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¿Quién o qué es ‘latino’? Reseña de ‘Our Migrant Souls’, de Héctor Tobar

OUR MIGRANT SOULS: A Meditation on Race and the Meanings and Myths of “Latino” por Héctor Tobar


Our Migrant Souls, el nuevo libro de Héctor Tobar, comienza dirigiéndose directamente a los muchos estudiantes latinx a los que ha enseñado durante sus años como profesor en la Universidad de California en Irvine. Su tono es suave y tierno al relatar las historias que han compartido con él en ensayos y visitas a la oficina: historias de migración y regreso a casa, traumas y resiliencia, dudas y alegrías.

“Son morenos y son de piel clara”, escribe. “Sus ojos son negros y son verdes, y tienen 19, y 20 y 21 años”. Tobar describe a una multitud de jóvenes que navegan por complejas historias ancestrales y cambiantes nociones de identidad. “Voy a entretejer lo que sé con lo que me han enseñado”, les promete, “y juntos llegaremos a una comprensión de nuestro tiempo y nuestra ‘gente’”.

Tobar, que lleva varias décadas reportando sobre migración, cultura y América Latina, está bien preparado para semejante tarea. Ganador del Premio Pulitzer por su reportaje en The Los Angeles Times sobre los disturbios de 1992 tras la absolución de los policías que golpearon a Rodney King, ha publicado desde entonces tres novelas y dos obras de no ficción: el éxito de ventas En la oscuridad y Translation Nation, una exploración del “Estados Unidos que habla español”.

Our Migrant Souls es su primera obra de no ficción en casi una década, y es sin duda su libro más personal, ya que abarca la emigración de sus padres desde Guatemala tras un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos en 1954, su crianza en East Hollywood entre la población inmigrante de paso en Los Ángeles (donde una vez vivió al lado del hombre que asesinaría a Martin Luther King Jr.), y sus visitas ya de adulto a su patria ancestral.

Tobar presenta el libro como “una meditación sobre la raza y los significados y mitos de ‘latino’”, y utiliza su biografía con moderación para ilustrar aspectos más amplios de la experiencia latina. Cita a historiadores y teóricos de la cultura con la misma inclinación que cita a estudiantes, dependientes de tiendas o a un partidario indocumentado de Trump encontrado al azar en la calle. También reconoce rápidamente la naturaleza problemática de la palabra “latino”, que conlleva un falso sentido de homogeneidad en el que la negritud y la indigeneidad quedan a menudo aplanadas o borradas.

“Los que podemos llamarnos ‘latinos’ nos sentimos ridículos la mitad de las veces que utilizamos el término”, reconoce. Es una categoría que solo tiene sentido en relación con el colonialismo, una “identidad étnica” que en Estados Unidos pretende abarcar las culturas imposiblemente amplias de América Latina, pero que en la práctica se emplea a menudo como un significante racial cargado de estereotipos y desplegado con fanatismo y ponzoña”.

A Tobar no le preocupa establecer una definición fija de “latino”. En cambio, como un escultor que va picando una roca, le interesa revelar que contiene una forma humana. “Latino es la categoría más abierta y menos definida de los ‘no blancos’ en Estados Unidos”, nos recuerda, una categoría que en última instancia apunta a “una alianza, una convergencia de intereses comunes”. La identidad latina, subraya, siempre ha sido mutable. Cita los primeros censos de Los Ángeles realizados en la Nueva España a finales del siglo XVIII, en los que los mismos habitantes eran reclasificados de una encuesta a otra —pasando de “mulato” a “mestizo” y de “mestizo” a “español”—, experimentando una especie de “aclaramiento” social a medida que migraban entre castas.

Más recientemente, los latinos han sido clasificados según categorías legales cambiantes: como trabajadores “braceros” a corto plazo; como solicitantes de asilo o refugiados; como inmigrantes indocumentados o beneficiarios de amnistía. Su estabilidad o precariedad en Estados Unidos viene dictada a menudo por las relaciones asignadas a un desconcertante conjunto de siglas y números: DACA, TPS, Título 42, LPR, H-2A, H-1B. Tobar describe cómo estas clasificaciones se interiorizan a través de generaciones, desestabilizando familias, comunidades y culturas cuyos miembros se hacen perpetuamente vulnerables a la “ansiedad creada por el espectáculo y la burocracia de la aplicación de las leyes de inmigración”.

