RÍO DE JANEIRO — Brasil enfrentará una encrucijada el domingo.
Tras meses de discursos persuasivos a los votantes, la nación decidirá una de las elecciones más importantes en Latinoamérica en décadas, al escoger entre los dos nombres más destacados en la política brasileña moderna y sus visiones polarizadas para el país.
Los brasileños decidirán entre darle un segundo periodo al presidente Jair Bolsonaro, alentándolo y empoderándolo a encabezar un mandato de extrema derecha, o impulsar de nuevo el ascenso al poder del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y poner a Brasil de vuelta en una ruta de izquierda.
No obstante, lo que está en juego va mucho allá de una contienda entre la izquierda y la derecha.
La elección conlleva consecuencias de gran preponderancia para la selva amazónica, la cual es vital para la salud del planeta. Bolsonaro ha reducido el presupuesto de las agencias encargadas de protegerla, lo que ha llevado a una deforestación en rápido incremento, mientras que Da Silva ha prometido erradicar la tala y la minería ilegales.
La economía de Brasil, otrora la sexta más grande del mundo, no ha dado señales de vida durante la década pasada. Bolsonaro promete buscar la desregulación y la privatización para revivir la actividad, mientras que Da Silva ha centrado su plataforma en alimentar y dar vivienda a los pobres, cuyo número ha aumentado con rapidez durante la pandemia.
La votación es una prueba de la fortaleza duradera del populismo de derecha que arrasó por varios países en los últimos años. Bolsonaro es uno de los rostros más importantes que quedan de ese movimiento, pero intenta resistirse a un reciente y claro viraje a la izquierda en Latinoamérica.
Además, también está la preocupación por la salud de una de las democracias más grandes del mundo. Bolsonaro ha pasado años atacando a las instituciones democráticas de Brasil, incluido un esfuerzo sostenido para socavar el sistema de votación, lo que ha llevado a millones de brasileños a perder la confianza en la integridad de las elecciones de su país.
Ahora, gran parte del país se pregunta: si el presidente pierde la elección, ¿lo aceptará?
Después de que Da Silva lideró la primera ronda de votación hace unas semanas, muchas encuestas indican que la contienda se ha estrechado. Los dos hombres han dividido a este país de 217 millones de habitantes casi justo por la mitad y muchos votantes de cada lado ven la decisión como un asunto existencial para la nación.
“Tenemos una población completamente dividida entre dos mundos”, comentó Malu Gaspar, una columnista especializada en política en O Globo, uno de los periódicos más grandes de Brasil, “Así que tengo mucha frustración anticipada de que esta es la elección más importante de nuestra época y, aun así, saldremos de ella con muchos más problemas de los que teníamos antes”.
La reñida contienda, lo mucho que está en juego y la polarización profunda han propiciado una campaña muy poco agradable. La desinformación ha proliferado en las últimas semanas, pues los simpatizantes de Da Silva acusaron a Bolsonaro de ser un caníbal y un pedófilo, mientras que los seguidores de Bolsonaro han calificado a Da Silva de ser líder de una pandilla, un comunista y un satanista que quiere cerrar las iglesias de la nación.
Los funcionarios electorales han intentado intervenir, al ordenar que se eliminen del internet las publicaciones y los videos que afirman son falsos. Esos esfuerzos han desacelerado el diluvio de información engañosa, pero también se han convertido en su propia controversia, pues han generado una ola de quejas de arbitraje injusto, en particular de parte de Bolsonaro y sus aliados.
André Spigariol colaboró con este reportaje desde Brasilia.