Esta semana, una niña de cuatro años lloraba angustiada, con miedo de meterse al agua. Sus papás intentaban calmarla y la animaban. Cerca de ahí, un rescatista de la Cruz Roja les imploraba a los adultos que desistieran de su intento.
Sucede que a donde querían meterse era un tramo peligroso del río Bravo.
Los padres —una pareja de Venezuela que había llegado hasta Matamoros, en el extremo este de la frontera norte de México— buscaban desesperadamente llegar a territorio estadounidense.
La escena la reportó nuestra colega Maria Abi-Habib, que estos días estuvo con un grupo de periodistas de The New York Times informando sobre la situación en ambos lados de la frontera.
La urgencia de estos padres, y de miles de personas como ellos, estaba motivada en parte porque estaba por expirar el Título 42.
La normativa, que aducía motivos de salud pública, se había estado utilizando desde 2020 para expulsar con rapidez a los migrantes que llegaban a la frontera. Pero como la emergencia por la pandemia de coronavirus venció la medianoche del jueves en Estados Unidos, se esperaba que grandes cantidades de personas intentaran cruzar, ante la posibilidad de que se volviera aún más difícil llegar al otro lado.
Por su parte, el gobierno de Joe Biden, que se ha estado preparando para este momento, anunció nuevas medidas para desincentivar los cruces ilegales y los movimientos masivos, y motivar a la gente a migrar de forma ordenada y regular.
Dichas disposiciones, que prevén una aplicación móvil que a veces falla, una campaña publicitaria y centros de atención en Guatemala y Colombia, entre otras, solo complican el panorama y la confusión, que recientemente han empeorado por la desinformación impulsada por los traficantes de personas y otros grupos que buscan hacer negocio con la situación.
Y es que, como explican Natalie Kitroeff y Julie Turkewitz, toda América Latina está inmersa en una serie de crisis que impulsan a la gente a desplazarse sin importar el costo económico, los riesgos físicos ni la posibilidad de fracasar.
Tenemos un gráfico que puede ayudar a comprender mejor algunos de los escenarios y posibles vías de ingreso a Estados Unidos en medio de este panorama cambiante.
De un lado y otro, tanto la incertidumbre como la decisión parecen ser las únicas constantes. Como escribía Maria desde Matamoros:
El padre respiró hondo varias veces. Minutos después, agarró la mano de su hija mientras lloraba de nuevo y la llevó al agua. Eventualmente treparon por la orilla del río hacia Texas, donde los esperaban los oficiales de la Patrulla Fronteriza.
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Chau, mascarilla, cubrebocas, barbijo
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“He abandonado prácticamente todos, excepto la mascarilla en centros médicos porque sigue siendo obligatoria. El lavado frecuente de manos y el líquido hidroalcohólico eran cosas que ya tenía como hábito antes de la pandemia y eso no ha cambiado”. — Helga Esteban, Sevilla, España.
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“En general los he mantenido todos con mucha disciplina: el distanciamiento social, el uso de tapabocas y la higiene estricta. Pienso, sin embargo, a partir de junio, flexibilizar el uso del tapabocas, es decir usarlo solo en medio de concentraciones”. —Carlos Eduardo Mejía Sarmiento, Bogotá, Colombia
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“Lo que más dolió de la pandemia, a mi gusto, fue el ‘ser social’: ir al cine, a restaurantes, un cafecito… por lo que ya abandoné, casi completamente, el pedir comida a domicilio, me encanta salir a restaurantes y, apenas pude, volví a hacerlo”. —Gabriela Contreras, Santiago, Chile.
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“Al principio de la pandemia estuve un año y medio sin salir de mi casa, pero ahora que tengo mis vacunas al día siento que tengo libertad de salir como antes, pero sin olvidar que tengo que protegerme cuando hay muchas personas”. —Enrique Lebron, San Lorenzo, Puerto Rico.
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“Limpiarme las manos con alcohol. (Hubo un tiempo que acá no lo conseguíamos y limpié mi apartamento con whisky 12 años: quedó oliendo muy agradable, jaja. En otra oportunidad lo hice con enjuague bucal pero quedó pegajoso. Ensayé con ambos porque se supone que tienen gran contenido de alcohol). Lavar todos los artículos comprados en el supermercado. Quitarme la ropa en la entrada del piso y echarla de inmediato a lavar”. — Claudia Villegas, Bogotá, Colombia.
—Patricia Nieto y Sabrina Duque producen y editan este boletín.
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