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Mariana Enríquez y el ‘verdadero horror’ de la vida cotidiana

“Mientras que la típica historia de Borges tiene lugar en un mundo mitológico, inventado y separado, Mariana se preocupa mucho por el lugar y por los problemas sociales”, escribió McDowell en un correo electrónico. “La pobreza, la violencia estatal y el sexismo acechan sus historias tanto como cualquier fantasma o ser sobrenatural”.

De hecho, en Nuestra parte de noche, Enríquez trabaja tanto en la tradición de Borges y Ocampo como en la de directores de cine como Steven Spielberg o Gaspar Noé, o canaliza el inquietante dolor de Beloved, de Toni Morrison, y la cruda visión de la violencia, la juventud y el abandono de Los 400 golpes, de François Truffaut.

“Se inspira en tantas tradiciones tan variadas y las hace suyas”, dijo McDowell. “Convierte sus obsesiones en narraciones atractivas, reflexivas, aterradoras, sorprendentes y, en definitiva, imposibles de olvidar”.

Como en gran parte de su obra, también hay influencias musicales. Fue el amor de Enríquez por el rock and roll lo que, en cierto modo, la llevó a la literatura en primer lugar. Escuchando los tintes del gótico sureño en la música de artistas como Nick Cave, dijo Enríquez, buscó a William Faulkner y Flannery O’Connor. Al oír a Patti Smith referirse a Arthur Rimbaud en el álbum Horses, descubrió la obra del poeta francés y se sintió cautivada por ella, así como por las historias que rodeaban su vida.

“Con los poetas malditos tenía mucha relación entre el rock y la literatura, de una manera que ahora creo que no es tan obvia, pero para mí en ese momento lo era”, afirma Enríquez.

De adolescente, Enríquez soñaba —fantaseaba, dice— con convertirse en reportera musical y entrevistar a sus ídolos. Estudió periodismo y pronto empezó a escribir para el diario argentino Página 12, donde aún publica y edita el suplemento cultural Radar. En el número actual aparece un reportaje sobre la reciente gira australiana de Cave, escrito por Enríquez.

Resulta, pues, que ese sueño se hizo realidad. Quizá sea más sorprendente el modo en que la autora se ha convertido también en una especie de estrella del rock de la literatura. Enríquez, quien se considera a sí misma una “nerd”, seguramente negaría esa caracterización. Pero el fanatismo que inspira su obra sugiere lo contrario. Desde bocetos y tatuajes hasta pinturas al óleo y esculturas, Enríquez está inundada de obras de arte de sus fans, incluidos retratos de Juan y Gaspar, de personajes de sus cuentos e incluso de sí misma. Quizá sea este el lado más alegre de las oscuras obsesiones de Enríquez.

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