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María Mercedes Coroy, la superheroína maya de Marvel que se aferra a sus raíces

SANTA MARÍA DE JESÚS, Guatemala — Para su gran escena submarina en Black Panther: Wakanda Forever, la actriz guatemalteca María Mercedes Coroy tuvo que contener la respiración mientras su personaje, la princesa Fen, da a luz en un brumoso mundo oceánico a una serpiente emplumada.

Cory surge de las profundidades acuáticas como una rareza incluso en el universo fantástico de Marvel: una superheroína maya.

El día después de filmar su última escena en Los Ángeles, en lugar de quedarse en Hollywood, Coroy se fue a su casa en Santa María de Jesús, una ciudad maya cachiquel de unos 22.000 habitantes en las faldas de un volcán en Guatemala. Al anochecer, estaba acurrucada en la cama de la casa de bloques de cemento rosa brillante de su familia, donde las verduras crecen en el patio trasero.

“Sentí como si mi cama me abrazara”, dijo Coroy, de 28 años, una de nueve hermanos de una familia de agricultores y comerciantes.

A la mañana siguiente reanudó su vida habitual. Ella y su madre se pusieron sus huipiles y cortes tejidos a mano para tomar el autobús de las 5:30 a. m. a la pequeña ciudad de Escuintla y vender productos en el bullicioso mercado, un trabajo que empezó a desempeñar después de quinto grado de primaria, cuando tuvo que dejar la escuela para ayudar a sus padres.

Algunos días, camina dos horas con una mula hasta la granja familiar para cultivar repollos y calabazas. En su tiempo libre, teje coloridos huipiles con motivos de pájaros y flores en un telar de cintura.

“La gente me pregunta qué hago después de filmar”, dijo Coroy, quien trabaja en su tercera película guatemalteca tras haber aparecido en dos en Estados Unidos. “Vuelvo a la normalidad”.

Coroy representa a una nueva generación de actores mayas decididos a perfeccionar su arte a la vez que mantienen sus costumbres y ayudan a sacar a la luz un legado de discriminación contra la población indígena de Guatemala.

Aunque dice que le gusta actuar en Estados Unidos —y posar con un huipil rosa y azul en los Globos de Oro de 2021 —, está más interesada en la floreciente industria cinematográfica de su país.

Pero tanto si trabaja en su tierra natal como en Hollywood, la actuación puede ser agotadora, y ella confía en Santa María de Jesús para recargar energías.

“Me encanta mi vida, pero filmar es físicamente exigente”, dijo Coroy, relajándose en un banco de la plaza central de Santa María. “Esta es mi comunidad”.

El primer papel de Coroy fue de protagonista, en una producción escolar de Blancanieves y los siete enanitos.

Santa María de Jesús desde hace tiempo es famosa en el país por su teatro callejero, y hace una década, el director guatemalteco Jayro Bustamante llegó a la ciudad para preparar su primer largometraje, Ixcanul. Quería contar la historia de mujeres mayas y abordar temas como la pobreza endémica y las desigualdades en educación y acceso a la salud, y estaba decidido a contar con actores mayas que hablaran la lengua indígena cachiquel.

Al inicio, Bustamante colocó un aviso en el parque central de la ciudad: “Casting aquí”. Nadie apareció. Unos días más tarde lo cambió: “Trabajo aquí”. Quedó desbordado de posibles actores.

Coroy se perdió la audición. Pero alguien la puso en contacto con el director al día siguiente.

“Me dijo que yo era la única persona que lo había mirado a los ojos”, dijo. Cuando le ofreció ser la protagonista, se resistió. “No tenía experiencia. Tenía miedo de echar a perder la película”.

Pero él la convenció para que se uniera al reparto. Durante los meses siguientes, se formaron en la primera academia de cine del país, fundada por Bustamante.

“Cuando comenzamos el rodaje, ya no eran actores aficionados”, dijo Bustamante.

Ixcanul, que ganó el premio Alfred Bauer en la edición número 65 del Festival Internacional del Cine de Berlín, se centra en una familia pobre de la sierra que arregla el matrimonio de la hija con el capataz de una plantación. La hija se enreda en secreto con un joven, borracho y soñador, que le promete llevársela con él a Estados Unidos. Pero él se marcha y ella se queda embarazada y comprometida con el otro hombre.

