ABU DABI, Emiratos Árabes Unidos — A los funcionarios iraníes les ha preocupado durante años que otras naciones los hayan estado privando de una de sus fuentes vitales de agua. Pero lo que les ha estado preocupando no es una represa aguas arriba o que se drene un acuífero.
En 2018, en medio de una sequía abrasadora y temperaturas en aumento, algunos altos funcionarios concluyeron que alguien les estaba robando el agua de las nubes.
“Tanto Israel como otro país están haciendo esfuerzos para evitar que las nubes iraníes produzcan lluvia”, aseguró el general de brigada Gholam Reza Jalali, alto funcionario de la poderosa Guardia Revolucionaria del país, en un discurso de 2018.
El país no identificado eran los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que habían comenzado un ambicioso programa de siembra de nubes, en el que se le inyectan productos químicos a las nubes para intentar forzar la precipitación. Las sospechas de Irán no sorprenden, dadas sus tensas relaciones con la mayoría de las naciones del golfo Pérsico, pero el verdadero propósito de estos esfuerzos no es robar agua, sino simplemente lograr que llueva en tierras resecas.
A medida que el Medio Oriente y el norte de África se han ido secando, los países de la región se han embarcado en una carrera para desarrollar productos químicos y técnicas que esperan les permitan exprimir las nubes que de otro modo flotarían de manera infructuosa sobre sus cabezas.
Dado que 12 de los 19 países de la región promedian menos de 254 milímetros de lluvia al año, una disminución del 20 por ciento en los últimos 30 años, sus gobiernos están desesperados por cualquier incremento de agua dulce y muchos ven la siembra o fabricación de nubes como una forma rápida para abordar el problema.
Y mientras países ricos como los Emiratos Árabes Unidos invierten cientos de millones de dólares en el esfuerzo, otras naciones se han ido uniendo a la carrera, pues quieren asegurarse de no perder su parte de la lluvia antes de que los demás sequen los cielos, todo esto a pesar de las serias dudas sobre si la técnica genera suficiente lluvia como para que valga la pena el esfuerzo y el gasto.
Marruecos y Etiopía tienen programas de siembra de nubes, al igual que Irán. Arabia Saudita acaba de iniciar un programa a gran escala y media decena de otros países del Medio Oriente y el norte de África lo están considerando.
El programa más ambicioso del mundo lo tiene China y su objetivo es estimular la lluvia o detener el granizo en la mitad del país. Busca forzar a las nubes a que produzcan lluvia sobre el río Yangtsé, el cual se está secando en algunos sectores.
Si bien la siembra de nubes ha existido durante 75 años, los expertos afirman que la ciencia aún está por probarse. Menosprecian especialmente las preocupaciones de que un país seque las nubes a expensas de otros.
La vida útil de una nube, en particular el tipo de cúmulos con mayor probabilidad de producir lluvia, rara vez supera el par de horas, afirman los científicos atmosféricos. En ocasiones, las nubes pueden durar más, pero rara vez lo suficiente como para llegar a otro país, incluso en el golfo Pérsico, en donde siete países están muy cerca.
Pero varios países del Medio Oriente han ignorado las dudas de los expertos y están impulsando planes para exprimir cualquier humedad posible de las nubes que de otro modo no serían muy generosas.
En la actualidad, el líder regional incuestionable son los EAU. Ya en la década de 1990, la familia gobernante del país reconoció que mantener un suministro abundante de agua sería igual de importante que las enormes reservas de petróleo y gas de la nación para mantener su estatus como capital financiera y comercial del golfo Pérsico.
Si bien había suficiente agua para sostener a la población del pequeño país en 1960, cuando había menos de 100.000 habitantes, para 2020 la población se había disparado a casi 10 millones. La demanda de agua también se multiplicó: los residentes los EAU ahora usan aproximadamente 556 litros por persona al día, en comparación con el promedio mundial de 178 litros, según un trabajo de investigación de 2021 financiado por los EAU.
En la actualidad, esa demanda está siendo cubierta por plantas desalinizadoras. Sin embargo, la construcción de cada instalación cuesta 1000 millones de dólares (y hasta más) y requiere enormes cantidades de energía para funcionar, especialmente en comparación con la siembra de nubes, dijo Abdulla Al Mandous, director del Centro Nacional de Meteorología y Sismología en los Emiratos Árabes Unidos y líder de su programa de siembra de nubes.
Después de 20 años de investigación y experimentación, el centro ejecuta su programa de siembra de nubes con protocolos casi militares. Nueve pilotos tienen turnos de espera y están listos para despegar apenas los meteorólogos que se concentran en las regiones montañosas del país detectan una formación climática prometedora. Idealmente, son los tipos de nubes que pueden alcanzar alturas de hasta 40.000 pies (12 kilómetros).
Tienen que estar preparados en un momento dado porque las nubes prometedoras no son tan comunes en el Medio Oriente como en muchas otras partes del mundo.
“Tenemos disponibilidad las 24 horas del día —vivimos a menos de 30 o 40 minutos del aeropuerto— y desde que llegamos aquí, tardamos 25 minutos en estar en el aire”, dijo el capitán Mark Newman, un experimentado piloto sudafricano de siembra de nubes. En caso de que haya varias nubes que puedan provocar lluvias, el centro enviará más de un avión.
