Una serie de nuevas y complicadas políticas fronterizas redujeron considerablemente la cantidad de migrantes que cruzan a Estados Unidos hasta sus niveles más bajos desde que tomó posesión el presidente Joe Biden, pero estas medidas han generado un peligroso cuello de botella a lo largo de la frontera norte de México donde, desde Tijuana hasta Reynosa, encontramos decenas de miles de migrantes frustrados que languidecen en albergues abarrotados.
La situación explotó el lunes, cuando una protesta en un centro de detención de migrantes gestionado por el gobierno en Ciudad Juárez originó un incendio en el que fallecieron al menos 39 personas. Pero en las últimas semanas se han producido situaciones de hacinamiento y desesperación a lo largo de toda la frontera, mientras que el gobierno de Biden se prepara para la llegada de otra oleada migratoria durante la primavera.
Los migrantes esperan, con grandes expectativas, a que en mayo se produzca un cambio importante porque Estados Unidos planea eliminar ese mes una política sanitaria de la época de la pandemia que ha permitido que las autoridades fronterizas estadounidenses deporten con rapidez a muchos migrantes que cruzan de manera no autorizada por México.
Otras restricciones de ingreso que ya entraron en vigor obligan a la mayoría de los migrantes que quieren obtener asilo en Estados Unidos a solicitar una cita en un puerto de entrada. Los problemas relacionados con la nueva aplicación móvil han hecho que miles de ellos intenten obtener una cita en vano mientras siguen varados en los pueblos fronterizos de México, donde muchos ya esperan desde hace varios meses.
“Lo que tenemos en Tijuana y otras ciudades fronterizas de México es un cuello de botella”, dijo Enrique Lucero, director de la oficina de servicios migratorios de la ciudad de Tijuana, al otro lado de la frontera de San Diego. “Miles de migrantes están esperando la oportunidad de ingresar a Estados Unidos, y siguen llegando más”.
Los 30 albergues de la ciudad pueden alojar a 5600 personas, pero ahora tenemos no menos de 15.000 migrantes en la ciudad, aseveró.
“El número de personas que pueden entrar a Estados Unidos son unas doscientas al día, pero aquí hay miles. Los albergues están a su máxima capacidad”, señaló.
Incluso antes del incendio del lunes, la frustración se había desbordado a principios de este mes en Ciudad Juárez cuando cientos de migrantes, la mayor parte de ellos venezolanos, trataron de irrumpir en los puentes internacionales para llegar a El Paso, Texas, pero lo único que lograron fue enfrentarse con las autoridades estadounidenses.
Ante la presión de Estados Unidos, México ha aceptado recibir un número cada vez mayor de migrantes que son rechazados por las autoridades estadounidenses, además se toman otras medidas para ayudar a controlar la cantidad de migrantes que cruza a Estados Unidos.
Algunos funcionarios locales del lado estadounidense de la frontera señalaron que el gobierno de Biden generó esta situación cuando prometió ponerle fin a la política de deportación de la época de la pandemia, conocida como Título 42, lo cual hizo que miles de personas viajaran a la frontera, y al poco tiempo se impusieron nuevas restricciones.
“Hay mucha frustración”, dijo Ricardo Samaniego, el juez de condado en El Paso, la ciudad que está en la frontera con Ciudad Juárez. “Los engañan, les dicen que pondrán fin al Título 42 y luego les dicen: ‘Olvídenlo’, entonces la gente se queda varada”.
Samaniego explicó que a través de sus homólogos en México se había enterado de que los albergues y los centros de detención en Ciudad Juárez estaban casi a su máxima capacidad y que se estaban preparando para otra ola en los próximos días y semanas y que había planes de eliminar el Título 42 el 11 de mayo.
Durante meses, los defensores de los migrantes han estado advirtiendo que la situación se estaba saliendo de control.
“Las 39 vidas que se perdieron anoche en Ciudad Juárez son una carga espantosa. Los sistemas de protección que hemos establecido para vigilar a las personas que migran son como manos de acero en guantes de terciopelo y la muerte es parte de ese costo. Todos somos responsables”, comentó en Twitter Dylan Corbett, director ejecutivo del Hope Border Institute, una organización religiosa.
Como los albergues de muchas ciudades fronterizas están llenos, los recién llegados han tenido que dormir en hoteles descuidados hasta que se les acaba el dinero y luego han terminado en las calles y en edificios abandonados. Las tensiones han aumentado y provocaron enfrentamientos con los oficiales de policía mexicanos, a quienes los migrantes acusan de golpearlos, arrestarlos y extorsionarlos. Hay migrantes que han sido secuestrados y torturados por los poderosos cárteles que controlan el paso ilegal en la frontera.
Todos los días, familias de migrantes harapientos se presentan en Pro Amore Dei, un refugio católico en Tijuana, la ciudad más grande del lado mexicano, para suplicar que les den un lugar donde descansar. “Todos los días rechazo al menos a diez familias con hijos”, dijo Leticia Herrera, directora de ese centro, donde familias enteras comparten una sola cama. “Que Dios nos ampare; ya hemos excedido toda la capacidad”, comentó acerca de ese centro, el cual tiene alojamiento para 250 personas.
Lo mismo sucede en otro refugio de Tijuana, Juventud 2000, donde casi 200 familias de migrantes duermen en tiendas de campaña color naranja, verde y azul ubicadas en un antiguo almacén. “Pasamos de estar semivacíos el año pasado a tener que rechazar a la gente”, señaló José María García, su fundador. “Ahora tenemos que hacer esto constantemente, día tras día”.