Después de dar a luz en el hospital, un miembro del personal le dice que su bebé ha muerto. Cuando la joven descubre más tarde que su bebé vive y que posiblemente ha sido vendido en adopción, el dolor la consume.

“Silenciosa y temeraria”, escribió el crítico de cine Manuel Betancourt, radicado en Los Ángeles, sobre la discreta interpretación de Coroy, que revelaba angustia tras un rostro lívido.

“Pronunciaba las palabras que sentía en mi cabeza”, dijo Coroy, al explicar su método de interpretación. “Entonces era más fácil porque era tímida por naturaleza. Ahora soy mucho más animada”.

Su segunda película con Bustamante, La Llorona, transformó una tradicional historia de fantasmas latinoamericana en una acusación a un dictador ficticio, pero que recuerda claramente al general Efraín Ríos Montt, líder guatemalteco. Cinco años antes de su muerte en 2018, el general Ríos Montt fue declarado culpable de genocidio y crímenes contra la humanidad por la matanza sistemática de hombres, mujeres y niños mayas en la década de 1980, tras tomar el control del país mediante un golpe de Estado.

Coroy interpreta a Alma, una criada maya cuyo hijo e hija estaban entre los asesinados. Es una figura espectral vestida de blanco que persigue al dictador en su casa.

Un director de reparto la vio en las dos películas de Bustamante y la eligió para el papel de una guerrillera indígena en Bel Canto, una película estadounidense protagonizada por Julianne Moore. Durante dos meses y medio, Coroy rodó en México y Estados Unidos, el mayor tiempo que había pasado lejos de su familia. En Nueva York se congelaba, dijo, y no le gustó la comida.

La actriz prefiere no hablar de política. Pero Bustamante dijo que los artistas en Guatemala trabajaban en un clima cada vez más hostil.

“Te das cuenta de que estás en un país donde hay una dictadura sin ese nombre”, escribió Bustamante en una entrevista por correo electrónico. “Hay una especie de opresión turbia y no hay derechos ni libertad”.

Cuando se estrenó Ixcanul, escribió, “había un rechazo general del pueblo guatemalteco a este tipo de temas. Con La Llorona, fue mucho más peligroso. Recibimos amenazas anónimas”.

Wakanda Forever, una superproducción mundial distribuida por Disney, también aborda la opresión de los mayas.

El personaje de Coroy, la princesa Fen, contrae viruela traída por los españoles a la península de Yucatán en el siglo XVI. Un chamán le da una bebida que le permite vivir y dar a luz bajo el agua. Cuando su hijo alado Namor, interpretado por el actor mexicano Tenoch Huerta, regresa a Yucatán, ve cómo los españoles golpean a los mayas que han esclavizado.

En Guatemala, algunas familias mayas animan a sus hijos a hablar solo español y vestir ropas occidentales para escapar de la discriminación rampante. Pero Coroy no fue educada así.

“Mis padres me dicen que debería estar orgullosa”, dijo Coroy, que finalmente volvió a la escuela nocturna y terminó la universidad. “No hay forma de ocultar que eres indígena”.

Recientemente ha empezado a profundizar en la espiritualidad maya. Su abuela era una curandera que le enseñó las propiedades curativas de las infusiones y las flores. Aunque asiste a una iglesia católica, también estudia con un maestro espiritual indígena y lee la historia de la creación maya, el Popol Vuh.

En el centro de la religión maya está Maximón, una deidad tramposa tan benévola como hedonista. En las ceremonias, los fieles fuman y beben frente a su figura de madera con la esperanza de que escuche sus súplicas. Coroy asiste a las ceremonias sin beber.

“Respeto a Maximón”, dijo. “He conectado con él en sueños. Me dijo: ‘Ni hablas bien de mí ni hablas mal, así que yo te voy a proteger’”.

Aunque es lo bastante famosa en Guatemala como para que la gente de la ciudad turística colonial de Antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se le acerque amablemente para pedirle autógrafos, sus vecinos de Santa María evitan señalarla. Paseando por el parque de la ciudad, podría ser cualquier otra vendedora.

“Aquí no hay cultura de estrellas de cine” explicó Coroy. “No hay paparazzi”.

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