Las consecuencias del coronavirus continúan, un señor con apellido Lula y más para el fin de semana.
En el hemisferio norte viene el tercer invierno pandémico. En todo el mundo se aproximan las fiestas decembrinas. Con el invierno y con las fiestas los expertos anticipan una nueva ola de covid.
No lo decimos para alarmar ni causar preocupación: hemos leído con atención los comentarios de algunos lectores que se preguntan si algún día dejaremos de abordar el tema.
La realidad es que el mundo sigue enfrentando las consecuencias del coronavirus, si bien con menos dramatismo que en los primeros años: hay nuevas variantes circulando y tratamientos disponibles. Y todavía tratamos de comprender las secuelas del virus.
Después de 34 años, The New York Times ya no se referirá al presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, como Da Silva en la segunda mención. Tras muchas discusiones internas en la redacción, hemos decidido llamarlo Lula, a secas. (En la edición en español no se usan honoríficos, pero en inglés, en donde sí los usamos, nos referiremos a él como Mr. Lula).
La primera vez que nuestras páginas lo consignaron como Da Silva en segunda referencia fue en noviembre de 1988, hace 34 años.
Y así ha sido desde entonces.
Pero cuando llegué como jefe de la corresponsalía de Brasil en enero, muy pronto me di cuenta de que sonaba raro.
Aquí —y en todos lados— se le conoce como Lula, y cualquier brasileño te dirá que “Da Silva” es el apellido más común del país. Pero Lula comenzó como un sobrenombre (en portugués quiere decir calamar) y en el Times no nombramos a la gente por sus apodos. Así lo dicta nuestro manual de estilo.
Pero algo cambió. Aunque Lula era su apodo, en los años ochenta lo convirtió en su apellido legal. Desde entonces, lo usa como su apellido principal e incluso sus esposas —enviudó y luego se volvió a casar— lo han adoptado. El dato se lo debemos a mi colega, André Spigariol.