“Nuestro sistema no está blindado al 100 por ciento”, dijo. “Siempre existe la posibilidad de que suceda algo anormal en un sistema completamente computarizado”.
Durante meses, Bolsonaro había dicho que las encuestas estaban subestimando su apoyo y como evidencia apuntaba a sus enormes mítines. Sin embargo, todas las encuestas confiables lo mostraban en desventaja. El domingo quedó claro que tenía razón. Con la mayoría de los votos contados, se desempeñó mejor en los 27 estados de Brasil de lo que Ipec, una de las encuestadoras más prestigiosas de Brasil, había pronosticado un día antes de las elecciones, al exceder las proyecciones por al menos ocho puntos porcentuales en 10 estados.
Parece que los encuestadores estimaron mal la fuerza de los candidatos conservadores en todo el país. Los gobernadores y legisladores respaldados por Bolsonaro también superaron las expectativas de las encuestas y ganaron muchas de sus contiendas el domingo.
Cláudio Castro, gobernador del estado de Río de Janeiro, fue reelecto de forma contundente, con el 58 por ciento de los votos, 11 puntos porcentuales por encima de lo previsto por el Ipec. Al menos siete exministros de Bolsonaro también fueron elegidos para el Congreso, entre ellos su exministro de Medioambiente, quien supervisó la deforestación vertiginosa en la Amazonía, y su exministro de Salud, quien fue criticado de manera generalizada por la demora de Brasil en la compra de vacunas durante la pandemia.
Antonio Lavareda, el presidente de Ipespe, otra gran encuestadora, defendió la investigación de su empresa al indicar que había predicho que Da Silva terminaría con 49 por ciento, frente al 48 por ciento que obtuvo.
Sin embargo, Ipespe también anticipaba que Bolsonaro recibiría el 35 por ciento del voto, más de 8 puntos porcentuales abajo del apoyo que en realidad recibió. El margen de error de la encuesta era de 3 puntos porcentuales. (Dicha tendencia se notó en todas las encuestas: fueron casi exactas en lo referente al apoyo a Da Silva, pero desacertadas sobre Bolsonaro).
Lavareda especuló que muchos votantes que dijeron que votarían por candidatos menos populares al final se inclinaron por Bolsonaro, o que habían mentido en las encuestas.