Andrew Tate, un pugilista e influente de internet, autoproclamado como el “rey de la masculinidad tóxica”, nunca ocultó la razón por la que eligió Rumania como su hogar y centro de negocios.
“Me gusta vivir en una sociedad donde mi dinero, mi influencia y mi poder significan que no estoy sometido ni en deuda” con ninguna ley, le dijo Tate a sus fans.
Pero, como gran parte de lo que el expeleador de kickboxing les ha dicho a sus millones de seguidores, en su mayoría hombres jóvenes, en las redes sociales —incluidas sus afirmaciones de que es billonario y tiene 19 pasaportes— la proclamación de Tate sobre Rumania como un refugio libre de riesgos para comportamientos antisociales reflejó ser más fantasía que realidad.
En diciembre, las autoridades rumanas arrestaron a Tate, ciudadano de Estados Unidos y el Reino Unido, y a su hermano menor, Tristan, por cargos de trata de personas, violación y la creación de un grupo delictivo organizado. Tras estar tres meses recluidos en una cárcel de Bucarest, la capital, los dos hombres, que niegan haber cometido algún delito, se encuentran actualmente bajo arresto domiciliario, en espera de juicio.
Su hogar es un enorme complejo en una lúgubre calle ciega en Voluntari, una ciudad al lado de Bucarest que está salpicada de nuevas y brillantes torres de oficinas y lotes baldíos abandonados. Se parece más a un almacén industrial que a la guarida de un hombre que se jactaba de tener una inmensa riqueza y publicaba sus videos paseando en aviones privados con mujeres hermosas y conduciendo autos veloces.
Los autos de alta gama que solían llenar el patio, entre ellos un Rolls-Royce, un Porsche, un Aston Martin y un BMW, ya no están: fueron confiscados por las autoridades rumanas. El único vehículo que queda es un tosco Lada ruso. No valía la pena confiscarlo.
Pero en los últimos años, Rumania ha hecho un esfuerzo serio para atender la corrupción interna y la anarquía general que durante mucho tiempo han asolado al país, y que aparentemente atrajeron a Tate. Antes de su arresto, afirmó que le gustaba “vivir en países donde la corrupción está al alcance de todos”, y donde cualquiera puede pagar un soborno de 50 dólares para evitar una multa por exceso de velocidad.
Eugen Vidineac, el abogado rumano que defiende a Tate, dijo que su cliente había “dicho muchas estupideces”, pero que después de su arresto “dejó de pensar que Rumania es muy corrupta”.
Desde que Tate estableció a Rumania como su base de operaciones alrededor de 2016, la agencia contra la trata de personas del país ha ampliado su personal y lanzó un bombardeo de mensajes en vallas publicitarias, la televisión y en internet, que advierten a las mujeres que deben cuidarse de los “galanes”, traficantes que usan la seducción como técnica de reclutamiento. Tate está acusado de usar esta táctica para atraer a su residencia a mujeres vulnerables para que participen en videos sexuales en línea.
El informe del Departamento de Estado afirmó que, si bien Rumania “no cumplía completamente con los estándares mínimos para la erradicación de la trata”, estaba “tomando medidas significativas para lograrlo”.
El documento mencionaba cambios legales, un marcado aumento en la cantidad de procesamientos legales por trata, la intensificación de la cooperación con otros países europeos y el establecimiento en 2021 de una unidad dedicada a combatir el tráfico sexual por parte de la Dirección de Investigación de Delitos de Crimen Organizado y Terrorismo de Rumania, la agencia que dirigió la investigación sobre Tate.
El año pasado, la dirección abrió 1246 nuevas investigaciones de tráfico, el doble que en 2021.
Monica Boseff, presidenta de Open Door Foundation, una organización privada que gestiona un refugio para mujeres que huyen del comercio sexual, dijo que Tate “no era el único misógino que hace declaraciones espeluznantes en las redes sociales relacionadas con las mujeres”. Pero según Boseff, Tate “calculó mal” su convicción de que en Rumania todo vale.
“Todavía tenemos grandes problemas que debemos resolver, pero ha habido una verdadera mejora y finalmente tenemos la esperanza” de que el abuso y la explotación de las mujeres poco a poco están siendo percibidos como delitos por la sociedad y las autoridades, dijo Boseff.
Para Silvia Tabusca, profesora de Derecho en la Universidad Rumano-Estadounidense en Bucarest que ha trabajado con fiscales en casos de trata, el gran error de Tate no fue tanto que juzgara mal el clima legal y social cambiante de Rumania, sino que incluyó a una joven estadounidense entre sus presuntas víctimas.
Sin la presión de Estados Unidos para investigar a Tate, “no estoy segura de que los fiscales rumanos lo habrían tocado”, comentó Tabusca.
La Embajada de Estados Unidos en Bucarest citó “consideraciones de privacidad” y no emitió comentarios sobre si las autoridades estadounidenses habían intervenido en nombre de una ciudadana de su país. La agencia rumana que dirige la investigación también se negó a hacer comentarios.
