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Año nuevo, todo nuevo – The New York Times

El inicio de año trae consigo todo tipo de rituales y simbolismos: hacemos propósitos y deseos al sonar la medianoche, compramos agendas nuevas, el calendario viejo va a la basura, renovamos la suscripción al gimnasio jurando que, ahora sí, vamos a acudir con constancia.

En Brasil, el 1 de enero también ha traído un nuevo presidente y, con él, nuevas promesas.

Luiz Inácio Lula da Silva asumió su tercer mandato presidencial. Consolidó su resurrección política tras una serie de juicios de corrupción, una estancia en prisión cuya condena fue revertida y el cuatrienio de Jair Bolsonaro, marcado por la división y los estragos de la pandemia.

En su primer día en el cargo, Lula reiteró su promesa de luchar contra el hambre y la deforestación. También hizo hincapié en la importancia de fortalecer la democracia, que durante la campaña del año pasado fue cuestionada cuando Bolsonaro y sus aliados pusieron en entredicho el proceso electoral.

“Bajo los vientos de la redemocratización, solíamos decir: ‘Dictadura nunca más’”, dijo Lula en su discurso. “Hoy, después del terrible desafío que hemos superado, debemos decir: ‘Democracia para siempre’”.

El gran ausente de la ceremonia de cambio de mando fue el presidente saliente. Bolsonaro se encuentra en Orlando, Florida, donde tenía planes de permanecer un mes. Ya habíamos reportado que podría enfrentar cargos.

Gran parte del planeta estará atento al desempeño de Lula al implementar medidas para revertir la deforestación de la Amazonía, que aumentó durante el gobierno de Bolsonaro. En un ensayo reciente de opinión, el periodista Heriberto Araujo escribía:

Proteger la selva tropical —una de las promesas de Lula durante la campaña— acaso sea el reto más importante de su tercer mandato como líder de Brasil. Será una tarea extremadamente compleja, y por ello Lula necesitará la ayuda de la comunidad internacional.

No solo está por verse el desempeño de la nueva gestión en los desafíos clave para Brasil, también hay expectativa sobre su capacidad de generar un gobierno de unidad en medio de un ambiente de polarización.

Por el momento, el ascenso al poder de Lula tiene el mismo efecto simbólico que para algunas personas tienen las 12 campanadas o las posibilidades de un cuaderno en blanco: representa la oportunidad de un cambio, la esperanza de que haya tiempos mejores.

“La toma de posesión de Lula tiene que ver sobre todo con la esperanza”, dijo Isabela Nascimento, una desarrolladora de software que acudió a la inauguración el domingo, según informó nuestro corresponsal Jack Nicas desde Brasil. “Espero verlo representando no solo a un partido político, sino a toda una población: todo un grupo de personas que solo quieren ser más felices”.


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—Patricia Nieto y Sabrina Duque producen y editan este boletín.


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