Desde hace décadas, un grupo que incluye a los mayores productores de petróleo del mundo ha mantenido una gran influencia sobre la economía estadounidense y la popularidad de los presidentes de Estados Unidos a través de su control del suministro mundial de petróleo, ya que las decisiones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) determinan lo que los consumidores estadounidenses pagan en la gasolinera.
A medida que el mundo cambia a fuentes de energía más limpias, el control sobre los materiales necesarios para impulsar esa transición sigue en disputa.
En este momento, China domina el procesamiento mundial de los minerales críticos, que tienen gran demanda en la actualidad, para fabricar baterías para vehículos eléctricos y almacenar energía renovable. En un intento de adquirir más poder sobre esa cadena de suministro, las autoridades estadounidenses han empezado a negociar una serie de acuerdos con otros países para ampliar el acceso del país a minerales importantes como el litio, el cobalto, el níquel y el grafito.
Pero sigue existiendo incertidumbre sobre cuál de estas alianzas tendrá éxito o si serán capaces de generar algo parecido al suministro de minerales que se prevé que Estados Unidos necesite para una amplia gama de productos, incluidos los vehículos eléctricos y las baterías para almacenar energía solar.
Los gobernantes de Japón, Europa y otras naciones avanzadas, quienes se reunieron en Hiroshima, coinciden en que la dependencia mundial con China para el procesamiento de más del 80 por ciento de los minerales deja a sus naciones vulnerables a la presión política de Pekín, un gobierno conocido por usar las cadenas de suministro como un arma en tiempos de conflicto.
El sábado, los líderes del Grupo de los Siete, G7, reafirmaron la necesidad de gestionar los riesgos ocasionados por las vulnerables cadenas de suministro de minerales y construir fuentes más resistentes. Estados Unidos y Australia anunciaron una alianza para compartir información y coordinar normativas e inversiones para crear cadenas de suministro más responsables y sustentables.
“Este es un enorme paso, desde nuestra perspectiva; un enorme paso en nuestra lucha contra la crisis climática”, declaró el sábado el presidente Joe Biden mientras firmaba el acuerdo con Australia.
Sin embargo, buscar la manera de acceder a todos los minerales que necesitará Estados Unidos seguirá siendo un reto. Muchas naciones ricas en minerales tienen normativas medioambientales y laborales deficientes. Y, aunque los discursos del G7 hicieron hincapié en las alianzas y las asociaciones, los países ricos siguen, en esencia, compitiendo por recursos escasos.
Japón firmó un acuerdo de minerales críticos con Estados Unidos y Europa está negociando uno. Pero, al igual que Estados Unidos, esas regiones tienen una demanda de minerales críticos para abastecer sus propias fábricas mucho mayor que los suministros disponibles.
Kirsten Hillman, la embajadora de Canadá en Estados Unidos, dijo en una entrevista que los países aliados mantienen una importante asociación en el sector, pero que también son, en cierta medida, competidores comerciales. “Es una asociación, pero con ciertos niveles de tensión”, afirmó.
“Es un momento geopolítico y económico complicado”, agregó Hillman. “Y todos estamos comprometidos con la misma meta y vamos a trabajar juntos para alcanzarla, pero vamos a trabajar juntos para hacerlo de una manera que también sea buena para nuestras empresas”.
“Tenemos que crear un mercado para los productos que se elaboran y crean de un modo que sea coherente con nuestros valores”, dijo.
El Departamento de Estado está impulsando una “alianza de seguridad de minerales” con 13 gobiernos que tratan de promover la inversión privada y pública en sus cadenas de suministro de minerales críticos. Los funcionarios europeos han abogado por un “club de compradores” de minerales críticos con los países del Grupo de los Siete, el cual podría establecer ciertas normativas laborales y medioambientales comunes para los proveedores.
Indonesia, el mayor productor de níquel del mundo, propuso la idea de asociarse con otros países ricos en recursos para formar una asociación de productores similar a la OPEP, un acuerdo que intentaría trasladar el poder a los proveedores de minerales.
Indonesia también se ha acercado a Estados Unidos en los últimos meses para negociar un acuerdo similar al de Japón y la Unión Europea. Los funcionarios del gobierno de Biden están sopesando darle a Indonesia algún tipo de acceso preferencial, ya sea a través de un acuerdo independiente o como parte de un marco comercial que Estados Unidos está negociando en la región del Indo-Pacífico.
Pero algunos funcionarios estadounidenses han advertido que las normativas rezagadas en materia ambiental y laboral de Indonesia podrían permitir la entrada a Estados Unidos de materiales que socaven las incipientes minas del país, así como sus valores. También es probable que un acuerdo de este tipo provoque una dura oposición en el Congreso, donde algunos legisladores criticaron el acuerdo del gobierno de Biden con Japón.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, se refirió a estas concesiones en un discurso pronunciado el mes pasado, en el que afirmó que es necesario negociar con los países productores de minerales más importantes, pero que ello plantea “preguntas difíciles” sobre las prácticas laborales en esos países y los objetivos medioambientales más amplios de Estados Unidos.
Sullivan dijo que no se sabe con certeza si los nuevos acuerdos de Estados Unidos tomarán la forma de un club de minerales críticos, una negociación más completa o algo más. Al respecto, afirmó que “estamos en este momento tratando de descifrar eso”.
Cullen Hendrix, investigador principal del Instituto Peterson de Economía Internacional, dijo que la estrategia del gobierno de Biden para establecer cadenas de suministro internacionales más seguras para minerales fuera de China había sido hasta ahora “un poco incoherente y no necesariamente suficiente para lograr ese objetivo”.