Aunque los albergues mexicanos para migrantes están llenos, ha habido una disminución importante de migrantes en el lado estadounidense de la frontera.
“La cantidad de personas que cuidamos ha disminuido a la mitad desde principios de año”, señaló Kate Clark, directora ejecutiva de la atención a migrantes del Servicio de Familias Judías de San Diego, instancia que administra refugios en esa ciudad.
La situación actual ha evolucionado a lo largo de una serie de años tumultuosos, en medio de políticas cambiantes en la frontera.
El presidente Biden asumió el cargo prometiendo restaurar un enfoque humano después de que su predecesor, Donald Trump, introdujo una serie de controles represivos. Pero el número de migrantes que huyen de la ruina económica, la violencia y los efectos del cambio climático provocó un rápido aumento de los cruces fronterizos y una fuerte condena por parte de los líderes republicanos, que han acusado al presidente de dejar que se descontrole la situación en la frontera.
Decidido a frenar los cruces fronterizos, el gobierno de Biden recurrió a medidas más restrictivas. Amplió el uso del Título 42 para deportar a una nueva ola de migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, y al mismo tiempo, estableció un programa para autorizarles a los nacionales de esos países solicitar un permiso para ingresar a Estados Unidos desde sus países de origen si contaban con un patrocinador financiero.
Desde la creación de ese programa, en general han disminuido los cruces fronterizos ilegales. Después de una cantidad sin precedentes de arrestos en la frontera el año pasado, la cual llegó a 2,4 millones de personas, este año los encuentros con migrantes en la frontera han disminuido a aproximadamente 128.000 al mes.
El mes pasado, los departamentos de Seguridad Nacional y de Justicia fueron más lejos y anunciaron una nueva regla que entraría en vigor después de que se pusiera fin al Título 42 el 11 de mayo, que asumiría que los migrantes no serían candidatos a obtener asilo si estos entran al país de manera ilegal y que les exigiría haber solicitado asilo desde otro país por el que hubiesen pasado antes de solicitarlo en Estados Unidos.
No obstante, a quienes logran llegar a la frontera se les permitiría entrar si cumplen con algunos requisitos y usan la aplicación móvil para agendar una cita.
Dicha aplicación, la cual pretende ser un sistema ordenado y simplificado para citar a los solicitantes de asilo, ha sido rebasada por la enorme demanda y está repleta de fallas técnicas debido a que decenas de miles de migrantes han intentado usarla.
Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, el mes pasado, 740 migrantes obtuvieron cita todos los días en ocho puertos de entrada a lo largo de toda la frontera. Cada día se otorgaron 200 citas en el puerto de entrada contiguo a la ciudad de Tijuana.
“Los migrantes ya llegan con problemas a la frontera después de su largo viaje. Se han gastado todo el dinero para llegar hasta aquí y sus esperanzas se desvanecen cuando no logran obtener una cita con la aplicación”, dijo Lucero, director de la oficina de migrantes en Tijuana.
Hasta que se implementó la nueva aplicación, los abogados de inmigración de Estados Unidos podían ayudar a los migrantes especialmente vulnerables a obtener un rápido acceso a Estados Unidos y casi siempre los escoltaban para pasar los puertos de entrada. Ahora ya no se hace ninguna distinción entre quienes se encuentran en mayor peligro y los demás.
Hace un mes, murió un bebé de cuatro meses que requería una intervención quirúrgica urgente debido a que sus padres no pudieron obtener cita a través de la aplicación, señaló Herrera, del albergue Pro Amore Dei en Tijuana. “El año pasado, esta familia habría sido llevada al otro lado de la frontera y el bebé ahora estaría vivo”, dijo Herrera.
En los siete años que lleva administrando el refugio, la situación jamás había sido tan grave, aseveró.
“Las personas que han sido torturadas, golpeadas y que están huyendo para salvar sus vidas están atrapadas aquí”, dijo. “Parece que los más vulnerables son quienes tienen que esperar más tiempo”, recalcó.
En la ciudad mexicana de Piedras Negras, fronteriza con Eagle Pass, Texas, la tensión es bastante patente.
El año pasado, los migrantes que llegaban a la Primera Iglesia Bautista, una estructura de dos pisos donde la gente duerme en colchones andrajosos, a menudo en el suelo, solían quedarse uno o dos días antes de cruzar a Estados Unidos.
Pero el pastor Israel Rodríguez, que dirige el refugio, dijo que los migrantes se quedaban cada vez más tiempo.
El martes, había unas 160 personas hacinadas en el refugio, la mayoría eran familias.
“Todos están en el limbo. Vienen aquí con la esperanza de cruzar, pero la aplicación que se les pide que utilicen no funciona”, dijo Rodríguez. “Así que se quedan, algunos durante meses, y no tienen adónde ir”.
Miriam Jordan es corresponsal en la sección Nacional. Cubre el impacto de la migración en la sociedad, la cultura y la economía de Estados Unidos. Antes de unirse al Times, cubrió inmigración por más de una década en el Wall Street Journal y fue corresponsal en Brasil, Israel, Hong Kong e India.
Edgar Sandoval es un reportero de la sección Nacional, donde escribe de la gente y los lugares del sur de Texas. Antes fue reportero en diarios en Los Ángeles, Pennsylvania y Florida. Es autor de The New Face of Small Town America. @edjsandoval