[Este artículo se publicó originalmente en inglés en febrero de 2022]
KIEV, Ucrania — En vísperas de la invasión rusa de Ucrania, el presidente Vladimir Putin argumentó que la idea misma de un Estado ucraniano era una ficción.
Con la convicción de un líder autoritario sin matices históricos, Putin declaró que Ucrania era una invención del líder revolucionario bolchevique Vladimir Lenin, quien, según el presidente ruso, dotó por error a Ucrania de un sentido de Estado al permitirle tener autonomía dentro del recién creado Estado soviético.
“La Ucrania moderna fue creada completamente y en su totalidad por Rusia, más específicamente por la Rusia bolchevique y comunista”, dijo Putin. “Este proceso se inició prácticamente de forma inmediata tras la revolución de 1917, y además Lenin y sus colaboradores lo hicieron de la forma más chapucera en relación con Rusia: dividiéndola, arrancándole trozos de su propio territorio histórico”.
Como lectura errónea de la historia, la idea resultaba extrema incluso para los estándares de Putin, un antiguo oficial de la KGB que ha declarado el colapso de la Unión Soviética como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX.
Ucrania y Rusia comparten raíces que se remontan al primer Estado eslavo, el Rus de Kiev, un imperio medieval fundado por vikingos en el siglo IX.
Pero la realidad histórica de Ucrania es complicada; es una historia milenaria de religiones, fronteras y pueblos cambiantes. La capital, Kiev, se estableció cientos de años antes que Moscú y tanto los rusos como los ucranianos la reclaman como el lugar de nacimiento de sus culturas, religión e idioma modernos.
Kiev tenía una ubicación ideal porque estaba situada a lo largo de las rutas comerciales que se desarrollaron en los siglos IX y X, y floreció solo para ver cómo su influencia económica disminuía a medida que el comercio se desplazaba a otros lugares. Las numerosas conquistas por parte de facciones beligerantes y la diversa geografía de Ucrania —con tierras de cultivo, bosques y un entorno marítimo en el Mar Negro— crearon un complejo tejido de estados multiétnicos.
La historia y la cultura de Rusia y Ucrania están entrelazadas: comparten la misma religión cristiana ortodoxa y sus idiomas, costumbres y gastronomías nacionales están relacionadas.
Sin embargo, la política de identidad ucraniana y el nacionalismo durante mucho tiempo han sido irritantes para Rusia. Muchos rusos ven a Ucrania como el “hermano pequeño” de su nación que debería comportarse en consecuencia.
El este de Ucrania, que estuvo bajo la influencia rusa mucho antes que el oeste, todavía cuenta con muchos rusohablantes y personas leales a Moscú. Pero la feliz hermandad de naciones que le gusta pintar a Putin, con Ucrania encajada perfectamente en el tejido de una gran Rusia, es dudosa.
Durante siglos, algunas regiones de la actual Ucrania estuvieron efectivamente dentro del imperio ruso. Pero otras partes del oeste cayeron bajo la jurisdicción del Imperio austrohúngaro, Polonia o Lituania.
“El argumento de Putin de que, a lo largo de la historia, Ucrania ha sido subsumida por Rusia simplemente no es correcto”, dijo Cliff Kupchan, presidente del Eurasia Group, una organización de consultoría de riesgo político. Aunque los temas del discurso de Putin no eran nuevos “la amplitud y la vehemencia con la que criticó todo lo ucraniano fue notable”, dijo Kupchan.
El recién creado gobierno soviético de Lenin, que tanto desprecia Putin, acabaría por aplastar al emergente Estado ucraniano independiente. Durante la era soviética, el idioma ucraniano fue desterrado de las escuelas y se permitió que su cultura existiera solo como una caricatura de dibujos animados de cosacos bailando con pantalones bombachos.
Putin también ha argumentado que el mito de Ucrania se vio reforzado por el desmoronamiento del gobierno soviético de Mijaíl Gorbachov, el cual permitió que Ucrania se liberara del control de Moscú. Fue un Moscú debilitado el que “dio” a Ucrania el derecho a independizarse de la Unión Soviética “sin términos ni condiciones”.
“Esto es una locura”, dijo.
Pero no fue Moscú quien concedió la independencia a Ucrania en 1991. Fue el pueblo ucraniano, que votó rotundamente a favor de abandonar la Unión Soviética en un referendo democrático.
