Catherine Oxenberg y su hija, India, han vivido un infierno. En 2011, Catherine, actriz famosa por protagonizar Dinastía, la exitosa serie de la década de 1980, e India, quien por entonces tenía 19 años, se inscribieron en lo que se les dijo que era un seminario sobre “el éxito ejecutivo”. Las sesiones inquietaron a Catherine. Sin embargo, cuando India decidió continuar con las sesiones de formación, su madre reprimió sus dudas, ya que deseaba que su hija encontrara su propio camino.
Si has visto documentales como The Vow y Seduced, sabrás que la organización que dirigía los seminarios, Nxivm, resultó ser una secta violenta. El Times informó en 2017 de que una secta en el seno de la organización había empezado a marcar a algunas mujeres de entre sus integrantes y a obligarlas a pasar hambre. La secta las chantajeaba para que cumplieran las exigencias sexuales del líder. Antes de que el activismo de su madre ayudara a liberarla, India sufrió estos y otros maltratos.
Hace poco, madre e hija se recuperaron de sus traumas tras su experiencia con la secta gracias a la ketamina, un alucinógeno. Contaron su historia en la Conferencia sobre Alucinógenos 2023 celebrada en Denver el mes pasado, y explicaron que habían creado una fundación que prevé ofrecer ketamina en un entorno terapéutico a otras mujeres supervivientes de las sectas y la violencia sexual. Se espera que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) apruebe otras dos sustancias psicodélicas —el MDMA (éxtasis) para el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la psilocibina (hongos alucinógenos) para la depresión— en un plazo de dos años.
Los alucinógenos como la ketamina, que ya es legal como anestésico, son nuevos tratamientos prometedores para muchos trastornos psiquiátricos, incluidas las adicciones. Pero estos medicamentos también conllevan riesgos importantes. Es fundamental entender cómo las relaciones humanas pueden tanto ser tan curativas como nocivas para identificar el potencial y el peligro de los alucinógenos, así como los vínculos entre las sectas y las adicciones.
En especial durante los primeros años de vida, experiencias traumáticas como el maltrato físico, sexual o emocional, la pérdida de los padres u otras catástrofes pueden inducir en el cerebro patrones disfuncionales de respuesta al estrés que aumentan el riesgo de las adicciones y de casi cualquier otra enfermedad psiquiátrica. La mejor manera de evitarlo —o de mitigarlo, si es inevitable— es mediante el apoyo social, a través de una buena crianza y de otras relaciones de afecto, que calme los sistemas de estrés del cerebro. La psicoterapia eficaz funciona de modo similar: la solidez de la relación entre el paciente y el terapeuta es uno de los mejores predictores de unos buenos resultados.
Sin embargo, hablar simplemente no siempre ayuda, ni siquiera con el mejor terapeuta. El cerebro adulto no es tan receptivo a la nueva información como el de los jóvenes. Pero los estudios apuntan ahora a que los alucinógenos podrían funcionar en parte al hacer que, por un tiempo breve, el cerebro sea tan receptivo a ciertos tipos de aprendizaje como lo es durante la infancia. Aún no está claro si las coloridas alucinaciones y las distorsiones perceptivas son un mero reflejo de este proceso neuronal, o si el modo en que las personas las interpretan y experimentan son fundamentales para que puedan obrar cambios duraderos.
Un estudio realizado con ratones y publicado recientemente en Nature apunta a que los alucinógenos pueden reabrir un periodo crítico para el aprendizaje social y las competencias emocionales que se produce durante la adolescencia del animal. Y los alucinógenos de los que se sabe que producen un viaje más largo en humanos parecen reabrir el periodo crítico de aprendizaje en ratones durante más tiempo. Esta capacidad de potenciar específicamente el aprendizaje social es la razón por la cual estos fármacos pueden ser muy útiles para ayudar a las personas perjudicadas por las sectas o los traumas en etapas tempranas de la vida, pero también pueden permitir que las relaciones o los grupos tóxicos hagan aún más daño.
Cuando India entró en Nxivm, solo tenía 19 años: en un periodo de vulnerabilidad. Atravesaba una transición vital desde que había abandonado la universidad. No existe un tipo de personalidad único que haga a las personas correr un mayor riesgo de pertenecer a una secta, pero sí tienen más dificultades para abandonarla cuando no están firmemente ancladas a un trabajo, una comunidad o una pareja. (Estos factores también incrementan el riesgo de desarrollar adicciones).
