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El pasado innovador de Apple me impide ser escéptico con el Vision Pro

Confieso que el lunes, cuando Apple presentó su visor de realidad mixta Vision Pro, uno de mis primeros pensamientos fue: esa cosa se ve rara.

Y no fui el único. En las redes sociales, la reacción al Vision Pro fue poco amable. Los escépticos se burlaron de su aspecto parecido a unas gafas de esquiar, de su elevado precio (3500 dólares) y del discurso sobre la era de la “computación espacial” con el que Apple anunciaba su llegada. Hubo comparaciones con el robot WALL-E y memes en Twitter sobre gente viendo pornografía en realidad virtual.

Lo entiendo. Durante años he sido un escéptico de la realidad virtual y me he preguntado por qué el uso de esta tecnología no se ha generalizado, a pesar de que la calidad de los visores ha mejorado. Siempre dudé de la propuesta de Mark Zuckerberg sobre el metaverso, que tenía una vibra más cercana a “conquista personal” que a “demanda real del mercado”. Y si antes del lunes me hubieran preguntado si creía que los visores de realidad mixta de Apple marcarían el comienzo de un cambio de plataforma enorme y radical, como lo hizo la llegada del primer iPhone, habría dicho que no.

Pero después de ver la demostración del Vision Pro el lunes —y leer las críticas, positivas en general, de la gente que lo ha probado—, creo que sí podría ser trascendental y es posible que incluso se trate del primer indicio de una plataforma informática nueva y revolucionaria.

Hay muchas razones por las que el Vision Pro podría fracasar. Podría ser demasiado caro, demasiado feo o favorecer demasiado al aislamiento. Convencer a los desarrolladores de crear aplicaciones útiles y de calidad para teléfonos inteligentes es más fácil que convencerlos de crear aplicaciones para un dispositivo que tienes que atarte a la cabeza, para un público que nunca se ha materializado a una escala significativa. Y Apple podría toparse con lo que Meta ha descubierto hasta ahora con sus incursiones en las aplicaciones de realidad virtual basadas en la productividad: que no hay muchísima gente en el mundo interesada en leer sus correos electrónicos en realidad virtual.

Sin embargo, no puedo descartar la posibilidad de que, a pesar de sus limitaciones —como la necesidad de tener que cargar con una batería conectada—, el Vision Pro sea un éxito.

¿Es caro? Sí. Pero también lo son muchos dispositivos de primera generación, y el “Pro” en el nombre sugiere que un modelo menos costoso y más orientado al consumidor puede estar en camino.

¿Usarlo es divertido e impresionante? Parece que las primeras personas que lo probaron piensan que sí, aunque no han tenido mucho tiempo con el visor y son un grupo que se emociona con facilidad. La verdadera prueba llegará cuando los dispositivos se envíen a los usuarios (a principios del próximo año, según Apple) y la gente comience a trabajar con ellos en sus rutinas diarias.

Parte de mi actitud hacia el Vision Pro se debe, lo admito, a una especie de trastorno de estrés postraumático típico de los columnistas tecnológicos. En 2013, antes de que se lanzara el primer Apple Watch, escribí una columna en la que declaraba con confianza que los relojes inteligentes eran una idea tonta. Me burlé de su aspecto, los descarté como juguetes caros y proclamé de manera audaz que sería una locura de Apple invertir mucho en una categoría de productos que yo no podía imaginar que resonara más allá de los jóvenes y nerds adinerados de Silicon Valley. (Apple ahora es la marca de relojes número uno en el mundo y se calcula que vende cerca de 40 millones al año. Yo tengo uno, al igual que muchos de mis amigos y familiares).

Obviamente, mi predicción sobre el Apple Watch fue errónea a un grado desmedido y cómico, por unas cuantas razones.