La declaración de Putin de que la propia existencia de Ucrania como Estado soberano es el resultado de un error histórico amenaza con provocar un escalofrío en todas las tierras que una vez estuvieron bajo el dominio de Moscú. También generó expresiones de desprecio por parte de los ucranianos.
“Durante las últimas décadas, Occidente ha buscado el fascismo en cualquier parte, pero no donde más lo había”, dijo Maria Tomak, una activista involucrada en el apoyo a la gente de Crimea, un territorio ucraniano que anexionó en 2014. “Ahora es tan evidente que quema los ojos. Quizá esto haga que Occidente por fin empiece a despabilarse respecto a Rusia”.
No está claro si Putin cree en su versión de la historia de Ucrania o simplemente ha inventado una mitología cínica para justificar sus acciones. Pero su argumento de que Ucrania existe únicamente dentro del contexto de la historia y la cultura rusas es algo que ha desplegado al menos desde 2008, cuando intentó convencer a George W. Bush, quien había expresado su apoyo a la membresía de Ucrania en la OTAN, de que el país no existía.
El año pasado, Putin publicó un ensayo de 5300 palabras en el que exponía muchos de los temas que destacó en su discurso, incluida la idea de que las nefastas naciones occidentales habían corrompido de algún modo a Ucrania, apartándola de su legítimo lugar dentro de una esfera rusa mayor a través de lo que denominó como un “cambio de identidad forzado”.
Sin embargo, pocos observadores creen que la exactitud histórica tenga mucha importancia para Putin a la hora de justificar lo que ha planeado para Ucrania.
“Podemos tener claro que Putin no estaba tratando de entablar un debate histórico sobre las historias entrelazadas de los pueblos ruso y ucraniano”, dijo Joshua A. Tucker, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Nueva York y experto en Rusia. En su lugar, Tucker dijo que el líder ruso estaba sentando las bases para el argumento de “que Ucrania no tiene el tipo de derechos que asociamos con las naciones soberanas”.
“Fue una señal de que Putin pretende argumentar que una intervención militar en Ucrania no estaría violando la soberanía de otro país”, añadió.
Moscú se había comprometido a respetar la soberanía de Ucrania como condición para que este país renunciara a sus armas nucleares tras el colapso soviético. Pero Putin, según los analistas, ha dejado claro que esa promesa tiene poca importancia para él. En 2014, después de que los manifestantes expulsaran del poder en Kiev a un gobierno respaldado por el Kremlin, les ordenó a sus militares que tomaran la península de Crimea y luego instigó una guerra separatista que resultó en la pérdida de facto de Ucrania de dos territorios rebeldes en el este.
Putin formalizó esa separación al reconocer esos territorios, las Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk, como independientes. Poco después, ordenó la entrada de tropas en las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk en el este de Ucrania.
Pero los esfuerzos de Putin por devolver a Ucrania a la órbita rusa han tenido, en muchos sentidos, el efecto contrario. En un país que antes era ambivalente con respecto a la OTAN en el mejor de los casos, o abiertamente hostil en el peor, las encuestas muestran que una sólida mayoría está a favor de la pertenencia a la alianza militar liderada por Estados Unidos.
Kristina Berdynskykh, una destacada periodista política, se reunió con sus colegas en un bar llamado Amigos. Se sentaron alrededor de un teléfono para ver el discurso de Putin, por turnos llorando y maldiciendo.
“Es el odio a toda Ucrania y la venganza por la cercanía del país con la Unión Europea y la OTAN y la democracia —aunque caótica, con enormes problemas, lentas reformas y corrupción— pero donde la gente elige y cambia el poder en elecciones o revoluciones”, dijo Berdynskykh. “El peor sueño para un viejo lunático son ambos escenarios: elecciones justas y revoluciones”.
Michael Schwirtz reporteó desde Odesa, Ucrania, Maria Varenikova Kiev y Rick Gladstone desde Nueva York.
Michael Schwirtz es reportero de investigación en la sección Internacional. Trabaja para el Times desde 2006 y antes reportó desde Moscú sobre los países de la antigua Unión Soviética. Lideró un equipo que ganó el Pulitzer en 2020 por su cobertura de las operaciones de inteligencia rusa. @mschwirtz • Facebook
Rick Gladstone es editor y escritor de la sección Internacional con sede en Nueva York. Ha trabajado en el Times desde 1997, cuando comenzó como editor en la sección de Negocios. @rickgladstone