Esta respuesta demostró que sus ambiciones de libre mercado eran insostenibles. En una decisión humillante, esta semana se vio obligada a revertir casi todos los recortes fiscales, incluido uno aplicable al grupo de mayores ingresos que fue objeto de muchas críticas. Despidió a Kwasi Kwarteng, el ministro de Hacienda encargado de preparar el plan y su aliado cercano, y adoptó políticas económicas promovidas por el Partido Laborista, el partido de oposición.
“No es posible dar un giro total como el que ella dio y esperar que tu credibilidad política se mantenga”, dijo Jon Tonge, profesor de política en la Universidad de Liverpool.
¿Cómo puso en peligro su cargo?
Sus concesiones no lograron apaciguar la rebelión que se propagaba dentro de su propio partido que, como le sucedió a Johnson, tenía el poder para derrocarla.
Los conservadores (también conocidos como tories), que ya habían sufrido una marcada caída en sus índices de popularidad en la opinión pública tras los escándalos de Johnson, vieron sus estadísticas hundirse a profundidades impresionantes con los tropiezos de Truss. Una encuesta dada a conocer por Redfield & Wilton Strategies esta semana reveló el porcentaje de aprobación más bajo registrado en la historia para un primer ministro: el 70 por ciento de la población ve con malos ojos a Truss y ese porcentaje incluye al 67 por ciento de los conservadores.
Si se celebraran elecciones generales el día de hoy, el 56 por ciento de los votos favorecerían al Partido Laborista, mientras que el 20 por ciento de los electores votarían por el Partido Conservador, según la encuesta.
El descontento del Partido Conservador con Truss llegó a su clímax y se vio envuelta en un ambiente palpable de crisis. El miércoles 19 de octubre, explotó en una lucha frenética por su supervivencia. En pleno bombardeo de preguntas de los miembros del Parlamento, declaró: “Siempre lucho, no me doy por vencida”.
Entonces, sobrevino una oleada de caos. Suella Braverman, la ministra británica del Interior, que se vio obligada a renunciar a causa del uso indebido de su correo electrónico, aprovechó su carta de renuncia para criticar a Truss, expresando “inquietud por la dirección que ha tomado este gobierno”. Además, una votación sobre el tema de la fracturación hidráulica en el Parlamento se transformó, según la información que circula, en una escena de hostigamiento, gritos, maltrato físico y lágrimas. Más conservadores del Parlamento expresaron abiertamente su deseo de que Truss renunciara al cargo. Y empezaron a correr rumores sobre renuncias al más alto nivel. En ese contexto, resultaba difícil tener información actualizada.