Los alumnos de Tobar a veces reformulan sus historias traumáticas como pruebas parecidas a las de héroes míticos de libros, películas, manga y anime, y se imaginan a sí mismos como protagonistas del Universo Marvel, Naruto y La guerra de las galaxias. Para Tobar, esto es perfectamente lógico. Estas epopeyas populares, en las que parias y gente común y corriente se alzan para derrotar a poderes opresores, se parecen a las búsquedas y batallas a las que sobrevivieron las familias y antepasados de sus alumnos, que escaparon de bandas y gobiernos villanos, atravesaron océanos y continentes y eludieron las barreras militarizadas de la nación más poderosa del mundo.

“Las historias sobre el imperio”, escribe Tobar, “nos conmueven porque son ecos de los recuerdos que residen en lo más profundo de nuestra conciencia colectiva”. Los latinos, después de todo, son gente que “vive con el dolor causado por la guerra y la política, la conquista y la rendición, la revolución y la dictadura”.

Para los lectores sin herencia latinoamericana, Tobar se preocupa de describir la vida latina bajo una luz universal, como algo fácilmente comprensible para cualquiera que haya sentido alguna vez la atracción de una persona o un lugar lejanos: “Sentir que tu ser, tu felicidad, tu plenitud y tu amor están repartidos entre dos puntos distantes del globo es una condición completamente normal en el mundo moderno”. Sostiene que muchos aspectos exotizados de la experiencia latina son, de hecho, sumamente comunes; solo parecen desconcertantes porque rara vez se articulan, a diferencia de las nociones de “cuento de hadas” de la blancura que prevalecen en la cultura dominante estadounidense.

Tobar no discute si es que cree que “latino” es una etiqueta que vale la pena mantener, o si hay otro término con el que algún día podríamos intentar sustituirla. Evita en gran parte la historia de los movimientos conflictivos dentro de la comunidad latina, y no examina a fondo las cuestiones de la interseccionalidad y el colorismo, ni qué historias se privilegian por encima de otras, ni tampoco lo que significa lograr la “representación”. Aunque el libro de Tobar es demasiado escueto para abarcar satisfactoriamente todas las complejidades, logra captar un caleidoscopio de historias y circunstancias compartidas, de sentimientos y preocupaciones tanto manifiestos como profundamente enterrados.

Para quienes, como yo, se encuentran en algún punto del espectro de la latinidad, Our Migrant Souls será probablemente un libro relevante y profundamente conmovedor, que a menudo nos muestra un espejo de nuestras vidas. Mientras lo leía, pensaba a menudo en mi abuelo, que llegó a Estados Unidos siendo un niño pequeño, transportado a través de la frontera durante la Revolución Mexicana. Cuando él y sus hermanos se integraron a la vida estadounidense, rechazaron los lazos con México que pudieran “oscurecerlos”, aferrándose en su lugar a un linaje “español” de siglos de antigüedad.

Por el contrario, el padre de ellos murió con el sueño de volver a su tierra natal, y el quiosco de prensa en español que fundó en San Diego se convirtió en un centro neurálgico para la comunidad inmigrante de la ciudad. En su obituario, fue aclamado como “un gran mexicano”. Para sus descendientes, sin embargo, el gran aspecto de nuestra identidad casi se perdió en las mareas hostiles del asimilacionismo estadounidense.

“Una de las cualidades de ser ‘latino’”, escribe Tobar, “es que acabas por sentir la torturada y extraña historia del pasado ‘latino’ en tu interior, que da forma a tu comprensión del mundo”. Aquí y en otros pasajes, hay fuerza en la contención del mensaje directo de Tobar, que da a su escritura la sensación de un cálido consejo dispensado a los jóvenes que luchan con el sentido de identidad.

Como en Entre el mundo y yo, de Ta-Nehisi Coates, que fue escrito como la carta de un padre a un hijo que trataba de entender lo que significa ser negro en Estados Unidos, la repetición de “ustedes”, “nosotros” y “nuestro” en Our Migrant Souls rompe lentamente el desapego y la distancia con que solemos leer como adultos. Puede que a muchos de nosotros nunca nos hayan hablado así, a ninguna edad. Y entonces, mientras leemos, empezamos a reconocer que seguimos teniendo las mismas preguntas que estos jóvenes, el mismo deseo de vernos en la página, de saber que somos una parte legible e integral del bullicioso mundo que nos rodea.


Francisco Cantú es el autor de La línea se convierte en río: Una crónica de la frontera


OUR MIGRANT SOULS: A Meditation on Race and the Meanings and Myths of “Latino” | Por Héctor Tobar | 244 pág. | MCD/Farrar, Straus & Giroux | 27 dólares | En inglés.


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