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Ricardo Darín es la cábala de Argentina en los Oscar

WEST HOLLYWOOD, California — Hace tiempo que la fortuna favorece a Ricardo Darín. Más que al concepto subjetivo de talento, es a la providencia, expresada como la confianza inquebrantable que tienen los demás en sus capacidades, a lo que el actor atribuye su galardonada carrera como la estrella de cine argentina más célebre en el mundo.

“He tenido toda la suerte que mis padres no tuvieron como actores”, comentó durante una entrevista reciente en el hotel Sunset Tower. “Muchas veces me han valorado mucho más de lo que yo mismo me valoro, y luego yo pienso, ‘¿Será que me merezco tanto?’”.

El último ejemplo de su relación con la suerte es su papel como el fiscal Julio Strassera en Argentina, 1985, un drama judicial histórico sobre el juicio a las Juntas, cuando los líderes militares fueron procesados por violaciones de los derechos humanos durante la anterior dictadura. Dirigida por Santiago Mitre, le valió a Argentina una nominación al Oscar como mejor largometraje internacional.

Darín parece ser el amuleto de la suerte de su país cuando se trata de los premios de la Academia. Ha protagonizado las cuatro películas por las que Argentina ha sido nominada este siglo: El hijo de la novia, Relatos salvajes y El secreto de sus ojos, que se llevó la estatuilla en 2010. A lo largo de los años, Argentina ha postulado a la Academia otras producciones estelarizadas por Darín, lo que significa que, aunque no todas fueron nominadas, las películas en las que aparece son casi sinónimo de lo mejor del cine argentino.

Desde el primer apretón de manos, Darín, de 66 años, irradia un aura acogedora. Vestido de manera informal con jeans y una camiseta color azul marino, habla con una calidez y franqueza que la mayoría de la gente reserva para sus amigos más íntimos. Ese temperamento se traduce en la pantalla.

“Ricardo tiene un inmenso poder de empatía con la audiencia, y eso es raro”, afirmó el director Juan José Campanella, colaborador de Darín en cuatro largometrajes.

Aunque la pasión por la interpretación la heredó de sus padres, que trabajaban como actores en Buenos Aires, ninguno de los dos estaba entusiasmado con que continuara el oficio familiar. “No me pelearon, pero tampoco me ponían fichas para que lo hiciera”, recordó.

Darín considera que su camino está predestinado. Durante su infancia, visitaba con regularidad platós de cine y televisión, y escenarios teatrales, y actuó profesionalmente por primera vez a los 3 años en la serie de 1960 Soledad Monsalvo. A los 10, debutó en el escenario junto a sus padres. A los 14, cuando asistió a su primer taller de teatro, Darín ya se sentía un veterano que había experimentado de primera mano muchas facetas del oficio.

Durante un tiempo, en la adolescencia, se planteó ser veterinario, psicólogo o incluso abogado. Pero al final, el mundo con el que siempre había estado familiarizado le convenció para quedarse. Las puertas se le abrían con facilidad, con frecuentes invitaciones a participar en diversos proyectos.

Esa confianza de gente notable del sector es lo que él llama fortuna. Darín guarda un entrañable recuerdo de la directora de televisión Diana Álvarez, que se peleó con una cadena en 1982 para que él formara parte del programa Nosotros y los miedos. Ella vio en él un potencial que otros no pudieron.

“La suerte en nuestro oficio es muy importante”, dice Darín. “Hay una gran cantidad de gente talentosa allá afuera con mucho que contar que no encuentran oportunidades”.

En la década de 1990, Darín tuvo un gran éxito en la comedia televisiva Mi cuñado, en la que interpretaba a un torpe impertinente pero encantador. Su contrato le impedía participar en otros proyectos televisivos, pero le permitió dedicarse al cine. Entre sus papeles filmográficos está su primera película con Campanella, El mismo amor, la misma lluvia (1999), que ayudó a otros directores a ver más allá de su personaje en la televisión.

Uno de ellos, Fabián Bielinsky, le dio el papel de estafador ruin en el filme de suspenso Nueve reinas, estrenado en Argentina en 2000.

“Me dijo, ‘Yo no había pensado en vos para este personaje. Porque vos sos demasiado simpático. Y yo no quiero que la audiencia tenga ningún tipo de empatía con él’”, relató Darín.