La demanda de minerales en Estados Unidos ha sido impulsada en gran parte por la ley climática del presidente Biden, que proporcionó incentivos fiscales para inversiones en la cadena de suministro de vehículos eléctricos, en particular en el ensamblaje final de baterías. Sin embargo, Hendrix afirmó que la ley parecía estar teniendo un éxito más limitado en cuanto a aumentar rápidamente la cantidad de minas nacionales que podrían abastecer a esas nuevas fábricas.
“Estados Unidos no va a poder hacer esto solo”, sentenció.
Funcionarios de Biden están de acuerdo en que obtener un suministro seguro de los minerales necesarios para alimentar las baterías de los vehículos eléctricos es uno de sus desafíos más apremiantes. Las autoridades estadounidenses afirmaron que solo el suministro mundial de litio debe aumentar 42 veces para 2050 para satisfacer la creciente demanda de vehículos eléctricos. Las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía sugieren que la demanda mundial de litio crecerá 42 veces para 2040.
Aunque las innovaciones en las baterías podrían reducir la necesidad de ciertos minerales, por ahora el mundo se enfrenta a una dramática escasez a largo plazo, según todos los cálculos. Muchos funcionarios afirmaron que la dependencia de Europa de la energía rusa tras la invasión de Ucrania es un buen ejemplo del peligro de las dependencias en el exterior.
La demanda mundial de estos materiales desencadenó una ola de nacionalismo de recursos que podría intensificarse. Además de Estados Unidos, la UE, Canadá y otros gobiernos también han creado programas de subvenciones para competir mejor por nuevas minas y fábricas de baterías.
Indonesia ha venido aumentando las restricciones para la exportación de níquel en bruto y está exigiendo que primero se procese en el país. Chile, un importante productor de litio, nacionalizó su industria de litio en un intento de controlar mejor el desarrollo y la explotación de sus recursos, al igual que Bolivia y México.
Las empresas chinas siguen invirtiendo fuerte en la adquisición de minas y la capacidad de refinación en todo el mundo.
Por ahora, el gobierno de Biden ha sido renuente a cerrar acuerdos con países que tienen una historia laboral y medioambiental dispar. Los funcionarios están estudiando los cambios necesarios para desarrollar la capacidad de Estados Unidos, como procesos más rápidos de la concesión de permisos para las minas, así como asociaciones más estrechas con aliados ricos en minerales, como Canadá, Australia y Chile.
El sábado, la Casa Blanca declaró que planeaba pedir al Congreso que añadiera a Australia a la lista de países en los que el Pentágono puede financiar proyectos minerales críticos, criterio que en la actualidad solo se aplica a Canadá.
Todd Malan, director de asuntos externos de Talon Metals, que ha propuesto una mina de níquel en Minnesota para abastecer la producción norteamericana de Tesla, dijo que agregar un aliado importante como Australia, que tiene altos estándares de producción con respecto al medioambiente, los derechos laborales y la participación de las comunidades indígenas, a esa lista fue una “medida inteligente”.
Sin embargo, Malan afirmó que expandir la lista de países que serían elegibles para los beneficios bajo la nueva ley climática del gobierno más allá de naciones con estándares laborales y ambientales similares podría socavar los esfuerzos para desarrollar una cadena de suministro más fuerte en Estados Unidos.
“Si comenzamos a abrirle la puerta a Indonesia y Filipinas o a cualquier otro lugar que no cumpla con los estándares comunes, lo consideraremos como algo fuera del espíritu de lo que el Congreso estaba tratando de hacer al incentivar una cadena de suministro nacional y entre amigos para las baterías”, afirmó.
Sin embargo, algunos funcionarios estadounidenses alegan que el suministro de minerales críticos en países ricos con altos estándares laborales y ambientales no será suficiente para satisfacer la demanda, y que si no se logran nuevos acuerdos con países ricos en recursos en África y Asia, Estados Unidos podría quedar altamente vulnerable.
Si bien el gobierno de Biden está buscando agilizar el proceso de permisos en Estados Unidos para nuevas minas, obtener la aprobación de tales proyectos aún puede llevar años, si no décadas. Las compañías automotrices, que son importantes empleadores de EE. UU., también han estado advirtiendo sobre la escasez proyectada de materiales para baterías y abogando por acuerdos que les brinden mayor flexibilidad y precios más bajos.
Las naciones del G7, junto con los países que tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos, producen el 30 por ciento de los productos químicos de litio del mundo y alrededor del 20 por ciento de su cobalto y níquel refinados, pero solo el uno por ciento de su grafito natural en escamas, según cálculos de Adam Megginson, analista de precios de Benchmark Mineral Intelligence.
Jennifer Harris, exfuncionaria de la Casa Blanca en el mandato de Biden y quien trabajó en la estrategia de minerales críticos, alegó que el país debería actuar con mayor rapidez para desarrollar y permitir minas nacionales, pero que Estados Unidos también necesita un marco para negociaciones multinacionales que incluyen países que son importantes exportadores de minerales.
El gobierno también podría establecer un programa para almacenar minerales como el litio cuando los precios disminuyan, lo que daría a los mineros más garantías de que encontrarán destinatarios para sus productos, afirmó.
“Hay tantas cosas por hacer que se trata de un mundo de ‘todo al mismo tiempo’”, afirmó. “El reto es que tenemos que sacar muchas más rocas de la tierra de manera responsable desde ya”, concluyó.
Jim Tankersley colaboró con este reportaje desde Hiroshima, Japón.
Ana Swanson está adscrita a la corresponsalía en Washington y cubre comercio y economía internacional para el Times. Antes trabajó en The Washington Post, donde escribía sobre el comercio, la Reserva Federal y la economía.