Nxivm no drogaba a sus víctimas, aunque sí lo hicieron otras sectas, como la desgraciadamente célebre “familia” criminal liderada por Charles Manson, que suministraba LSD a sus integrantes. Estas organizaciones emplean sobre todo una intensa presión de los pares y el control del entorno para generar un tipo de vulnerabilidad similar. Cuando las personas son sometidas a un estrés grave en un contexto relacional tan envenenado, puede producirse un bucle cerrado de pensamientos que limita la capacidad de decidir, del mismo modo que lo hacen las adicciones, incluso sin haber consumido drogas.
“Era adicta a la secta, al líder de la secta, a la forma de pensar, al estilo de vida”, dijo India. “Los demás no me importaban”. Al igual que con la adicción, la secta y sus creencias habían llegado a parecer fundamentales para su supervivencia psicológica, y, del mismo modo, ella reaccionaba a la defensiva, como hacen muchas personas adictas cuando sus seres queridos intentan ayudarlas. Cuando una relación malsana —con una secta, una droga o una conducta como apostar a juegos de azar— se llega a considerar lo único que hace que la vida valga la pena, puede surgir un comportamiento adictivo.
Después de que Keith Raniere, líder de Nxivm, fuese detenido en 2018, India pudo por fin liberarse. Pero tanto ella como su madre tuvieron que lidiar con un enorme estrés postraumático. Probaron varios métodos de la medicina convencional y la alternativa, incluidas las ceremonias con psilocibina. No fue sino al descubrir la ketamina cuando por fin encontraron una curación duradera.
India llegó a odiarse a sí misma por el daño que les había hecho a otros integrantes antes de darse cuenta de que estaba en una secta. Sin embargo, bajo los efectos de la ketamina, la vergüenza totalizante y el autodesprecio de India se desvanecían, y recuperaba su capacidad de cuidar y sentirse cuidada.
Madre e hija quieren ofrecer el mismo tratamiento a otras personas que han sufrido abusos parecidos. Colaboraron con expertos en la ketamina para desarrollar un retiro gratuito de 11 días, donde los supervivientes de las sectas —entre ellos algunos que han nacido en ellas— puedan tomar la medicación, solos o en grupo. India logró un gran avance en el primero de estos retiros. Los participantes contaron con el apoyo in situ de varios profesionales de la psiquiatría y la psicología y también recibieron una atención preparatoria y un posterior seguimiento ambulatorio durante seis meses. Están previstas futuras sesiones para mujeres supervivientes de violaciones en el ejército y para más mujeres en proceso de recuperación tras su paso por una secta.
Sin embargo, las propiedades que permiten a los alucinógenos flexibilizar la mente también hacen que las personas sean vulnerables a sufrir daños mientras están bajo sus efectos, ya que estos fármacos aumentan la probabilidad de que la experiencia social reconfigure el cerebro. Si las supervivientes reciben una atención compasiva y terapéutica mientras están bajo los efectos de los fármacos, los circuitos disfuncionales creados por las experiencias negativas anteriores pueden restablecerse de la forma adecuada. Sin embargo, si toman los alucinógenos en un entorno coercitivo, también pueden tener un efecto desmesurado.
Las Oxenberg son muy conscientes de estos riesgos. En algunas ocasiones anteriores, en su desesperado afán por recuperarse, tomaron alucinógenos en ceremonias clandestinas y se enfrentaron a la conducta predatoria de los llamados sanadores. “Tuve que salir de mi viaje de psilocibina para decir: ‘Quítame las manos de encima’”, dijo Catherine, con rabia y repugnancia.
En consecuencia, al planificar los retiros, India sintió la profunda responsabilidad de velar por su seguridad. “Quería un entorno sin ningún tipo de coacciones”, dijo. Debido a que el trauma es, fundamentalmente, la experiencia de sentirse indefenso ante una amenaza implacable, la recuperación requiere ejercer la capacidad de acción y sentir que se tiene el control.
Al igual que las relaciones y su capacidad tanto para causar estrés como para aliviarlo, los efectos curativos de los alucinógenos se derivan de las mismas propiedades que les permiten causar daño. La prohibición total de los alucinógenos ha fracasado. Sin embargo, para poder regular su consumo con fines terapéuticos, será necesario el meticuloso desarrollo de los debidos procesos de formación, acreditación, rendición de cuentas y supervisión para garantizar que estas formidables herramientas se utilizan para liberar a las personas de sus tormentos, no para condenarlas a otros nuevos.
Maia Szalavitz (@maiasz) es colaboradora de Opinión y escritora. Su libro más reciente es Undoing Drugs: How Harm Reduction Is Changing the Future of Drugs and Addiction.