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La gran mentira se vuelve global. La vimos en Brasil

Otras de las voces estadounidenses francas en su apoyo a las mentiras de Bannon sobre la democracia brasileña fueron la de Matthew Tyrmand, un autoproclamado periodista investigador y miembro de la junta directiva de Project Veritas, un grupo conservador conocido por sus tácticas engañosas, y la de Ali Alexander, líder del movimiento “Detengan el robo”. Tyrmand repitió las denuncias de fraude electoral y publicó mensajes que sugerían el apoyo a una intervención militar en Brasil. Alexander acusó al equipo del presidente Joe Biden de “robar” la elección brasileña a favor de Lula y convocó a que los militares se mantuvieran “en reserva”.

Alexander y Bannon trataron de crear e inventar lazos imaginarios con una interferencia demócrata en Brasil para instar a los republicanos a votar en las elecciones de medio mandato. El presentador de Fox News Tucker Carlson esparció teorías de conspiración en su programa y aseveró que “millones” de papeletas se habían desechado en Brasil, algo que es imposible en un sistema de votación electrónica.

La familia Bolsonaro ha dedicado inmensas cantidades de tiempo y esfuerzo a forjar alianzas en Estados Unidos con base en narrativas conspirativas de derecha, como la amenaza del comunismo y el “marxismo cultural”. Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del expresidente, conoció a Bannon en agosto de 2018 y meses después fue nombrado representante de Sudamérica de The Movement, la plataforma de Bannon para partidos políticos de derecha que nunca funcionó. Desde entonces, el joven Bolsonaro ha realizado visitas y reuniones con partidarios clave de Trump en más de 70 ocasiones.

El joven Bolsonaro fundó su propio instituto conservador que ayudó a organizar una versión brasileña de la Conferencia de Acción Política Conservadora pro-Trump. El exvocero de Trump Jason Miller, director ejecutivo de Gettr, una plataforma de redes sociales de extrema derecha, ofreció un discurso en la conferencia conservadora de este año en Campinas. También hizo una aparición en una celebración de la independencia brasileña que se convirtió en un mitin de campaña presidencial para Bolsonaro en septiembre.

Brasil no es Estados Unidos. Algunos manifestantes exigieron que el ejército orquestara un golpe de Estado. Exacerbada por el discurso de odio, la violencia electoral se intensificó. Al menos 15 personas fueron asesinadas durante las elecciones, según los cálculos de Agência Pública.

Bolsonaro usó sus facultades presidenciales para socavar la democracia de modos que serían inaceptables en Estados Unidos. A petición del mandatario, el ejército estaba listo para realizar un “conteo de votos paralelo”. Sus aliados en el Congreso cambiaron el límite de gasto del país para aumentar los estipendios sociales para los pobres justo antes de la votación. El día de las elecciones, la policía de caminos, dirigida por un aliado de Bolsonaro, detuvo cientos de autobuses que transportaban a electores, en su mayoría provenientes de bastiones de Lula, desafiando una orden del Supremo Tribunal Federal.

Cuatro días después de la elección, multitudes de simpatizantes de Bolsonaro se reunieron frente a recintos militares en varias ciudades y demandaron una “intervención” militar. Envalentonados por la información falsa de que las elecciones fueron robadas, los partidarios de Bolsonaro son una fuerza política que podría causar un daño enorme mientras Lula se prepara para sumir el cargo, 1 de enero de 2023.

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