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Por qué dejé YouTube – The New York Times

Aun así, yo también era adolescente, y tomaba decisiones en función de la visibilidad que nuestra cultura nos enseña a desear. Sabía que mi público quería sentir autenticidad por mi parte. Para dársela, revelé partes de mí que, de haber sido más prudente, habría mantenido en privado.

Conferimos tanto valor a la visibilidad, que ¿no es lógico sentir que nuestra vulnerabilidad es el precio que hay que pagar por que nos validen?

Sin embargo, cuando las mediciones en cifras sustituyen la autoestima, es fácil caer en la trampa y desprenderte de valiosas partes de ti misma para alimentar a un público siempre ávido de cada vez más.

Documentar mis momentos más difíciles empezó a parecerme la única forma de que la gente me comprendiera de verdad. En 2018, publiqué de forma impulsiva un video sobre mi lucha con el agotamiento, que incluía imágenes muy personales de mis colapsos emocionales. Esas crisis fueron, en parte, producto de un grave trastorno ansioso-depresivo, provocado por la persecución del exigente éxito por el que suspiran muchos otros adolescentes.

El video sobre mi agotamiento no acabó con mi carrera, sino que me hizo recibir aún más atención, tanto de la comunidad general de YouTube como de los medios de comunicación. Compartirlo significó que yo era auténtica, pero también que había hecho un producto a partir de los momentos más devastadores de mi vida. A raíz de aquello, me sentí presionada para seguir hablando sobre problemas de mi vida privada que no sabía cómo arreglar.

Y, aun así, seguí haciendo videos. Visto en retrospectiva, los videos que realicé durante aquella época carecían de esa chispa de pasión que antes había sido la clave de mi éxito. Empecé a sentirme como si estuviese interpretando una versión de mí misma que ya había dejado atrás. Estaba haciéndome adulta, y trataba de vivir el sueño de mi infancia, pero ahora, para ser “auténtica”, tenía que ser el producto que llevaba tiempo publicando en internet, en vez de la persona en la que me estaba convirtiendo al crecer.

La cultura de internet incita a los jóvenes a convertirse en un producto a una edad en la que apenas están empezando a descubrir quiénes son. Cuando el público se implica emocionalmente en una versión de ti menos madura de lo que eres en realidad, mantener la sintonía personal con el producto que has creado se convierte en un dilema imposible. Cambiar un personaje de internet es algo que muy pocos han conseguido, de modo que a la mayoría le da demasiado miedo arriesgar su modo de ganarse la vida como para intentarlo. Y no cambiar conlleva sus propios problemas: el estancamiento, la falta de autenticidad o acabar quemándote. La inestabilidad que acompaña el proceso de crecer es lo que suele hacer que esta senda profesional sea corta.

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