Como Tabusca, el abogado de Tate atribuyó a la intervención estadounidense el inesperado fervor de las autoridades rumanas contra su cliente. Dijo que las medidas comenzaron el año pasado luego de que la madre de una joven de Florida empezó a preocuparse de que Tate tuviera cautiva a su hija y solicitó al Departamento de Estado que actuara.
La solicitud de la madre, dijo el abogado, ocasionó que las autoridades estadounidenses pidieran la ayuda de Rumania e instaran a la apertura de una investigación penal en abril del año pasado, poco después de que la hija le contara a su madre que se encontraba en Rumana viviendo en el complejo de Tate. Los investigadores pusieron dispositivos de escucha en el complejo, intervinieron su teléfono y monitorearon sus movimientos y comunicaciones en internet.
Los detalles de lo que encontraron aún son secretos y, según el abogado, que ha tenido acceso a la carpeta del caso, no brindan pruebas de actividades delictivas, solo de libertinaje. “El problema de mi cliente”, dijo, “es su estilo de vida. Pero el estilo de vida no es un delito. Lo que importa es lo que es ilegal, no lo que es inmoral”.
Tate, por su parte, ofreció una explicación característicamente melodramática de su arresto. Un día después de que policías armados irrumpieron en su complejo, les dijo a sus seguidores en Twitter, que ahora suman 6,6 millones, que “la matrix envió a sus agentes”. La matrix es como Tate llama en general a lo que él ve como una conspiración de las élites corporativas woke, los políticos y las feministas para castrar a los hombres.
Los fiscales acusan a Tate de atraer mujeres a su complejo residencial y luego ponerlas a trabajar, bajo coacción, como actrices pornográficas frente a cámaras web. El abogado dijo que la residencia no tenía estudios con cámaras web y que su cliente nunca había obligado a nadie a quedarse o a trabajar allí. Los hermanos Tate, continuó, “son famosos; son ricos; son jóvenes y atractivos”. Y agregó: “¿Cuál sería su interés en obligar a las mujeres a actuar como esclavas?”.
Según el abogado, las únicas personas que vivían en la residencia eran los hermanos y sus varias novias. Reconoció que algunas de las mujeres habían aparecido en videos publicados por Tate, pero dijo que lo habían hecho por voluntad propia con la esperanza de que esto las ayudara a ganar seguidores en las redes sociales. “Él nunca obtuvo dinero de las chicas”, sostuvo el abogado.
El sitio web, ahora extinto, de uno de los emprendimientos de Tate —una academia online que ofrecía un “programa de doctorado” en “técnicas para conseguir chicas” contaba otra historia. Presumía que Tate “es dueño y operador de clubes de striptís y estudios de webcam” y tiene “mujeres DE GRAN CALIDAD que viven con él y le ganan dinero a tiempo completo”
La propuesta de venta del programa, cuya inscripción costaba más de 400 dólares, prometía enseñar a los alumnos “a crear un ejército de mujeres tan leales que te permitirán tener tantas chicas como quieras”.
Dos mujeres a quienes los fiscales describieron como víctimas insistieron en que se relacionaron con Tate por su propia voluntad y no fueron coaccionadas. El informe de un psicólogo clínico preparado como parte del caso decía que les habían lavado el cerebro para que creyeran que tenían una relación romántica genuina con Tate.
Boseff, la dirigente de la Open Door Foundation, dijo que la mayoría de las más de 1200 mujeres que habían pasado por el refugio de su organización en la última década habían sido atrapadas por traficantes que se hacían pasar por “galanes” y a menudo sentían cariño y lealtad hacia ellos a pesar de que las presionaban para trabajar como prostitutas.
Tate, dijo Boseff, comprendía que “todos anhelan ser amados, cuidados y escuchar palabras de aliento”, necesidades que pueden hacer que las mujeres de hogares inestables sean particularmente vulnerables a la explotación.
Las estadísticas recopiladas por la agencia contra la trata muestran que el 74 por ciento de las víctimas son reclutadas por conocidos, amigos, vecinos o incluso familiares.
Desde su salida de la cárcel al arresto domiciliario a finales de marzo, Tate ha buscado reinventarse como filántropo. Anunció que creó un refugio para perros, reconstruyó un orfanato rumano y que “va a salvar el mundo”.
Nada convencido de su nuevo compromiso con las buenas obras, un tribunal de Bucarest añadió el viernes otro mes al arresto domiciliario de los hermanos Tate.
“Rumania no es tan corrupta como Tate pensaba y esperaba”, afirmó Mihaela Dragus, oficial de policía de la Agencia Nacional contra la Trata de Personas de Rumania.
Delia Marinescu colaboró con reportería desde Bucarest.
Andrew Higgins es el jefe del buró para Europa central y oriental con sede en Varsovia. Anteriormente fue corresponsal y jefe de buró en Moscú de el Times, formó parte del equipo que recibió el Premio Pulitzer de Periodismo Internacional en 2017 y lideró un equipo que ganó el mismo premio en 1999 mientras era jefe del buró en Moscú de The Wall Street Journal.