En primer lugar, subestimé la capacidad de Apple para ampliar un mercado pues convirtió una categoría de productos de nicho en parte de la corriente dominante. En 2013, había otros relojes inteligentes en el mercado y ninguno había sido un gran éxito, así que llegué a la conclusión de que el Apple Watch tampoco lo sería. Me fijé en la estética voluminosa y fea de los relojes inteligentes existentes y concluí que el tipo de personas que estaban dispuestas a usarlos todos los días —los nerds como yo— no eran un mercado lo suficientemente grande como para ser relevante.

Pero me olvidé de que Apple es Apple y que en repetidas ocasiones ha demostrado que puede, por pura fuerza de voluntad, convertir un producto de nicho para ñoños en algo que todo el mundo quiere.

Este es un testimonio de la famosa destreza de la empresa en materia de productos y mercadotecnia. Y en parte por eso es que me resisto a descartar las posibilidades del Vision Pro.

Claro que hay buenos visores de realidad virtual y mixta en el mercado e incluso algunas aplicaciones decentes para ellos. Pero esos visores no los fabrica Apple y no se han integrado a la perfección en todo el ecosistema de Apple como lo hará el Vision Pro. Tener todos los contactos de tu iPhone, los mensajes de texto de iMessages y los ajustes de iOS integrados en visores de realidad mixta desde el momento en que los enciendes podría significar la diferencia entre un dispositivo que realmente usas todos los días y un juguete novedoso que metes en un armario después de unas semanas.

Otro error que cometí con el Apple Watch en 2013 fue que olvidé que el comportamiento humano no es fijo y que nuestra noción de lo que se considera popular y socialmente aceptable cambia todo el tiempo en respuesta a las nuevas tecnologías.

Por ese entonces, parte de mi reacción estaba basada en una norma social. En esa época, se consideraba de mala educación mirar el reloj durante una reunión o una cena familiar. Pero una década después, esa acción ya no se considera inapropiada (al menos para mí), porque ahora hay tanta gente con un Apple Watch que se han desarrollado nuevas reglas al respecto. Ahora asumimos que las personas que miran sus relojes durante la cena tal vez tratan de evitar sacar sus celulares, lo que sería más grosero y una interrupción mayor. En otras palabras, la adopción masiva acabó con el tabú.

Lo mismo podría ocurrir con los visores de realidad mixta. Claro que hoy te sientes cohibido al ponerte un Vision Pro. Pero dentro de unos años, si un tercio de tus compañeros de trabajo se unen a llamadas de Zoom con sus visores y observas a la gente viendo películas de realidad virtual en cada vuelo que tomas, es posible que no te parezca tan tonto.

Apple tiene el don de entrar en una categoría de productos en el momento justo. El iPhone no fue el primer teléfono inteligente en 2007, ni siquiera el primer celular con pantalla táctil. El iPad no fue la primera tableta. Pero, en ambos casos, la empresa aportó emoción y atractivo a productos que antes no lo tenían. Apple dejó que otras empresas cometieran algunos de los peores errores y se concentró en fabricar un gran producto.

Lo mismo podría ocurrir con Apple y el Vision Pro. Meta, Magic Leap y otras empresas han invertido miles de millones de dólares en investigación y desarrollo básicos para visores de realidad virtual y mixta, aprendiendo de los fracasos de dispositivos anteriores como Google Glass. Han mejorado muchos de los componentes de los dispositivos y los visores ahora son más atractivos. Pero no han tenido un gran éxito comercial.

Esto puede deberse a que la realidad virtual y aumentada son fundamentalmente malas ideas y a que el mercado de estos dispositivos está destinado a seguir siendo pequeño. Pero también puede ser que el mercado solo necesitaba la llegada de Apple. Dentro de unos años, si estás leyendo esto en tu Vision Pro o en un dispositivo Apple conectado directamente a tus córneas, no digas que no te lo advertí.

Kevin Roose es columnista de tecnología y autor de Futureproof: 9 Rules for Humans in the Age of Automation.

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