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Ralph Macchio siempre será el ‘Karate Kid’ y al fin está en paz con eso

Interpretar a Daniel LaRusso en Karate Kid hizo famoso de por vida a Ralph Macchio. Durante décadas, la gente le ha contado dónde vieron la popular película de 1984 o cómo influyó en sus vidas su historia de superación.

Sin embargo, esa enorme fama vino con un inconveniente.

Cuando intentó avanzar en su carrera como actor, le costó dejar atrás ese personaje. A veces, contó, llegó a sentirse sofocado por él: ya no era el joven despreocupado pero vulnerable de 22 años cuyo personaje en la película aprende la importancia del equilibrio, tanto en la vida como en las artes marciales.

Casi cuatro décadas después, Macchio ha escrito su autobiografía, Waxing On: The Karate Kid and Me, sobre la realización de la película y cómo esta ha formado su vida y aún hoy sigue haciéndolo.

El libro, libre de escándalos o actitudes autodestructivas, resulta reconfortante, pero hay una ambivalencia palpable que recorre sus 241 páginas, aunque al final el tono se decanta hacia el optimismo.

Tras haber terminado de rodar su quinta temporada retomando ese personaje en Cobra Kai, la sorprendentemente popular serie secuela de Netflix, Macchio parece haber hecho las paces e incluso aceptado con los brazos abiertos eso que ahora denomina “el maravilloso regalo”.

En retrospectiva, escribe Macchio, la película original es “un excelente ejemplo de cuando Hollywood lo hace todo bien. Enseña e inspira a través de entretenimiento puro”.

Una mañana reciente, en una soleada terraza en una azotea en el bajo Manhattan, Macchio —quien no aparenta en absoluto tener 60 años, incluso sin sus lentes de sol puestos— exhibió la simpatía natural que ha sido el sello distintivo de su carrera. Es algo que comparte con Daniel LaRusso, “el vecinito de al lado”, explicó, del que “no se esperaba que ganara nada”.

Durante su infancia en Long Island, Macchio solía ver películas musicales de MGM con su madre. En poco tiempo, estaba tomando clases de tap además de tener partidos de la liga infantil de béisbol e ir a trabajar con su padre los sábados. (Su hermano se dedicó más a la lavandería familiar y al negocio de camiones de bombeo).

Junto con papeles en obras y recitales de baile escolares, Macchio comenzó a hacer audiciones para comerciales, lo que lo llevó a realizar dos anuncios para Bubble Yum. Después de su primera película, Up the Academy, y una temporada en la serie de televisión de ABC Ocho son suficientes, Macchio consiguió el papel que cambió su carrera: el “cachorrito perdido” Johnny Cade, junto a sus compañeros ídolos adolescentes C. Thomas Howell y Matt Dillon en Los marginados, de Francis Ford Coppola.

De vuelta a casa, Macchio, en ese entonces de 21 años, recibió una llamada para otra audición. El guion estaba inspirado en un artículo sobre un niño víctima de acoso que había aprendido artes marciales para defenderse. Iba a ser dirigida por John G. Avildsen, quien había realizado la clásica película sobre la cenicienta del boxeo, Rocky.

“Recuerdo haber conectado con los elementos de la relación padre e hijo y el corazón de la historia desde el principio”, escribe Macchio sobre su primera lectura del guion. Sin embargo, “algunos de los personajes de la subtrama de la secundaria me parecieron un poco cursis y estereotipados”.

Había otra cosa que le molestaba: el título. Karate Kid le sonaba ridículo. “Es decir, ¿te imaginas?”, escribe. “Si lograba obtener este papel y la película tenía éxito, ¡iba a tener que cargar con esa etiqueta por el resto de mi vida!”.

Para Robert Mark Kamen, quien escribió el guion de la película, Macchio fue la elección natural: combinaba una “actitud combativa” con vulnerabilidad emocional.

“Era mordaz. Era inteligente”, afirmó Kamen en una entrevista telefónica. “Y si se metía en una pelea, lo único que lo respaldaba era ser un sabelotodo. Era exactamente quien era el personaje”.

Luego, los años 80 comenzaron a decantarse hacia los años 90. Macchio sentía que ya debía dejar atrás al personaje, pero el personaje no lo dejaba atrás a él, al menos en cuanto a la industria del entretenimiento se trataba.

