A un año del inicio de la guerra, nuestros colegas Anton Troianovski y Valerie Hopkins reportan que en la sociedad rusa ha permeado la mentalidad paranoica e imperialista de Vladimir Putin. Vale la pena leer su análisis, en el que citan, entre otras personas, a Sergei Chernyshov, director de una escuela en Siberia y crítico de la guerra. Chernyshov explica que el relato de la defensa de la patria ha sido muy digerible para gran parte de la población:
Al mismo tiempo, argumentó, la vida cotidiana ha cambiado poco para los rusos que no tienen a un familiar combatiente en Ucrania, lo que ha ocultado o atenuado los costos de la guerra. Funcionarios occidentales estiman que al menos 200.000 rusos han muerto o resultado heridos en Ucrania, un balance mucho más grave de lo que habían previsto los analistas cuando comenzó el enfrentamiento. Sin embargo, la economía ha sufrido mucho menos de lo anticipado, y las sanciones occidentales no han conseguido reducir drásticamente la calidad de vida de los rusos promedio, aunque muchas marcas occidentales se hayan marchado.
Ahora, tras 12 meses de combate, de avances y retrocesos, el conflicto parece estancado en una guerra de desgaste. Desde Ucrania, Andrew Kramer reporta que en la nueva ofensiva rusa en el este del país, Rusia apela “a una fuerza humana abrumadora, en gran parte compuesta por reclutas inexpertos y mal capacitados”, muchos de los cuales han muerto o fueron capturados en Ucrania. En su reportaje cita entrevistas con decenas de prisioneros de guerra, convictos en Rusia que se alistaron en la guerra con el fin de conmutar sus sentencias de prisión.
“Cuando llegué a esta guerra, pensé que valía la pena”, dijo uno de los prisioneros. “Por supuesto que no valió la pena”, comentó después.
Mientras tanto, Ucrania entrena a miles de soldados fuera de sus fronteras e insiste en su desesperado intento por conseguir más armas pesadas y municiones. Se calcula que en el último año, las filas de combatientes ucranianos han crecido de unos 260.000 al inicio de la invasión a casi un millón en la actualidad.
Entre estos soldados está Yulia Bondarenko, una profesora que en febrero del año pasado tomó un rifle y cambió el aula por el campo de batalla. Nuestra colega, la fotógrafa Lynsey Addario ha estado en Ucrania en cinco ocasiones en los últimos 12 meses y ha retratado la transformación de la vida de Bondarenko, que, de cierto modo, encarna la resistencia ucraniana.