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Cinco claves de los resultados de las elecciones en EE. UU.

Los demócratas intentaron superar a la historia y sobreponerse al peso muerto de un presidente herido que hizo su último acto político de la campaña en Maryland, un estado profundamente azul, en un condado en el que hace dos años ganó por un margen abrumador.

Tuvieron ayuda de un segmento sorprendente: los votantes republicanos. Una base aún cautiva por Donald Trump eligió candidatos en las primarias que incitaron mucho a los votantes, pero el día de las elecciones, muchos no lograron traducir sus frustraciones en victoria.

Hasta ahora, los resultados parecen no llegar al “tsunami rojo” con el que soñaban los republicanos. Tal vez que los republicanos recuperen la Cámara de Representantes, pero difícilmente de forma dominante, mientras que el Senado seguía demasiado ajustado la mañana del miércoles.

A lo largo de la costa este, en los suburbios del norte de Virginia y áreas mixtas de Rhode Island y Nuevo Hampshire, los demócratas asediados lograron resistir. Incluso vencieron a algunos republicanos aquí y allá. En muchas contiendas reñidas, el aborto y la sombra de Trump pueden haber significado la perdición del Partido Republicano.

“El Partido Demócrata post Trump es un partido más duro y combativo”, dijo Jamie Raskin, congresista demócrata de Maryland, al atribuir a la valentía las victorias logradas a duras penas por colegas como Abigail Spanberger de Virginia. “Estos son veteranos endurecidos por la batalla que saben exactamente por qué están en la política”.

El martes, no obstante, no hubo de ninguna forma una victoria genuina para ninguno de los bandos. Hubo indicios de avances republicanos en las comunidades de personas de color de clase trabajadora. Y en algunos estados decisivos, como Carolina del Norte, se alejaron aún más del alcance de los demócratas. El gobernador Ron DeSantis, republicano de Florida, incluso le dio la vuelta al bastión demócrata del condado de Miami-Dade en su camino a darle una paliza al congresista Charlie Crist.

Pasarán días antes de que los resultados completos sean claros, y posiblemente semanas. Aquí están las lecciones de las elecciones de medio término de 2022 hasta ahora:

La duda más importante que se planteó sobre los demócratas todo el año fue quién, exactamente, se presentaría para votar por ellos. En una elección intermedia típica, como la de 2010 y 2014, la participación cae unos 20 puntos porcentuales con respecto a un año presidencial.

Pero la participación rompió todos los récords en 2018, cuando los votantes repudiaron a Trump y los demócratas retomaron la Cámara. Hasta ahora, la investigación preliminar realizada por la firma de datos demócrata Catalist sugiere que este año se parece mucho más a 2018 que a los acontecimientos aletargados que tuvieron lugar duranta la presidencia de Barack Obama. Muchos analistas ahora piensan que Estados Unidos puede haber alcanzado un nuevo nivel de participación permanentemente alta, impulsado por el temor de cada parte al otro lado.

Eso podría ayudar a explicar por qué los sondeos no lograrás capturar la sensación generalizada entre los demócratas de que sus derechos democráticos fundamentales estaban en un riesgo cada vez mayor, una sensación que creció luego de que la Corte Suprema revirtiera el fallo de Roe versus Wade y de las audiencias por el 6 de enero durante el verano.

“Creo que los comentaristas a veces proyectan un materialismo grosero en el público, como si todo lo que le importara a la gente son los asuntos de dinero en el sentido más limitado posible”, dijo Raskin. “La gente entiende que la democracia constitucional es una cosa precaria y preciosa y no quieren perderla”.

A lo largo de gran parte de 2021 y la primera mitad de 2022, los republicanos parecían estar preparados para obtener avances aplastantes en el Congreso y más allá. Luego vino la decisión explosiva de la Corte Suprema en Dobbs versus Jackson Women’s Health Organization, que anuló un precedente de 50 años que muchos estadounidenses habían dado por sentado.

De pronto, los demócratas habían encontrado un tema en torno al cual reunir a su base. Dos meses más tarde, cuando los votantes del conservador estado de Kansas rechazaron enfáticamente una medida electoral para prohibir el aborto, muchos vieron que se estaba gestando un potencial cambio de juego. Algunos gobernadores demócratas como Gretchen Whitmer de Michigan se posicionaron como baluartes del derecho al aborto, mientras que los grupos liberales invirtieron cientos de millones de dólares en anuncios que destacaban las posiciones de extrema derecha que adoptaron muchos republicanos para ganar sus primarias.

Algunos en la izquierda, particularmente el senador Bernie Sanders de Vermont, han planteado la duda de si los demócratas gastaron demasiada energía en el asunto del aborto. El efecto involuntario, estos críticos argumentaron, fue que reforzaron la imagen de que los demócratas pasaban por algo la preocupación más urgente en la mente de los votantes: la inflación.

Pocos estrategas demócratas coinciden. “Yo sí creo que Dobbs transformó esta elección”, dijo Anna Greenberg, encuestadora demócrata. “Hay muy buenas pruebas de que agitó las cosas”.

A menudo, los demócratas lograron los contrincantes que deseaban. Y el liderazgo del Partido Republicano a menudo estaba confundido y frustrado por las decisiones de sus propios votantes.

