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La guerra en Ucrania continúa. También la escuela

KIEV, Ucrania — Cuando el sonido de la sirena se escuchó por el altavoz, los estudiantes de una escuela en el centro de Kiev, Ucrania, se levantaron con rapidez de sus escritorios, empacaron sus cosas y marcharon en fila con tranquilidad por las escaleras detrás de sus maestros. Pero esto no era un simulacro.

En medio de la oscuridad, acurrucados en el pasillo estrecho de su refugio en el sótano, los estudiantes conversaron entre ellos. Algunos utilizaron las luces de sus celulares para seguir trabajando en sus tareas.

Permanecieron en el refugio durante casi dos horas hasta que la amenaza de un posible ataque aéreo pasó. Es la nueva realidad para los 430 niños y jóvenes estudiantes, cuyas edades oscilan entre los 6 y los 18 años, que todavía asisten a clases de manera presencial en este amplio centro público de enseñanza primaria y secundaria en la capital de Ucrania. Aunque las clases se reanudaron en septiembre, los incesantes bombardeos rusos dirigidos a la ciudad desde octubre han dañado la red eléctrica del país, han causado apagones continuos en Kiev y representan el desafío más reciente para la educación en tiempos de guerra.

“Esperemos que esto no dure mucho”, dijo Olena Romanova, de 50 años, quien ha sido la directora de la escuela durante la última década. “Además, tenemos un generador, pero dado que la escuela es grande, no puede cumplir con las necesidades de toda la institución”.

Al inicio, dijo, la escuela tuvo dificultades para adaptarse y las calificaciones de algunos alumnos se vieron afectadas, pero la escuela está haciendo su mayor esfuerzo para ajustarse a los obstáculos nuevos. Escuelas en toda la capital ucraniana han cerrado durante enero en medio de apagones continuos y Romanova señala que los maestros han impartido clases particulares en línea para intentar mantener al corriente a los estudiantes.

Pero la visita a una escuela en la ciudad a finales de diciembre, antes de las vacaciones de invierno, ofreció un vistazo a las dificultades que estos niños deben superar y su determinación para continuar, con padres y maestros que hacen todo lo que pueden para proporcionar a los jóvenes alguna sensación de normalidad.

Por lo general, hay 850 alumnos inscritos en este plantel. Sin embargo, en diciembre, algunos salones estaban solo a media capacidad, ya que muchos estudiantes optaron por estudiar en línea y algunos padres creen que es más seguro para sus hijos estudiar desde casa. Algunos alumnos viven en el extranjero tras huir junto a millones de otros ucranianos, pero continúan conectándose a las clases.

Por otro lado, algunos estudiantes nuevos se han unido a los salones de clase, desplazados de comunidades afectadas más cerca del frente de batalla en el este de Ucrania. La escuela solicitó que su nombre exacto no se publicara por motivos de seguridad y privacidad.

Pocos aspectos del proceso educativo no han sido afectados por la guerra. Con la constante amenaza de los ataques aéreos rusos, los estudiantes de secundaria reciben clases de primeros auxilios en el plantel. Durante la visita del mes pasado, un grupo de alumnas de secundaria practicaba la aplicación de torniquetes y vendas entre ellas.

Por ahora, sin embargo, los apagones siguen siendo la preocupación más apremiante.

Romanova indicó que la electricidad que puede proveer el generador de la escuela es limitada.

“Es suficiente para las clases en línea. Es suficiente para mantener encendidas las luces y el internet”, dijo la directora. Pero no es suficiente para operar la cafetería de la escuela, ya que las estufas son eléctricas y el generador no es lo suficientemente poderoso para hacerlas funcionar.

A medida que se quedaron sin electricidad, los estudiantes hambrientos en la escuela se sintieron decepcionados cuando la chef, Olena Sulyma, de 42 años, les dijo que la comida todavía no llegaba.

Sulyma ha trabajado en esta cafetería durante años. Pero, en fechas recientes, ha tenido que ser más creativa sobre cómo brinda comidas calientes a cientos de estudiantes entre apagones constantes. Ella y los chefs de otras escuelas cercanas que tienen problemas similares se han asociado con otra escuela local donde aún hay electricidad.

