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En Francia está el Tour. En Colombia está la ruta de Medellín

La ruta que sube a Las Palmas comienza cerca del fondo del valle, pero no se queda ahí mucho tiempo. Son 16 kilómetros hasta la cima, una ardua subida de poco más de un kilómetro vertical, un viaje de largas subidas y curvas cerradas, de músculos tensos y pulmones agitados.

Algunos ciclistas se detienen en el mirador a mitad de camino para contemplar las vistas de la ciudad y no continúan. Algunos se toman largos descansos. La recompensa llega en la cima, donde hay restaurantes, tiendas de bicicletas y cafeterías, y donde este mes se han reunido día tras día ciclistas aficionados para ver a sus compatriotas competir a un continente de distancia en la carrera más importante del ciclismo.

“No todo el mundo se atreve a subirlo”, dijo Anderson Murcia, de 37 años, mientras se detenía brevemente para beber agua y hacer fotos en una mañana reciente.

La cima de Las Palmas, sin embargo, es más que un mirador, una parada de descanso por encima de Medellín y sus 2,5 millones de habitantes. En cierto modo, la popular ruta también es un lugar perfecto para dimensionar un deporte que ha convertido a Colombia en el epicentro ciclista de Latinoamérica.

Los ciclistas aficionados afrontan cada día el reto de Las Palmas, pero también lo han hecho los profesionales, incluidos algunos de los colombianos que compiten en el Tour de Francia de este año. Un profesional puede hacer una versión de la subida en 30 minutos. Un deportista de fin de semana necesitará casi el doble de tiempo, o mucho más. El orgullo está en el castigo y el logro, y en formar parte de un deporte que, entre los colombianos de todas las edades, se ha convertido en un inesperado pasatiempo nacional.

“El fútbol arrasa con todo, pero el ciclismo es el segundo deporte en el país”, dijo Jorge Mauricio Vargas Carreño, presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo. “Es el deporte que más está en el afecto de todos los colombianos por los éxitos que ha tenido nuestro ciclismo a nivel internacional”.

Las raíces de esa conexión se remontan a décadas atrás. Los colombianos han estado corriendo en las etapas más grandes del ciclismo, como el Tour de Francia, desde la década de 1970. En 1984, Luis Herrera, conocido como Lucho, se convirtió en el primer colombiano en ganar una etapa en la carrera. Tres años más tarde se convirtió en el primero en ganar una de las tres grandes vueltas europeas, al imponerse en la Vuelta a España.

Herrera pasó el relevo a corredores como Santiago Botero, que ganó el título de rey de la montaña en el Tour de Francia en el año 2000, y Nairo Quintana, que terminó segundo en la general de la carrera en 2013 y en 2015. Desde entonces, las colombianas han ganado medallas olímpicas en ciclismo de carretera y BMX.

Sin embargo, su compatriota Egan Bernal los superó a todos: en 2019 se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el Tour de Francia.

“Es parte de nuestra cultura”, dijo Bernal, de 26 años, en una entrevista telefónica reciente. “En Colombia, yo creo que en el 90 por ciento de las casas hay una bicicleta. Y mucha gente lo utiliza como medio de transporte, especialmente las personas más humildes, y hace unos años la utilizaron más”.

Y añadió: “Todo mundo en Colombia es feliz cuando le regalan su primera bicicleta”.

Las principales razones por las que el ciclismo ha florecido en Colombia, según ciclistas, funcionarios y entrenadores, son la socioeconomía, la historia y la topografía del país (grandes zonas del país se encuentran a gran altitud, como Medellín, a 1495 metros sobre el nivel del mar, o la capital, Bogotá, a 2625 metros).

“El ciclismo se ha convertido en algo muy importante en nuestro país”, afirma Rigoberto Urán, ciclista colombiano de 36 años que ha quedado segundo en el Tour de Francia, el Giro de Italia y los Juegos Olímpicos. “Colombia es un país con muchos problemas — problemas políticos — y nuestra historia está manchada con el narcotráfico. Entonces el ciclismo también le ha dado como esa nueva imagen desde hace mucho tiempo”.

José Julián Velásquez, el director deportivo del Team Medellín-EPM, un equipo profesional fundado en 2017 para desarrollar el ciclismo en una ciudad y una región mejor conocidas por el notorio capo de la droga Pablo Escobar, dijo que muchos colombianos se criaron montando colinas y montañas, ya que las bicicletas son una forma más asequible de moverse. Quintana, por ejemplo, creció en un pueblo situado a 2825 metros sobre el nivel del mar y tenía que pedalear todos los días por empinadas cuestas para llegar a casa desde la escuela.

Por eso es que muchos ciclistas colombianos son conocidos como los escarabajos, por su tenacidad como escaladores.

Colombia es el único país latinoamericano entre los 20 primeros de la clasificación de la Unión Ciclista Internacional, el organismo que rige este deporte en todo el mundo. En un deporte dominado y centrado en Europa, Colombia ocupó el décimo puesto.

La pandemia de coronavirus no hizo más que reforzar el vínculo de Colombia con este deporte, y la gente compró más bicicletas para desplazarse y hacer ejercicio.

Martha Gómez creció rodeada de ciclismo porque su padre era aficionado, seguía las carreras de los ciclistas colombianos y veía el Tour de Francia todos los años. Dice que aprendió a montar en bicicleta de niña, pero que no empezó a tomárselo más en serio hasta 2021. Ahora promedia unos 96 kilómetros a la semana.

“Las mujeres éramos más de estar en el gimnasio o de caminar”, dijo Gómez, de 41 años. “Pero con la pandemia, el hecho de estar todos encerrados, nos hizo buscar otra manera de esa vida saludable. Subiendo Palmas, no veías muchas mujeres, pero ahora vemos más. Y las mujeres no están practicando solo en ruta, sino en las montañas”.

Los domingos por la mañana y los días festivos en Medellín, al igual que en Bogotá, las autoridades locales cierran las vías principales, incluidos los carriles de alta velocidad de la autopista más grande de la ciudad, para uso exclusivo de los ciclistas. En una mañana reciente, salpicaban sus carriles y cuestas. Varios llevaban los maillots de equipos ciclistas profesionales o de la selección colombiana. Un niño pedaleaba con una camiseta de Quintana.

“Siento que cuando algo empieza a surgir, todo el mundo se antoja”, dijo Sara Cardona, de 39 años, pediatra que recorre un promedio de entre 64 y 96 kilómetros a la semana.

Cardona dice que no es raro cruzarse con estrellas colombianas e incluso con sus rivales europeos en los entrenamientos. A los ciclistas aficionados, tanto competitivos como amateurs, les gusta medirse con los tiempos registrados en subidas conocidas como Las Palmas en Strava, la popular aplicación de ciclismo.

La semana pasada, Cardona salió de casa a las 7:30 a. m. para asegurarse de llegar a la montaña a tiempo de ver por televisión el final de la etapa del Tour de Francia de ese día. De camino a la tienda de bicicletas y cafetería Safetti, se cruzó con un empleado de la tienda que también estaba subiendo Las Palmas en bicicleta. Hicieron una apuesta amistosa sobre quién ganaría la etapa del Tour de Francia.

El premio: una buena taza de café colombiano.

James Wagner es corresponsal internacional de deportes, radicado en Ciudad de México. Se unió al Times en 2016, cubriendo béisbol y reportando la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Nicaragüense-estadounidense del área de Washington, su lengua materna es el español.


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