Sería fácil no prestar mayor atención a los duques de Sussex y sus dificultades. Pero lo cierto es que su inmenso privilegio no pudo blindarlos ante el racismo que en última instancia forzó el distanciamiento entre ellos y la familia real. Al final, el racismo pudo más que los vínculos familiares. La invariable falta de voluntad de la monarquía para proteger a Meghan Markle de la espeluznante cobertura de los tabloides y del hostigamiento online fue indefendible.
Harry y Meghan es interesante si quieres casi seis horas de información granular sobre el matrimonio de los duques de Sussex y cómo se produjo la irreparable fractura de su relación con la familia real. Aunque Liz Garbus aparece acreditada como directora, es obvio que los duques de Sussex tuvieron en todo momento voz sobre los contenidos. No les voy a reprochar eso. En los últimos años, han sido sometidos a una insólita cantidad de escrutinio y crueldad públicos, sobre todo de los inmisericordes tabloides británicos. Es lógico que, por una vez, quieran tener el control absoluto.
Sin embargo, el problema de ejercer ese tipo de control es que puede ser contraproducente para tus propios intereses. En uno de los primeros episodios, Meghan habla sobre ser birracial, y dice: “La gente no habla de lo que es ser de raza mixta”. Esa afirmación me dejó tan perpleja que activé los subtítulos y volví atrás para asegurarme de que la había entendido bien. Existe un sólido discurso, que viene de muy lejos, sobre ser birracial o multirracial. ¿Cómo es posible que no lo supiera? ¿Cómo es posible que nadie la protegiera de decir algo tan sumamente equivocado?
Dado que no hay muchas grandes revelaciones en Harry y Meghan, parece que los duques de Sussex hicieron este proyecto, en gran parte, porque necesitaban el dinero. Un príncipe está acostumbrado a un cierto estilo de vida. Las medidas de seguridad son caras. Hay que pagar la hipoteca. Exiliados de la familia real, los duques de Sussex saben que su historia es, por ahora, su activo más valioso. Cuando te han malinterpretado y calumniado, lo único que quieres es que la gente sepa la verdad como tú la has experimentado. Dado que quieres que te comprendan, supones erróneamente que, si la gente conoce hasta el último detalle, acabará empatizando con tu sufrimiento. Ojalá fuera así.
La monarquía británica es una institución envejecida que se define por la tradición, el autoengaño e incluso la soberbia. Por muy populares que sean los chismes sobre la realeza, el poder, la influencia y la relevancia de la monarquía están debilitándose. Cuando Enrique conoció a Meghan, la familia real tuvo una oportunidad única para evolucionar y modernizar una institución profundamente problemática. Pudieron haber adquirido relevancia en un mundo diverso y complejo.
Aunque la Mancomunidad de Naciones comprende 56 países, el rey Carlos reina como monarca en el Reino Unido y en 14 reinos de la Mancomunidad, vestigios del imperialismo británico. La población de la Mancomunidad se compone en su mayor parte, como señala el documental, de personas de color. Y la realeza estaba contando entre sus filas con una mujer birracial. Para muchos británicos negros, Markle era una especie de rayo de esperanza, una señal de que el poder y el alcance de la monarquía también podrían extenderse a ellos.
Es escalofriante darse cuenta de que el racismo es tan poderoso que la familia real arruinó la que por ahora ha sido su única oportunidad para llegar a los corazones y las mentes de precisamente las personas que hacen posibles sus vidas. Tenían un regalo: en Meghan Markle tenían a una mujer inteligente, serena y bastante capaz de llevar una vida pública, desempeñar el papel de princesa y dar lo mejor de sí al servicio de algo mayor que ella misma.