En opinión de Campanella, “hay una sola cosa que Ricardo no puede ser, y eso es antipático. El testimonio más claro de esto es Nueve reinas, donde él hace de un estafador amoral, y aun así estamos de su lado”.

Al año siguiente, llegó la conmovedora El hijo de la novia, de Campanella, que aprovechó la sensibilidad cómica de Darín para darle la vida al papel del dueño de un restaurante que se ocupa de sus padres ancianos.

“Una vez un crítico lo llamó ‘nuestro Henry Fonda’ porque proyecta entereza”, señaló Campanella. “Pero tiene una cosa que Fonda no tenía, lo cual es un gran sentido del humor”.

Darín sostiene que fue el estreno consecutivo de Nueve reinas y El hijo de la novia lo que cimentó su carrera cinematográfica.

“Fue como una muy buena carta de presentación para un actor tener la posibilidad de mostrar dos facetas absolutamente opuestas casi al mismo tiempo”, asegura Darín. “A pesar de que yo ya era muy conocido por cuestiones televisivas y en teatro, ahí yo empecé a sentir que mis colegas me empezaron a considerar un poco mejor”.

Desde entonces, el actor ha disfrutado con los papeles que eligió, incluida la aclamada El secreto de sus ojos, de Campanella, en la que interpretó a un investigador atormentado por un espantoso caso sin resolver.

Otro de los papeles favoritos de Darín es la comedia dramática Truman (2017), centrada en un enfermo terminal que pasa sus últimos días junto a sus mejores amigos, uno humano y otro canino. Su personaje sarcástico le recordó a Darín a su difunto padre, también llamado Ricardo Darín, a quien describió como un peculiar hombre del Renacimiento con un sentido del humor mordaz e ideas descabelladas que a otros les resultaban difíciles de digerir.

Hollywood le ha tendido la mano un puñado de veces, pero él la ha rechazado, sobre todo porque lo más difícil para un actor es pensar en otro idioma, afirmó, y añadió que los primeros planos revelan cuando alguien está recitando de memoria en lugar de habitar una emoción.

“Siempre he confiado mucho en mi estómago, más que en mi corazón o mi cabeza”, explicó Darín, y luego añadió, señalando su vientre: “Confío en cómo el material me pega aquí”.

En Argentina, su papel en Relatos salvajes (estrenada en Estados Unidos en 2015), de Damián Szifron, como un ciudadano frustrado que lucha contra la opresiva burocracia, fue muy bien acogido por el público. “Ricardo tiene una mirada lúcida sobre las realidades que afectan a su país”, aseguró Szifron. “Es una figura popular y, al mismo tiempo, un actor sofisticado”.

Para Argentina, 1985, Mitre y Darín acordaron no imitar la voz ni los gestos exactos del Strassera real, sino que se tomaron cierta libertad artística en su recreación.

Mitre, que había dirigido a Darín como un presidente argentino ficticio en la saga política de 2017 La cordillera, dijo que admiraba cómo el actor produce una interpretación veraz a través de una síntesis de sus propias sensibilidades y las del personaje.

“Es como si la cámara lo pudiera mostrar por completo, mostrarlo en toda su complejidad”, comentó Mitre. “Siempre que ves a Ricardo actuar, sabés que va a haber gran honestidad en la pantalla”.

Más allá de la positiva recepción crítica de Argentina, 1985” —y de su triunfo en los Globos de Oro—, Darín dijo que el efecto más significativo de la película fue concienciar a una generación más joven sobre un capítulo doloroso de la historia del país.

“No podemos olvidar que detrás de esta recuperación del evento histórico que nos ha traído tantos elogios y felicidad, hay una historia de mucho dolor, de esa clase de dolor que no tiene bálsamo”, señaló Darín con expresión solemne.

Su hijo Chino Darín, con el que ha creado una productora, continúa la tradición interpretativa de su familia. Ambos protagonizan y producen la comedia de 2019 La odisea de los giles. Darín nunca se opuso a que su hijo se interesara por el oficio, solo le aconsejaba que siguiera el camino que le diera más satisfacciones.

“Soy de los que creen que lo más importante en la vida es tratar de ser feliz”, dijo Darín. “Entre más cerca está uno de su vocación, tiene más chance de ser feliz”.

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