independiente, la cual obtuvo formalmente el estatus canónico por parte de la Iglesia ortodoxa oriental en 2018, y un ala, a la que pertenece Solkan, vinculada a la Iglesia ortodoxa rusa de Moscú. Durante años, su rama ha sido un símbolo de la influencia rusa y, desde la invasión, se ha convertido en un objetivo del empeño de Ucrania por librarse de la influencia cultural rusa.
El líder de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Kirill, es un partidario entusiasta del presidente de Rusia, Vladimir V. Putin. Su iglesia ha promovido la opinión de Moscú de que las raíces culturales de Ucrania están en Rusia, un argumento que el líder ruso utilizó para justificar la invasión a gran escala.
Representantes de la Iglesia ortodoxa rusa han negado que apoyen la invasión y han argumentado que su institución es víctima de persecución, una cuestión que Rusia planteó en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU a finales de julio. Días antes de la reunión, uno de los vicarios de la propia iglesia criticó a Kirill en una carta llena de indignación después de que unos misiles rusos dañaran gravemente una de las mayores iglesias ortodoxas del país, la catedral de la Transfiguración de Odesa, afirmando que “sus obispos y sacerdotes consagran y bendicen los tanques y misiles que bombardean nuestras ciudades pacíficas”.
Los aldeanos dicen que durante años Solkan había colmado sus sermones con expresiones de apoyo a la política exterior del Kremlin —por ejemplo, al decir que Moscú tenía razón cuando se anexionó Crimea ilegalmente en 2014— y que con frecuencia les habló en ruso en lugar de en ucraniano.
“Rusia siempre utilizó la iglesia como herramienta de influencia propagandística y, como habitantes de este pueblo, eso era inaceptable para nosotros”, dijo Zoya Dehtyar, directora del consejo parroquial que lo expulsó.
Solkan declinó hacer comentarios sobre su política, por temor a que algo de lo que dijera le causara problemas.
Su rama de la iglesia está sometida a una gran presión en Ucrania.
El Parlamento ucraniano está debatiendo un proyecto de ley que prohibiría cualquier organización religiosa apoyada por una entidad religiosa de un Estado que haya perpetrado una agresión contra el país. Pocos dudan de que el blanco sea Rusia, y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha pronunciado a favor del proyecto de ley.
El gobierno ucraniano también ha tomado medidas para reducir la influencia de la Iglesia vinculada a Rusia, entre otras cosas ordenando a sus sacerdotes y monjes que desalojen el Kyiv-Pechersk Lavra, o Monasterio de las Cuevas. De este modo, la Iglesia no tendría acceso a uno de los lugares más sagrados de la fe ortodoxa oriental.
Varios parlamentos regionales y otras autoridades locales han tomado medidas para impedir que la Iglesia rusa opere en Ucrania, como revocar los contratos de arrendamiento de edificios eclesiásticos propiedad del gobierno.
Más de 1500 iglesias locales, como la de Blystavytsia, se han adherido a la Iglesia nacional ucraniana. Según el Servicio de Información Religiosa de Ucrania, una organización no partidista, esta cifra representa alrededor del 13 por ciento de las iglesias de algunas zonas del país. Muchos sacerdotes han cambiado de adscripción y otros han perdido su empleo.
En una señal de la creciente centralidad de la iglesia nacional, Zelenski se reunió con el patriarca ecuménico Bartolomé, el líder espiritual, durante una visita reciente a Estambul.
“Tenemos una revolución en Ucrania”, afirmó Taras Antoshevskyi, director del Servicio de Información Religiosa. “Los máximos dirigentes del patriarcado de Moscú no quieren cambios, pero el pueblo ya no lo tolera”.
El conflicto por la lealtad religiosa llegó a su punto álgido en Blystavytsia al comienzo de la invasión, hace 17 meses. El pueblo se encuentra cerca del aeropuerto militar de Hostómel, el cual las fuerzas rusas intentaron tomar en una de las primeras batallas de la guerra.
Los soldados rusos bombardearon la aldea y luego la ocuparon. Durante más de dos semanas, los aldeanos se refugiaron en sus sótanos.
Finalmente, Dehtyar salió y condujo temerosa junto a su marido y su hijo hasta el lado ucraniano de la línea del frente. Afirmó que el bombardeo había matado a 12 aldeanos, mientras que otros 10 murieron porque no pudieron acceder a atención médica. Aproximadamente el mismo número desapareció, probablemente detenidos por las fuerzas rusas.
Para los fieles, algo se había fracturado. La ocupación, los asesinatos y la lucha nacional agudizaron su sentido del patriotismo y erosionaron su tolerancia hacia el sacerdote, dijeron Dehtyar y otros aldeanos.
Desde que lo expulsaron, Solkan dice que rara vez sale de casa. Varios aldeanos lo describieron como “tímido” incluso antes de que perdiera su puesto. Sigue celebrando misas en su casa para los pocos aldeanos que siguen apoyándolo e interpuso una demanda para intentar recuperar su puesto.
“Todo depende de la voluntad de Dios. Si Dios nos permite volver a nuestra iglesia, será un gran regalo”, dijo.
Durante la ocupación del año pasado, Solkan contó que había sido herido en el muslo izquierdo por la esquirla de un proyectil mientras estaba parado en su jardín y casi había muerto. Otros aldeanos dieron fe de la lesión, pero también dijeron que lo habían visto charlando con soldados rusos y pasando sus puntos de control, algo que levantó sus sospechas sobre su lealtad política.
Sus acciones no escaparon a la atención de la agencia de seguridad estatal de Ucrania, la SBU, la cual ha abierto decenas de casos penales contra clérigos sospechosos, según el jefe de la agencia, Vasyl Maliutka, quien habló en la televisión ucraniana.
El investigador principal de la agencia asignado al caso de la Iglesia ortodoxa dijo en una entrevista que había realizado una investigación sobre Solkan y había concluido que, si bien fraternizó con los soldados rusos durante la ocupación, no les proporcionó ayuda material y, por lo tanto, no sería procesado por colaboración. El investigador se negó a dar su nombre de acuerdo con el protocolo de la agencia.
FOTO: Una procesión de la iglesia en Blystavytsia
En ausencia de Solkan, los aldeanos aseguran que el vigor de su iglesia se ha renovado. En abril, celebraron la Pascua con un nuevo sacerdote de la Iglesia nacional ucraniana.
“Es como volver a casa con la familia”, dijo Dehtyar.
Solkan no asistió a los servicios de Pascua y no ha vuelto a la iglesia. Un representante de la Iglesia nacional que ahora supervisa la parroquia, Mykola Kryhin, dijo que no será fácil para Solkan recuperar la confianza del pueblo.
“Si te deshaces de tu mentalidad rusa y aceptas la realidad ucraniana, entonces las puertas de la iglesia estarán abiertas para ti”, dijo Kryhin. “Pero si no lo haces, entonces no te aceptaremos”.
Evelina Riabenko colaboró con este reportaje.
Matthew Mpoke Bigg es un corresponsal que cubre noticias internacionales. Antes fue reportero, editor y jefe de corresponsalía para Reuters y ha ocupado puestos en Nairobi, Abidjan, Atlanta, Yakarta y Accra. Más sobre Matthew Mpoke Bigg