Luego, buscamos crear una conversación en nuestro salón que ponga en práctica esta forma constructiva y contracultural de pensar en la felicidad. Les pedimos a los estudiantes que expliquen las razones detrás de sus opiniones sobre la mejor manera de vivir. Con un poco de práctica, uno empieza a escuchar cómo los patrones del discurso de Sócrates se filtran en sus conversaciones. Ya no esperan que sus afirmaciones causen revuelo. Comienzan a hacerse preguntas entre sí. Empiezan a enumerar premisas, a hacer inferencias y a sacar conclusiones.
Estos patrones de pensamiento académico pronto penetran en su vida personal. Comunicar los motivos detrás de nuestras decisiones personales es consentir la posibilidad de que esos motivos existen. Tomás de Aquino, otro de los autores en nuestro plan de estudios, se refiere a la razón que orienta todas tus otras razones como tu “propósito final”. Quienes descubren que tienen estos propósitos finales, y aprenden a evaluarlos, encuentran la salida del laberinto de decisiones arbitrarias en el que los jóvenes suelen quedar atrapados.
El número de propósitos finales no es infinito. Aquino sugiere la noción útil de que los máximos anhelos humanos pueden clasificarse en tan solo ocho categorías perdurables. Si queremos comprender a dónde nos dirigimos, debemos hacernos estas preguntas: ¿Me interesa esta oportunidad porque conduce a la riqueza, o lo que busco es reconocimiento y admiración? ¿Quiero alcanzar la gloria eterna, o el poder para “tener un impacto”? ¿Mi meta es maximizar mis placeres? ¿Mi deseo es tener buena salud? ¿Lo que busco es el “bienestar del alma”, como sabiduría o virtud? ¿O mi anhelo más profundo es encontrarme de frente con lo divino?
Para su sorpresa, la mayoría de los estudiantes descubren que pueden ubicar sus deseos en este mapa antiguo. Esto no hace que se sientan limitados, algo que se les ha enseñado a temer. Los hace sentir empoderados, como viajeros errantes que de pronto encuentran el rumbo en un paisaje.
Como todo buen mapa, el análisis razonado sobre los bienes humanos que propone Aquino nos puede decir algo acerca del lugar al que nos dirigimos antes de que lleguemos ahí. Por ejemplo, empezamos a andar por el camino de la riqueza, ya que es un medio universal para alcanzar casi cualquier propósito. Pero la riqueza no puede ser la meta final de la vida, pues solo brinda satisfacción cuando se intercambia por otra cosa. La admiración denota que las personas piensan que estamos haciendo algo bien. Pero se obtiene mediante el juicio errático de otros y puede confundir y engañarte.
La mayoría de los estudiantes se sienten agradecidos al descubrir el arte de elegir. Aprender a razonar la felicidad despierta un “poder permanente en el alma”, como lo explica Sócrates, algo que es igual de grato que descubrir que nuestra voz puede entrenarse para cantar. Entonces, ¿por qué las instituciones de artes liberales casi nunca imparten este conocimiento? En algunos casos, los miembros del profesorado tienen incentivos para hacer hincapié en investigaciones especializadas en lugar de pensamientos sobre la buena vida. En otros, comparten la convicción de que la razón no es más que una extensión de la búsqueda del dominio, o la creencia rousseauniana de que el sentimiento es una mejor guía para la felicidad que la mente.