Los EAU utilizan dos sustancias para la siembra: el material tradicional hecho de yoduro de plata y una sustancia recientemente patentada y desarrollada en la Universidad de Khalifa en Abu Dabi que utiliza nanotecnología y que, según los investigadores, se adapta mejor a las condiciones cálidas y secas del golfo Pérsico. Los pilotos inyectan los materiales de siembra en la base de la nube, lo que permite que las poderosas corrientes ascendentes los eleven decenas de miles de metros.
Luego, en teoría, el material de siembra, conformado por moléculas higroscópicas (es decir, que atraen el agua), se une a las partículas de vapor de agua que forman una nube. Esa partícula combinada es un poco más grande y a su vez atrae más partículas de vapor de agua hasta que forman gotitas, las cuales poco después se vuelven lo suficientemente pesadas como para convertirse en lluvia, todo esto sin un efecto ambiental apreciable de los materiales de siembra, afirman los científicos.
Eso es lo que sucede, en teoría. Pero muchas personas en la comunidad científica dudan por completo de la eficiencia de la siembra de nubes. Un obstáculo importante para muchos científicos atmosféricos es la dificultad, por no decir imposibilidad, de documentar los aumentos netos de las precipitaciones.
“El problema es que una vez que siembras, no puedes determinar si esa nube hubiera generado lluvia de todos modos”, dijo Alan Robock, científico atmosférico de la Universidad de Rutgers y experto en evaluación de estrategias de ingeniería climática.
Otro problema es que los cúmulos de nubes altos más comunes en el verano en los EAU y zonas cercanas pueden ser tan turbulentos que es difícil determinar si la siembra tiene algún efecto, afirmó Roy Rasmussen, científico sénior y experto en física de nubes del Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado.
Israel, pionero en la siembra de nubes, detuvo su programa en 2021 después de 50 años porque al parecer, en el mejor de los casos, producía aumentos marginales en la precipitación. El programa no era “económicamente eficiente”, declaró Pinhas Alpert, profesor emérito de la Universidad de Tel Aviv, quien realizó uno de los estudios más completos sobre el programa.
La siembra de nubes comenzó en 1947, cuando los científicos de General Electric trabajaron bajo contrato militar para encontrar una forma de descongelar los aviones en tiempo frío y crear niebla para ocultar los movimientos de las tropas. Algunas de estas técnicas se utilizaron más tarde en Vietnam para prolongar la estación de los monzones, en un esfuerzo por dificultar el abastecimiento de las tropas norvietnamitas.
Aunque la ciencia detrás de la siembra de nubes parece sencilla, en la práctica hay numerosos problemas. No todas las nubes tienen el potencial de producir lluvia, e incluso una nube aparentemente adecuada para la siembra puede no tener suficiente humedad. Otro problema en los climas cálidos es que las gotas de lluvia pueden evaporarse antes de llegar al suelo.
A veces el efecto de la siembra puede ser mayor de lo esperado, produciendo demasiada lluvia o nieve. O los vientos pueden cambiar, alejando las nubes de la zona donde se realizó la siembra, lo que plantea la posibilidad de “consecuencias no deseadas”, señala un comunicado de la Sociedad Meteorológica Estadounidense.
“Puedes modificar una nube, pero no puedes decirle lo que tiene que hacer después de modificarla”, dijo James Fleming, científico atmosférico e historiador de la ciencia del Colby College de Maine.
“Podría nevar; podría disiparse. Podría ir río abajo; podría causar una tormenta en Boston”, dijo, refiriéndose a un primer experimento de siembra de nubes sobre el monte Greylock en las montañas Berkshire del oeste de Massachusetts.
Esto parece ser lo que ocurrió en los emiratos en el verano de 2019, cuando la siembra de nubes aparentemente generó lluvias tan intensas en Dubái que hubo que bombear el agua de los barrios residenciales inundados y del lujoso centro comercial de la ciudad.
A pesar de las dificultades para recopilar datos sobre la eficacia de la siembra de nubes, Al Mandous dijo que los métodos de los emiratos estaban produciendo al menos un aumento del cinco por ciento en la lluvia anual, y casi seguramente mucho más. Pero reconoció la necesidad de contar con datos que abarquen muchos más años para satisfacer a la comunidad científica.
Durante el pasado fin de semana de Año Nuevo, dijo Al Mandous, la siembra de nubes coincidió con una tormenta que produjo 142 milímetros de lluvia en tres días, más precipitaciones de las que suelen recibir los Emiratos Árabes Unidos en un año.
Siguiendo la tradición de muchos científicos que han intentado modificar el clima, Al Mandous se muestra siempre optimista. Si los EAU tuvieran más nubes para sembrar, dijo, tal vez podrían hacer llover más en el país.
¿Y de dónde saldrían esas nubes adicionales?
“Fabricar nubes es muy difícil”, reconoció. “Pero, quién sabe, tal vez Dios nos envíe a alguien que tenga la idea de cómo hacer nubes”.
Alissa J. Rubin fue jefa de la oficina de Kabul y pasó más de siete años en Afganistán. Ganó un Premio Pulitzer por su trabajo allí. @Alissanyt