Pueden cocinar las comidas ahí y después llevarlas a sus escuelas.

“Los ucranianos somos creativos con las cosas que nos molestan; es por eso que los chefs de nuestras escuelas intentan adaptarse”, explicó Romanova. “Así que nos adaptamos y no es un problema en este momento. Los niños siempre están satisfechos”.

A pesar de las adversidades, muchos de los estudiantes prefieren asistir a la escuela. Una chica, Taisia, de 17 años, aseguró que prefiere estar con sus compañeros de clase, incluso si eso significa hacer viajes frecuentes al refugio en el sótano.

“No puedo quedarme sola en casa”, dijo la adolescente. “Pero cuando hay una alerta aérea y estoy en la escuela, al principio me siento tranquila, pero cuando veo en las noticias que algo se aproxima, me siento inquieta y vamos al refugio”.

Sus padres también se angustian. Aunque esta escuela en particular no ha sido blanco de ataques, una gran cantidad de instituciones educativas en toda Ucrania lo han sido. Cuando se activan las sirenas, la advertencia de un posible ataque aéreo, muchos padres corren para recoger a sus hijos de la escuela.

Más de 2600 instituciones educativas han resultado dañadas por los bombardeos y los ataques con misiles hasta la última semana de diciembre, según datos del Ministerio de Educación de Ucrania, y otros 406 quedaron destruidos por completo.

Maria Lavrynenko sigue optando por estudiar en línea desde su casa debido a la preocupación de su familia por su seguridad.

Maria, de 17 años, huyó de la ciudad con sus padres al principio de la guerra y se trasladó a un pueblo más al oeste. Desde allí continuó su educación en línea, y eligió esa opción cuando regresaron a su casa este otoño.

Cada día, María, quien cursa la preparatoria, se conecta desde el apartamento de su familia en Kiev a las 9 a. m. y continúa con sus clases hasta las 3:30 p. m. Luego asiste a clases en una escuela de gimnasia rítmica y espera estudiar educación física en la universidad. Pero los continuos cortes de electricidad la han obligado a buscar formas creativas de completar sus tareas cuando las luces se apagan.

“Para mí es muy difícil estudiar, porque a veces no hay electricidad y necesito reforzar mis conocimientos”, dice, y añade que se está preparando para sus exámenes finales.

A veces va a una tienda cercana que tiene un generador, wifi y electricidad disponibles. Hace poco, por la tarde, cuando se cortó la luz en casa, sacó una foto de un ensayo que acababa de terminar y se la envió a su profesor a través del internet de su celular.

A veces entrega sus trabajos en persona. Aun así, ella y su familia creen que lo mejor para ella es estudiar desde casa.

“También hay otras razones para estudiar a distancia”, explicó su madre, Maia Lavrynenko, de 52 años. “Cuando hay una alerta aérea en la escuela, todo el mundo va al refugio y cuando estás en casa puedes seguir estudiando incluso durante la alerta aérea”.

Pero quedarse en casa no es garantía de tranquilidad. A principios de diciembre, hubo un ataque con drones cerca de su casa.

“Todo el cielo se tiñó de rojo, había una humareda oscura y después todo se volvió negro”, relata la madre. “La casa de enfrente se balanceaba”.

A pesar de todo esto, transcurre la vida escolar de siempre. Los maestros llevaron a cabo una fiesta de piyamas para los estudiantes más jóvenes el último día de clases antes del inicio del receso de invierno. Los niños abrazaron animales de peluche y se rieron en sus mamelucos. Los estudiantes más grandes también organizaron una fiesta y compartieron bocadillos y té.

Romanova, la directora, señaló que para ella es importante mantener esta actitud positiva en la escuela presencial. Expresó que la ve como el frente de batalla personal de cada estudiante y cada maestro en Ucrania.

“Todos nos acercamos más a nuestra victoria con nuestros logros educativos”, dijo. “Estamos aquí en este momento y vamos a superarlo. Vamos a superar los problemas que afectan a nuestros niños”.

Laura Boushnak y Nikita Simonchuk colaboraron con la reportería.

Megan Specia es corresponsal de la sección Internacional en Londres y cubre el Reino Unido e Irlanda. Trabaja en el Times desde 2016. @meganspecia

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