Los líderes del Partido Republicano cortejaron agresivamente a los gobernadores centristas como Doug Ducey de Arizona, Larry Hogan de Maryland y Chris Sununu de Nuevo Hampshire para que se presentaran como candidatos al Senado, sin grandes resultados. Trump fue quien designó candidatos desde Mar-a-Lago, exigiendo que prestaran fidelidad a sus mentiras sobre las elecciones de 2020, que afirma fueron robadas. Los votantes republicanos de las primarias se pusieron del lado de Trump de forma abrumadora, lo que ocasionó que Mitch McConnell, líder de la minoría en el Senado, se preocupara sobre la “calidad” de los nominados de su partido.

En algunas contiendas, los demócratas incluso intentaron alejar a los votantes republicanos de candidatos más moderados y apoyaron a los conservadores alineados con Trump, que negaban la legitimidad de la victoria de Joe Biden en 2020. Una vez que se cimentaron estos nominados, los demócratas bombardearon a los votantes con mensajes que presentaban a los republicanos como demasiado extremistas en temas como el derecho al aborto o como oponentes de la democracia misma.

El enfoque de tierra arrasada de los demócratas funcionó en muchos casos. Josh Shapiro, el fiscal general de Pensilvania, publicó anuncios en apoyo al senador estatal Doug Mastriano en las primarias republicanas y luego lo aplastó en las elecciones del martes.

Don Bolduc, contendiente republicano quien también amplificó las mentiras electorales de Trump, perdió el Senado en Nuevo Hampshire, una carrera que los republicanos de Washington creían podían ganar. El gobernador Tony Evers de Wisconsin, en una evaluación irónica de su victoria frente a Tim Michels, un republicano incendiario que se alió con Trump, comentó que “lo aburrido gana”.

Una y otra vez, los votantes le dijeron a las encuestadoras que el aumento en los precios de gasolina, comestibles y vivienda era su principal preocupación, de lejos. Y los demócratas buscaron una respuesta clara y consistente a los ataques republicanos.

La Casa Blanca optó primero por la negación: los funcionarios del gobierno arguyeron que la inflación era un fenómeno “transitorio”, una palabra que meses después volvería para que muchos demócratas se comieran sus palabras. Luego, la culpa: cuando la invasión de Rusia a Ucrania disparó los precios del petróleo, Biden y otros demócratas intentaron presentar la inflación como el “aumento de precios de Putin”.

La aceptación fue más difícil. Algunos demócratas fueron más hábiles que otros en compadecer al votante. En febrero, por ejemplo, un grupo de senadores vulnerables instó a Biden a congelar el impuesto federal a la gasolina. Pero, en conjunto, el público responsabilizó a los demócratas por el impacto en el bolsillo, sin importar lo que el partido dijera o hiciera.

Incluso la Ley de Reducción de la Inflación, producto de 18 meses de desordenadas conversaciones en el Capitolio, llegó con discreción. Relativamente pocos estadounidenses estaban al tanto de las disposiciones para limitar el precio de la insulina y permitir que Medicare negociara el precio de los medicamentos recetados, a pesar de que eran populares a nivel individual. Como dijo Sean McElwee, del grupo de encuestas progresistas Data for Progress, “los votantes no saben mucho sobre el proyecto de ley o lo que contenía”.

La principal fuerza en la política estadounidense sigue siendo su profunda división partidista. En efecto, si bien hubo algunos que votaron cruzado el martes, en general los demócratas votaron en masa por los demócratas y los republicanos por los republicanos. En años anteriores, los bajos índices de aprobación de Biden y la inflación estancada en los máximos de 40 años podrían haber augurado una paliza convincente para su partido. Harry Truman perdió 55 escaños en la Cámara en sus primeras elecciones de mitad de mandato; Bill Clinton perdió 53; Barack Obama perdió 63.

Biden no sufrió ese tipo de censura. La política estadounidense ya casi no funciona así. Hay cada vez menos votantes indecisos que nunca, y la cantidad de contiendas que pueden virar a un lado o a otro está disminuyendo.

La mayoría de los 435 escaños de la Cámara de Representantes del país no estaban en disputa, de todos modos, por lo que los dos bandos tuvieron que pelear por un campo de batalla reducido por la manipulación del gerrymandering y ordenado en enclaves geográficos polarizados. Menos de un tercio de las contiendas por el Senado de este año fueron competitivas. El representante Tim Ryan no pudo escapar de la inclinación hacia la derecha de Ohio a pesar de una campaña que los demócratas calificaron de “fenomenal”; tampoco pudieron los republicanos moderados como Joe O’Dea y Tiffany Smiley dar la sorpresa en Colorado y el estado de Washington.

Los votantes reeligieron gobernadores republicanos en Florida, Georgia y Texas. Devolvieron a los demócratas al poder en Maryland, Massachusetts, Michigan, Minnesota, New York, Pennsylvania y Wisconsin. Y a pesar de las cantidades estratosféricas que se gastaron en las campañas y los avisos de televisión en las campañas de mitad de mandato de 2022 —hasta 16.700 millones de dólares, según un cálculo— el 9 de noviembre el país seguirá igual que el 8 de noviembre: dividido en dos.

“Nada funcionó realmente este ciclo”, dijo Greenber, la encuestadora demócrata. “Hay asuntos mucho mayores en juego”.

Blake Hounshell es el editor del boletín On Politics. Antes fue editor jefe para Washington y la política en Politico. @blakehounshell


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