En 1986, con Karate Kid II en los cines y una tercera película en el horizonte, Macchio tuvo la oportunidad de descansar del personaje, cuando interpretó al complicado hijo del narcotraficante interpretado por Robert De Niro en Cuba and His Teddy Bear, una dramática obra de teatro de Broadway.

“Todo iba a un ritmo demasiado acelerado”, recordó en la entrevista. “Desearía haber disfrutado un poco más ese momento. Heme aquí, frente a frente con De Niro todas las noches”.

En una entrevista telefónica, De Niro afirmó que admiró la sensatez y la ética laboral de Macchio. Fue “fácil que me agradara a nivel personal y luego también identificarme con él en lo que estábamos haciendo”, afirmó. “Ya teníamos algo en lo cual trabajar”.

Pero tras bambalinas, las frustraciones personales de Macchio se acumulaban. Esos momentos son algunos de los más reveladores del libro.

Una noche, el famoso director de cine Sidney Lumet se encontraba en el público. En los camerinos, al final de la obra, Lumet le dijo que estaba planeando rodar una película que se llamaría Un lugar en ninguna parte y estaba interesado en que él interpretara un “papel importante” allí, recuerda Macchio en el libro.

El problema era que las fechas en las que Lumet tenía programado filmar Un lugar en ninguna parte para un estudio entraba directamente en conflicto con el cronograma de producción de Karate Kid III en otro.

“El barco de Un lugar en ninguna parte estaba listo para zarpar”, escribe Macchio, “y yo estaba relegado a mi puerto original de entrada”. (River Phoenix terminaría nominado a un Oscar por ese papel).

Otra noche, Warren Beatty fue el visitante sorpresa en el camerino de Macchio. El joven actor compartió sus frustraciones; Beatty lo aconsejó y le sugirió que encontrara el equilibrio entre sus éxitos comerciales y sus otras ambiciones. “No menosprecies esas películas”, escribe Macchio, recordando lo que le dijo Beatty. “Necesitas eso tanto como quieres esto (refiriéndose a la obra con De Niro)”.

Un punto positivo fue su participación en Mi primo Vinny, de 1992, junto a Joe Pesci y Marisa Tomei. La hija de Macchio nació ese mismo año y su hijo llegaría tres años después.

Sin embargo, Macchio escribe sobre la década de 1990, que mientras “planificaba el crecimiento de nuestra familia en Long Island… mi carrera tuvo poco o ningún crecimiento propio. El futuro era inminente e incierto y la incertidumbre me desalentaba”.

Sus agentes le plantearon la idea de hacer una serie de televisión, pero el acuerdo de desarrollo solo dio lugar a unos pocos episodios, que nunca se emitieron. Macchio se dedicó entonces a hacer cortometrajes y a escribir guiones.

“Me basaba en las lecciones que había aprendido de los Avildsens y Coppolas del mundo”, escribe. “Me mantuve creativamente satisfecho y floreciente durante esos años de escasez en la actuación. Encontré el equilibrio en el trabajo y la familia”.

Luego, en 2018, llegó Cobra Kai, visión de los creadores Hurwitz, Josh Heald y Hayden Schlossberg.

Macchio volvería a encarnar a Daniel LaRusso una vez más, excepto que esta vez sería un hombre de familia de mediana edad, aunque todavía dispuesto a una rivalidad con Johnny Lawrence y el dojo Cobra Kai, esta vez una un poco más compleja.

Conseguir que Macchio aceptara requirió un poco de persuasión.

“Entendí dónde encajaba en la construcción de Cobra Kai y en la narrativa”, dijo. “Si la serie se hundiera, probablemente diría, ya sabes, que tenía razón. Eso me preocupaba. … Pero todo salió bien”.

La nueva serie, afirmó, capta bien qué hizo que Karate Kid fuera tan popular: “Padres e hijos, intimidación, redención, superación de obstáculos, encontrar el camino propio, caer hacia adelante, rasparse las rodillas y las manos, levantarse y conseguir la solución”.

En el libro, Macchio reconoce que el tono en Cobra Kai “a veces es diferente”, pero “algo que comparte con la película es su corazón”. Es ese tipo de vulnerabilidad emocional que el guionista, Kamen, vio en Macchio décadas atrás.

Al terminar la entrevista, Macchio entró al ascensor para dirigirse al vestíbulo del edificio. Otras personas también entraron. Una de ellas lo reconoció y le pidió una foto.

“Solo soy el ascensorista”, afirmó, con una amplia sonrisa.


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